miércoles, 18 de agosto de 2010

I CAPITULO, EL INICIO.


“Jóvenes... No tengáis miedo”.
Juan Pablo II.



EL ALCALDE Manuel Rebollo
Prólogo

Cuando comencé a escribir éste libro, jamás imagine la enorme cantidad de momentos que revivirían juntos al tío Carlos. Aún mantengo frescos los recuerdos de aquellas tardes a su lado, ya sean en la Quinta de Ilopango, en Sihuapilapa, en México, o aquí en su amado El Salvador a donde nació y murió. 

Conforme daba forma a mi novela tramada entre mis recuerdos y los hechos reales de los violentos acontecimientos de las dedadas de los 60´, 70´ y 80´, hasta llegar a nuestros días. A donde por momentos parece perderse la paz alcanzada con la sangre y el dolor del pasado. 

De forma triste enumero el innecesario sacrificio de importantes vidas humanas en el conflicto armado, entre ellas la del tío Carlos. Pero al darme cuenta y saber que el delgado folio que contiene su caso; esta acuñado, empolvado y olvidado. Reposando entre lo cobarde y la irresponsabilidad de los tribunales de justicia. Añejado por el cómplice correr del tiempo y su mezquindad.
Estos elementos me hacen experimentar una sensación de cobardía en las pesquisas del vil y cruel asesinato (que quedo impune) del Ministro de Educación que nunca fue indagado. 

Tampoco se realizo una verdadera investigación formal, seria, profunda y exhaustiva; que merecía el asesinato del Doctor Carlos Antonio Herrera Rebollo en su calidad de Ex Alcalde de San Salvador y Ministro de Educación en funciones. ¿Hubo temor, complicidad o miedo?..., talvez. 

Pero ni la fiscalía, ni las autoridades de la época, ni la iglesia, solamente Monseñor Oscar Arnulfo Romero en la Homilía dominical fustigo a los verdugos del tío después de asesinarlo, de allí nadie se tomo la molestia de investigar y condenar uno de los primeros crímenes políticos de un período sangriento. 

—Ojala la sangre de un justo sirva para lavar los pecados de un pueblo... así gritó la tía Conchita entre dolor y lagrimas en la escena del crimen el día que lo mataron. 

Querido tío Carlos Siempre será bien recordado por aquellos que lo extrañamos desde el día de su partida, por su irreparable cariño, por su buen ejemplo y por que dio todo su amor al pueblo salvadoreño, todo, hasta su propia vida; este libro esta dedicado a usted tío Carlos... a quien recordare siempre como “El tío Astralisimo”.

EL AUTOR


EL ALCALDE

Entrada principal a la colonia Nicaragua al sur de San Salvador.

Las empedradas calles entre los típicos entejados de las residencias en la colonia Nicaragua al sur de San Salvador, me guían a través de Cedros y almendros de río, que tiñen con sus hojas coloreadas de mil distintos tonos de verdes la amplia avenida central. El panorama ecológico de antaño engalana aquella vía medular de dicha colonia, es un atardecer de verano de 1969. El trino de los pájaros da la bienvenida al coche que nos lleva de paseo, los arcos y las hermosas cornisas de las viviendas me sobresaltan el interés por lo inédito, de pronto me doy cuenta que estoy abriendo los ojos a un nuevo horizonte.

El inconfundible olor a caramelo que se desprende de la fabrica de dulces “La Mascota” apostada en la zona, me alegra cada visita a la casa del “Tío Chus y la mamá Lola” progenitores del tío Carlos, ese olor común a caramelo era como el incienso de un ritual aromatizando el ambiente, en la esquina opuesta, aun se ubica la casa de la familia Tenorio, grandes amigos de la familia Herrera Rebollo desde esa época, luego llegamos, la puerta se abre, la imagen de mis primos. La hija mayor se ha apresurado por llegar primero, mi prima Maritza con un sonoro ¡Tío Meme!, Nos da la bienvenida, el tío Carlos, Ana, Alicia y el pequeño Carlitos en brazos de mi tía Conchita colman el grupo familiar.

¡Cómo me gustaba esa casa!, Y más que el simple hecho de la visita a mis primos, la tertulia, el ir a la dulcería para adquirir ¡Diez! Dulces por Cinco centavos de Colón, las gaseosas a ocho centavos, o las películas del ya extinto cine Modelo a un precio realmente risible, abordar el bus a diez centavos de colón el viaje, me hacen valorar hoy en día el auténtico país que teníamos en antaño, ¡vaya época!

Pero esa noche era especial, histórica diría, mientras mis hermanos y mis primos se divertían en una rueda tipo estrella que giraba con el impulso de cinco pares de piernas e igual numero de brazos. Mi padre y mi tío se entregaban acuciosamente a una charla muy seria. Al parecer, un tema de adultos.

Por mi parte intentaba lograr un espacio en aquel moderno juego que era acaparado por mis hermanos y primos mayores, y convencido que nunca lograría el ansiado puesto, ya aburrido por la espera me fui a sentar a la par de mi padre y por no tener párpados en los oídos capte el argumento de la charla; la candidatura de mi tío cómo alcalde de San Salvador.

La escena era sencilla, con un muro de fondo azul entre tazas y aroma a café, conversando en una mesa están mi tío Carlos y Víctor; mi padre, ambos evaluaban los pro y los contra de algo importante. De esa charla surge la figura emblemática del Dr. Carlos Antonio Herrera Rebollo, mi tío Carlos.

La lucha por la silla edilicia sería dura, el adversario a vencer Manuel “El diablo Velásquez” un Coronel que al igual que el General de la benemérita Guardia Nacional Adalberto “El Chele” Medrano fueron bautizados como grandes héroes de la también reciente finalizada guerra de las cien horas.

—Será una elección reñida Carlos... increpo mi padre...
—Lo sé..... Pero hay probabilidades de ganar primo... argumento mi tío Carlos.

Aquella platica se tornaba interesante, yo cara al hombro de mi padre, observaba los ojos de mi tío, entre sus pobladas cejas y con la mirada hacia el futuro. El tío Carlos se entregaba a la arriesgada tarea de vencer a un “héroe” de las armas, el fuego y la sangre. Epíteto surgido de un estúpido conflicto entre dos países amigos y hermanos.

—Mañana le diré a “Napo” que me lanzare a la candidatura de alcalde de San Salvador, por el Partido Demócrata Cristiano...
— ¿Y crees tener las bases para ganar Carlos?... pregunto mi padre con un aire que denotaba más desconfianza que otra cosa.
—Creo que si, con planes y proyectos sociales, más el apoyo popular, creo lograrlo... indicó.
—Además en mi calidad de secretario del actual alcalde de San Salvador, podremos dar cuenta de todos lo planes y proyectos por cumplir: parques, fuentes luminosas, elegantes bulevares, canchas deportivas, más el incondicional apoyo logrado con las vendedoras de los mercados en las ultimas campañas, creo tener lo suficiente, sin olvidar que la decisión final la tiene la cúpula del partido...

Aclaró exaltado en sus palabras... sus ojos fulguraron extrañamente, era como ver en ellos el futuro político, su averno o su nirvana. La estratagema estaba trazada, ahora era sólo de desarrollar la idea, planificar la campaña y echarla andar.
 

Así, tras una larga aspiración a sus cigarros y un sorbo a sus tazas de café mi padre y mi tío cerraron la charla por esa noche. Ya en casa en la oscuridad de mi cuarto cerré los ojos pensando en lo arriesgado que era dicha campaña para alcaldes.

Pasaron los días y llego la hora del inicio de campaña. Los equipos de propagación estaban listos, con poquísimo capital económico pero con verdaderos correligionarios se lanzaron a la conquista de la victoria electoral. La campaña tendría un bajo presupuesto, se batiría básicamente en la pega de propagandas y algunos espacios en los periódicos, en la televisión fue poca o nada su publicidad. Y así de una forma inusual, lanzando su candidatura desde una tarima improvisada en la colonia Nicaragua al final de la calle los viveros, el PDC poseía un firme candidato a seguir con el dominio Demócrata Cristiano en el banco edilicio de la capital. Un puesto que se comparaba o nombraba como al presidente de San Salvador según la Vox Populi de la época.

La campaña fue dura y desafiante, por un lado la Democracia Cristiana trataba de manejar discursos moderados. En el ámbito nacional el partido oficial era el Partido de Conciliación Nacional (PCN). Dirigido por el entonces presidente de la republica en el poder el General Fidel Sánchez Hernández, o mejor conocido como “Tapón”; su ápice político se debía a que “Tapón” fue un formidable y soberbio militar de carrera, engendrado bajo las místicas normas beligerantes del ejercito norteamericano, a donde se le instruyo como un experto en caballería blindada. Paralelamente graduado bajo la sempiterna y legendaria disciplina de la estricta Escuela militar Capitán General Gerardo Barrios. El General Sánchez Hernández era un verdadero caudillo. El mote de “Tapón” provenía por “Pelón” y por su escasa estatura.

“Tapón” el entonces presidente de El Salvador, ORDEN y algunos militares de alta jerarquía afiliados al PCN siempre ocupaban métodos pocos éticos en las campañas políticas, desde intimidaciones, chantajes, anónimos, desprestigio en campañas grises con hojas volantes, coacciones, ataques vía radio, prensa escrita y TV, el uso político de los soldados y miembros de la institución castrense para acciones represivas contra los simpatizantes de sus adversarios políticos, entre otras inminencias. Fue una campaña política oscura, de las peores en la historia de El Salvador. Pero ante todo este atropello mi tío siempre acepto que así era la política.

Mitad de campaña. Mientras el “Diablo Velásquez” durante sus discursos destacaba su enfoque en un militarismo triunfalista; y vanagloriándose de sus victorias y relatos de guerra, mi tío proponía planes sociales, parques, canchas y mercados. Con el apoyo al inicio del Ing. José Napoleón Duarte y bajo la venia de los hombres fuertes del partido, mi tío trazó un camino de victoria hacia la alcaldía.

— ¡Por que un pueblo sin servicios y sin educación no es pueblo!... repetía en sus discursos el tío Carlos.
— ¡Que Viva el doctor Carlos Antonio Herrera Rebollo!
— ¡Que viva!... ¡HERRERA REBOLLO!... Se dejaban escuchar los gritos eufóricos de sus partidarios.

Mis primos y mi pequeña figura se mezclaban entre las destacadas personalidades que apoyaban al tío desde la tarima principal, ubicada esta vez en el mercado central de la capital. Y de nuevo pude ver que allí estaba “La masa”; ese monstruo que convertido en un mar de brazos incontenibles de demócratas, que rechazaban la política militarista y sus métodos intimidatorios.

Los demócratas habían descubierto en el voto la llave para alcanzar la libertad; de nuevo fui testigo de cómo un pueblo entero no dejaba de aclamarlo, y mi tío como respuesta, alzo los brazos y con la señal de la victoria entre sus dedos, despidió el mitin de esa noche.

Campesinos, obreros, señoras de los mercados, jóvenes universitarios, comerciantes, empleados públicos, amas de casas y muchos otros gremios de humilde casta coreaban al unísono, — ¡Rebollo!... ¡Rebollo!... ¡Rebollo!...

Mientras mi tío abandonaba la escena entre abrazos y apretones de mano. Pacifista, sin guarda espalda, y siempre andaba solo o talvez acompañado por mi padre y otros fieles amigos.

Por mi parte, para no aburrirme me divertía en la pinta y pega de propaganda política, portando un chaleco verde con la típica figura de un pescadito blanco en la espalda, y en compañía de mis primos y hermanos, llenábamos de engrudo, papeles blancos y verdes, todas las calles y avenidas de la colonia Nicaragua; postes, aceras, cunetas, muros, cocheras, árboles, piedras, etc. Nada se escapaba, en total se valía de todos los recursos habidos y por haber.

Pero la verdadera prueba de fuego fue la tarde del día de cierre de campaña, ante los rumores de un fraude a favor del partido de las “manitas”, el mitin programado en el parque libertad de San Salvador, albergo a mas de 50.000 personas, las calles adyacentes a la plaza atestadas de pedecistas pronosticaban la victoria y desmentían el fraude trazado por el PCN y los militares.

A pesar de haber represión y violencia en los alrededores de la plaza, San Salvador se lanzo a las calles y desafiando los cercos y a las propias autoridades policiales y militares afines al partido oficial, el pueblo concurrió a la plaza central para darle el respaldo. Y entre gritos y aplausos el tío abrió su discurso final.

¡El amor a Dios!... ¡El amor a la patria!... y el respeto a las ideas de los hombres... ¡es el único camino... para lograr una sociedad más justa y más humana!—... Declamó el tío Carlos esa tarde.

El aplauso y los gritos de apoyo no se hicieron esperar, la gente tenia un nuevo líder, y el triunfo estaba asegurado, ese día en la plaza libertad descubrí los grandes dotes de orador de mi tío Carlos. Por más de una hora domino a su antojo a la multitud; su cultura, su simpatía y su enorme carisma hacían del Dr. Carlos Antonio Herrera Rebollo el designado por el pueblo para ocupar la próxima plaza de alcalde de San Salvador.

Con un triunfo anunciado, de esta forma el PDC lograría por octavo año consecutivo mantener la comuna capitalina en sus manos, los tres primeros periodos de dos años cada uno fueron gobernados por el Ing. José Napoleón Duarte, y el Dr. Carlos Antonio Herrera Rebollo fue su secretario en funciones.

A pocos minutos de finalizar el mitin político y cuando el astro rey y sus rayos esplendorosos se disponía a abandonar la tarde de triunfo, el acto fue opacado por la aparición repentina de dos avionetas particulares, ambas con las matriculas ocultas, las cuales realizaron varios vuelos rasantes sobre la plaza libertad y de una forma amenazante lanzaron miles de papeles con improperios para el tío Carlos. En dichos papeles entre otras cosas, acusaban a mi tío de haber visitado campos de instrucción militar en Cuba...

¡Vaya acusación más ridícula! más falsa incluso que la propia mente que las redacto, ese fue un golpe bajo del PCN en una estrategia apurada y afligida ante la inminente derrota política, y ante la desesperación del fracaso usaron el típico truco de la campaña indecente y gris que culmino con una de las maniobras más sucias y más deshonestas en cuanto a campañas políticas se refiere.

Mi tío un hombre sereno de pensamiento frío y culto, solo se limito a decir:

—Solo les pido que no toquen esos papeles, son del “diablo”, Dejen esos papeles “Chucos” allí en el suelo...

Todos obedecieron, nadie tomo un papel y así demostraron nuevamente de como un pueblo apoya a su candidato, nadie levanto un miserable escrito de esos que cayeron del cielo, y con un coro y un gigantesco Grito de ¡Rebollo!... ¡Rebollo!... al tiempo que alzaban los puños hacia las aeronaves, el mitin se manifestó con más fuerza; sin llegar a la violencia claro. Así se exteriorizaba el pueblo. Ese grito convertido en coro era la muestra enardecida del público presente en el parque Libertad como respuesta a aquel bombardeo de papeles pecenistas en el cierre de campaña.

Domingo 8 de marzo de 1970, Llego el día de las elecciones, verdes tropas militares, policías nacionales uniformados con el acostumbrado color “caqui” y un ambiente a fraude llenaban las principales vías del gran San Salvador.

El momento de la verdad había llegado, miles de capitalinos abarrotaron desde tempranas horas las principales calles de la ciudad con rumbo a los puestos de votación autorizados por el consejo central de elecciones.

En casa el ambiente era tenso, ya no era el juego de la pinta y pega de papeles en las calles de la colonia Nicaragua, ni las banderas y los gallardetes verdes ni las tiras blancas en las plazas y parques de San Salvador.

En la Urbanización Universitaria, con mis hermanos y primos trabajábamos afanosamente llenando bolsas con frutas, alimentos y bebidas para los compañeros que cuidaban las urnas; los más fieles correligionarios del partido verde eran los encargados de velar en cada segundo del manejo, traslado y conteo de los votos, las actas y el veredicto final.

Institutos políticos como el Partido Popular Salvadoreña PPS, el Movimiento Nacional Revolucionario MNR entre otros también asistieron a la contienda electoral de 1970, aunque con pocas expectativas reales de triunfo ya que los sondeos y encuestas de opinión daban el triunfo anticipado y como claro ganador al Dr. Carlos Antonio Herrera Rebollo de la Democracia Cristiana.

El día pasó entre el encierro y los reportajes que la televisión actualizaba cada hora. Los oídos también estaban atentos a las noticias que en la Poderosa radiodifusora YSKl escuchábamos, había “incertidumbre” en el contorno, aunque por mi corta edad no sabia aún el significado de esas palabras, ahora entiendo lo que sentía ese día en la casa del tío Carlos ubicada en la Urbanización Universitaria.

Allí atrincherados en un cuarto, distinguíamos las siluetas de extraños que entraban y salían de la casa, entre más dudas que respuestas llego el final de la tarde, el ambiente se caldeaba y se hacía más tenso conforme se acercaba la hora del conteo final y la proclamación del ganador de la carrera electoral.

Llego la noche. Afuera el ruido de los motores de los vehículos y los fogonazos de las luces en los cristales de las ventanas en la entrada de la casa, delataban la llegada del tío a su residencia y abrigo. Mi padre encabezaba la comitiva, un grupo de hermosas y amables “señoras de los mercados” conocidas como “Las tortuguitas” atendían a mi tía Conchita que a esa hora era un verdadero manojo de nervios. Recuerdo que él futuro alcalde llego momentos antes de irse al conteo final, nos abrazo a todos y nos dijo que estuviéramos tranquilos, “Que Dios estaba con nosotros y con él”, acto seguido se marcho rodeado de mi padre y sus mejores amigos, a excepción de mi tío, todos iban armados.

El discurso triunfalista y tempranero de Manuel “El Diablo” Velásquez al final de la tarde del día de las elecciones alarmo al equipo de campaña del Dr. Herrera Rebollo, el ardid del PCN consistiría en lanzar una falsa noticia y de allí aprovechar la confusión para denunciar un posible fraude de la Democracia Cristiana y anular las elecciones, cuando la verdad era completamente lo contrario.

Los mecanismos militares guiados por algunos de los rangos superiores de la Fuerza Armada intentaban perturbar el conteo a nivel nacional, sabotearon el traslado del material electoral, amenazaron a los vigilantes verdes. Pero hubo valor por parte del equipo de campaña del PDC.

El pueblo unido salió a las calles, superando en número a las tropas militaristas, estas al final cedieron. Con muchos elementos en contra se realizo el mencionado conteo nacional, el PCN busca ser mayoría en las elecciones municipales en los 14 departamentos. Llego la hora de la ciudad de San Salvador la de más importancia en juego.

El tío Carlos Herrera Rebollo logra una victoria categórica, el PCN ni siquiera llego al 20 por ciento de los votos contabilizados. De esta forma fue posible abrir un hueco en el cerco déspota que oprimía a muchos salvadoreños, ya que en dicha elección municipal la presión social pudo más que la bota militar sobre la democracia representada por el pueblo valiente, fue como quitarse un peso de encima representado por la suela gigantesca de una bota militar, así fue ese día, fue un verdadero triunfo de la democracia.

Hasta el mago “Fancy” predijo la victoria del Dr. Carlos Antonio Herrera Rebollo. ¡Y acertó!
Minutos después la “poderosa” YSKL y los principales medios de comunicación lanzaban al aire la ultima noticia, “El Dr. Herrera Rebollo nuevo alcalde de San Salvador”, una inusual caravana de vehículos sonando sus bocinas recorrió el centro de la capital.

Mi tío en un vehículo descapotado saludaba a los citadinos que acudían a las calles y avenidas de la ciudad capital para celebrar. Muchos parroquianos saltaban de sus casas para saludarlo, era como el paseo del triunfo del nuevo alcalde de San Salvador, cargo conquistado por elección multitudinaria. El desfile victorioso ruidosamente arribó al final de la calle los viveros en la colonia Nicaragua y sobre una tarima improvisada, el tío Carlos de nuevo volvía a lo más alto del estrado, y tras tres días de abstinencia política, con un gran discurso agradeció a sus amigos, miembros del equipo de campaña, lideres Demócratas Cristianos y pueblo en general.

—Este triunfo no es solo mío... Es de ustedes, gracias San Salvador, y les prometo cumplir con todo los compromisos adquiridos durante mis discursos en mi campaña política, no los decepcionare...
Y lanzando un fuerte grito al tiempo que levantaba el puño con la “V” de la victoria pronuncio a los cuatro vientos.
— ¡Que viva el partido Demócrata Cristiano!... ¡Que viva! Contestaron al unísono una multitud de simpatizantes, entre gritos, hurras y arengas victoriosas la noche cerro con broche de oro, con aroma a triunfo y gloria.

A la mañana siguiente los principales titulares de los matutinos mostraban al tío Carlos sonriente y victorioso, abrazando a mi tía Conchita quien con lagrimas en los ojos disfrutaba del triunfo, las horas de penurias y limitaciones habían terminado, la capital celebró.

Pero el trabajo apenas iniciaba, el despacho del tío fue más que una oficina municipal, se convirtió en un verdadero vivero de proyectos y planes sociales.

Se construyeron mercados, como el de San Miguelito, el mercado Central, San Jacinto. Se remodelo el mercado cuartel, las prometidas canchas y las zonas verdes fueron obligatorias en cada colonia o urbanización que se construían en el creciente gran San Salvador.

Las zonas marginales fueron mejoradas y atendidas con servicios médicos y un programa de acción comunitaria para involucrar a los pobladores de las marginales en proyectos artesanales. Las esferas sociales más desfavorecidas fueron de su predilección, hoy en día aún pueden leerse el nombre de Dr. Carlos Antonio Herrera Rebollo en las calles de algunas comunidades que de marginales se convirtieron en colonias dignas. Cómo agradecimiento a su gesto de haber obrado siempre por los más necesitados.

Aplicó una rigurosa política de austeridad entre sus empleados, encarcelo a funcionarios corruptos que años después fueron hasta diputados y que hoy en día son miembros del PARLACEN. El alcalde Rebollo nunca cambio de carros, ni mucho menos adquirió lujos, siempre fue el mismo tío, predico con el ejemplo, su honradez fue intachable, nunca fue enjuiciado o sorprendido en jugadas sucias, tecnócratas o demagógicas.

En su primer periodo como alcalde municipal de San Salvador aparte de dirigir una administración limpia y efectiva, el arte y la cultura también estuvieron presentes en su agenda diaria; corono reinas de belleza, inauguro calles y obras de gran importancia en nuestro país, algunas de ellas aún se mantienen en pie, cómo desafiando al tiempo, ejemplo de ello, “El monumento al mar” sobre la 25 avenida norte, El teatro de cámara, restauro el teatro nacional, apoyó a innumerables pintores y escritores salvadoreños.

Entre otras obras con la ayuda del gobierno del Japón construyo el parque Saburo Hirao, y piscinas municipales. Inauguro el reloj de flores, las fuentes luminosas del bulevar de los héroes y Beethoven, así mismo contrató y pensionó a muchos artistas ansíanos ya olvidados no solo sus virtudes sino también sus vidas. Construyo canchas, remozó los parques Centenario y Cuscatlan, además de cientos de parquecitos y zonas verdes.

Las guerras de terrones y hondillas en un terreno rustico colindante con “El parque de arriba” de la Urbanización Universitaria, a donde se ubica hoy en día la residencial San Luis eran mi principal pasatiempo, allí conocí a los primeros guerreros mi vida; El obús que “Carachapa” o el “Nurio” Mauricio Rodríguez poseía en su brazo derecho era envidiable, capaz de hacer llegar un terrón de colina a colina. Otros amigos como el perdido y encontrado en el boquerón Roberto “Toro Muco” Chávez, “Chito” Moisés Orellana, Fran Navarrete (el único de mis amigos que iba con los alemanes en la II guerra mundial; cuando jugábamos entre cuarteles y batallas imaginarias), Nelson Quintanilla a quien llamabamos y su figura de “Escopeta Árabe”, Nalo y Guillermo Cortés su hermano Tony “El Chileno” (todos hijos del piloto y verdadero héroe salvadoreño de las 100 horas capitán PA Reinaldo Cortés), Miguel Fernández que por gordo le decíamos “Miguelancho”, Los santanecos Alfonso y Mario mejor conocidos como “Tripa” y “La chelona” Vides respectivamente, Ricardo Valencia “La chata” (QDDG), Sergio y Carlos Cornejo (ambos QDDG), Jorge “Minga” Herrador, Omar “Mahucuta”, “El Rábano” y Moncho Somoza, Pedro y Eddy Peña, Ricardo y Marlon Meneses, la familia Vaquerano, Carlos Pompilio, Rene y “El pulgón Amaya”, Hugo Acevedo, Juan y Jaime Colomé, la familia Herrador Maravilla, la trilogía de Luis, Jhony y “Ricardito” Hinds, los hermanos Armando Gochez y Ricardo Gochez (QDDG); con quien de niños también “jugábamos” a la guerra sin saber que en pocos años Ricardo caería en los campos de batalla cerca del río Tórola, Morazán.

También habían chicas en la colonia, la más bella para mi era Keny Villegas, le seguía la hermosa Lucia Colomé, Teresita Molina, Vinia López (elegida Miss Salinitas en muchas ocasiones), Katia Meneses, Claudia “La cabezona” (no recuerdo el apellido), las hermanas Sandra, Robin y Pití todas de apellido Pacas, las lindas hijas del “Tenor” Eduardo Fuentes conocidas como “Las 3 Zancudos”, Nazareth Afife Chain, Ana Maria Cortés “La venadito”, Sandra y Roxana Molina, Norma e Indiana, Desiree, Brenda, las hermanas Hueso, Xenia Peña y otras que injustamente el tiempo ha borrado de mis recuerdos, todas ellas adornaban las calles y avenidas de la Urbanización Universitaria. De los antes mencionados se formaron muchas parejas de novios, algunos se casaron, otros con mejor suerte emigraron al norte. Muchos regresaron y otros murieron haya en la gran nación del norte. Mis mejores amigos los encontré allí en dicha colonia a donde aun resido.

Allí di mis primeros pasos a la aventura. La Urbanización Universitaria marcaba el fin de la ciudad de San Salvador. Un extenso manto verde se extendía desde la orilla de la colonia hasta las antenas ubicadas en las alturas del volcán de San Salvador o cerro el Jabalí. Dicho pasillo ecológico solo era interrumpido brevemente por el entonces barrio de San Antonio Abad y unos cuantos pasillos y calles de la colonia Miralvalle en las faldas del coloso capitalino.
 
— ¿Y cómo vamos hacer para despertarnos a las tres de la madrugada?... pregunte a mis amigos de expedición, una noche antes.
—Yo creo tener la solución al problema. Dijo Víctor Edgardo mi hermano mayor. — ¿Cómo?—Nos preguntamos...
—Vamos a pasar una pita desde la calle hasta uno de tus dedos, así cuando “Chiconoldo” que va hacer el primero en levantarse, jale el lasito vos al sentir el tirón te vas a despertar...
—Ummm... Muy incomodo para mi dedo... (Cavilé)…
—Pero tengo una idea mejor, les respondí de inmediato.
—Mejor voy a colgar y ha amarrar unas campanas que hay en la casa y así sonaran cómo alarma a la hora pactada, cuando jales la pita, Chiconoldo...
— ¡Vaya Pues!... Convenimos los tres al final.

Y así fue. Nos fuimos a dormir. No sin antes armar nuestro curioso despertador. Extendimos una cuerda desde la ventana de la segunda planta de la casa hasta el jardín que da al frente del parque, Chiconoldo el más madrugador ubico la “pita”, la oculto y se marcho.

3:00 AM. Sobresaltados por el tremendo sonido del despertador artesanal, nos levantamos apuradamente. Fran Navarrete estaba abajo, listo, con su mochila y una chumpa azul que le protegía del frío de la madrugada. Salí a la terraza de mi casa para avisar a “Chiconoldo” que parara de agitar el lazo, antes de que despertara a mis padres. Y se marcho a despertar a otros amigos. Con mi hermano Edgar nos aperamos de agua, unas latas de sardinas “Madrigal”, fruta, unos emparedados, galletas, una gaseosa “Uva” tamaño familiar en botella de vidrio, pan francés. Los cuales metimos en una mochila verde del tipo militar que mi padre nos había suministrado cuando fuimos lobatos y Scout del grupo 7 de la escuela San Alfonso. Por ello estábamos “Siempre listos”.

Preparado para el frío salí de mi morada. Las estrellas en el firmamento como incrustaciones caprichosamente colocadas de gemas preciosas en el manto de la oscuridad, se disgregaban como luciérnagas alrededor de la luna llena, el plenilunio nos ilumino el camino.

Iniciamos el camino hacia la cúspide del volcán de San Salvador. Fran “Chiconoldo” Navarrete, “Toro Muco” Chávez, Chito Orellana, Marvín “Quejas”, “El minga”, Herber y Max Herrador, Luis “Papita” Hinds, Foncho Vides, los Hermanos Gochez y otros partimos. Escuchando la matinal de Radio Netherland y radio Exterior de España, los primeros pasos fueron inseguros y torpes. Pero poco apoco nos fuimos acostumbrando a la oscuridad, el “Monterrascal” pegado a nuestra colonia era el inicio de una gran aventura.

Pero gracias a nuestra juventud y empeño rápidamente llegábamos a la zona del redondel de la Miralvalle (hoy Monumento a la constitución), luego San Antonio Abad y su pequeña iglesia, de allí un ligero desvió a la derecha he iniciaba el camino pronunciado y cuesta arriba ya en las faldas del volcán. En minutos, el ambiente de la ciudad quedaba atrás, ahora entre cafetales y sus respectivos bosques nos introducíamos a los brazos ascendente montaña arriba, trazando nuestra ruta entre las empolvadas laderas, los granos rojos de café, el paisaje nocturno se complementaban gradualmente, entrelazando aromas y sensaciones.

Camino arriba. Recuerdo nuestros alientos entrecortados debido al esfuerzo y empeño por llegar al primer punto de descanso y avituallamiento, la bifurcación de la calzada en el volcán de San Salvador ubicada entre dos cerros cerca de los denominados “Amates”, hasta allí se marcaba la mitad del camino.

En ese sitio convergen otros senderos, la ruta del hotel El Salvador vía monte Tabor y la ruta paralela de la Escalón, que se juntaban en los mencionados “Amates”. Que no era más que un par de abandonados árboles con pocas hojas.

La llegada al sitio era cómo una carrera contra el tiempo, la misión era ver el amanecer desde ese punto, así que luchábamos contra el reloj por llegar a la hora en el lugar preciso.

Desde allí divisamos los primeros amaneceres de nuestra juventud, nos fascinaba ver cómo las luces de la ciudad comenzaban a desaparecer una tras otra, conforme el astro rey hacia presencia y aplacaba con sus rayos la luz artificial de las calles y edificios de la gran metrópoli capitalina y sus alrededores.

Luego del merecido descanso continuábamos caminando hasta llegar al cráter del volcán de San Salvador. Nuestra búsqueda de emociones era recompensada al llegar al borde propio del volcán, y ver la majestuosidad de su belleza.

Una pequeña glorieta (A la cual cómo si le cayó encima una gigantesca antena de Televisión), en la cúspide entre nubes y neblina ofrecía un raquítico refugio a los visitantes. Desde allí contemplábamos la ciudad de San Salvador, y a la vez el cráter del volcán.

Las secuelas marcadas por el enorme evento geológico y su gigantesca huella dejada en dicho lugar nos hacia entender que ante la fuerza de la madre naturaleza y Dios no somos nada. Bajamos al fondo del gran cráter, Fran Navarrete (Chiconoldo), Roberto Chávez (Toro Muco) y yo (Camión, Benito Bodoque, etc). Llegamos al fondo, el terreno árido del cráter de abajo contrastaba con el frío de arriba.
 
—Escribamos un mensaje para que allá arriba lo lean— dijo Chiconoldo.
—Vaya pues. Contestamos con el “Toro Muco” Chávez.

Y comenzamos la obra. Una roca por aquí, otra piedra por haya, en minutos nuestro mensaje comenzó a tomar forma. La idea era formar con piedras un rotulo lo suficientemente grande para que nuestros amigos pudieran leerlo desde el mirador de arriba, la leyenda escogida fue “UNIVERSITARIA”, en alusión a nuestra amada colonia.
 
— ¡Aquí hay más piedras! — les dije, mientras soltaba un manojo de rocas cerca de mis pies.
— ¡Se nos están acabando las piedras!... me grito angustiado “Chiconoldo” Navarrete. Mientras el rotulo comenzaba a consumir todas la piedra y rocas de la zona.

Tanto fue la carestía de materiales, que el rotulo más parecía letras de banderín (UNIVERSITARIA) que otra cosa, ya que el tamaño de las primeras letras eran muchas más grandes que las ultimas.
 
— ¡Ya me voy! — dijo el “Toro Muco”, mientras lanzaba la ultima piedra al bendito rotulo. Tomo su mochila y se fue.
— ¡Sólo seguí el camino! — Le grito Fran Navarrete y seguimos trabajando en el rotulo, aun faltaba unas letras por terminar.

Por fin terminamos, la última de las rocas fue colocada en la leyenda, la palabra “Universitaria” estaba escrita en el fondo del cráter. Preparándonos para emprender nuestro regreso estábamos, cuando un grito en la lejanía nos pone en alerta. Agudizando nuestros oídos intentamos captar el significado del grito.

De pronto comprendimos que era un grito de auxilio de nuestro amigo el “Toro Muco” Chávez.
 
— ¡Fran!... ¡Camión!... ¡Estoy perdido!...
Nos grito nuestro “Chero” que se nos había adelantado.
— ¡Ya vamos! — Le gritamos y corrimos hacia su dirección. La operación de rescate daba inicio.

No se como “Toro Muco” se metió en ese lugar, pero curiosamente muy cerca del camino, a la izquierda, entre espinas y barrancos estaba él.

Un poco preocupado porque no encontraba el camino hacia el mirador. Después de una maniobra entre los cultivos de flores, un barranco y los zarzales sacamos al “Toro muco” de allí, luego nos dirigimos hasta la zona a donde el resto de nuestros amigos nos esperaban.

De nuevo en las alturas, cosechamos fresas frescas y tras una breve estadía en sus bosques aledaños (que una empresa de televisión allanó años después), y un pequeño picnic emprendíamos el regreso a nuestra colonia, ahora el camino era cuesta abajó.

En cuestión de minutos aquel camino que en la mañana había sido tortura ahora se convertía en una verdadera pista de velocidad. Mochilas en las espaldas, y zapatos empolvados, la carrera nos trasladaba rápidamente hasta nuestras casas. En compañía de “Foncho” Vides a quien le decíamos Tripa, llegamos a los “Amates”. Fran y Chito venían atrás, Papita Hinds nos pisaba los talones en la endemoniada carrera camino abajo.

Tras un breve descanso. Seguimos en nuestra peligrosa travesía. Pero de pronto una caída mía (las cuales son casi inevitables en este tipo de actividades), provoco que mi mochila se abriera y algunos de mis pertrechos de viaje abandonaron la bolsa y quedaron esparcidos en el camino.

Mientras trataba de reponerme de la incomoda posición en la que había aterrizado, vi con impotencia cómo “Papita” Hinds pateaba y se deslizaba en un redondo envase de bebida gaseosa que yo portaba en mi equipaje. Asombrado vi cómo un cuerpo de gran tamaño y peso despegaba y alzaba vuelo literalmente ante mis ojos.

A la suma de la velocidad y el impulso, más la aceleración del envase la formula de despeje era perfecta. Sin combustión Papita “volaba” en cámara lenta, mi amigo gravito sobre mi unos segundos hasta comprobar la tesis de la gravedad que dice “Que todo cuerpo que sube tiene que bajar”, Papita aterrizo en el duro suelo del camino. Lo vi y lo escuche, fue una dura caída, ante la cual no pude ocultar mi risa. Papita muy molesto por mi actitud, no menciono palabra alguna, pero peor sería su enojo al darse cuenta que “Foncho” Vides el “Tripa”, se revolcaba al final de la vereda, él también había sido testigo del tremendo “Vergazo” que Papita se había pegado.

Aunque nunca nos guardamos rencor ese día Luis Alonso ya no nos hablo en el camino. Pero siempre fuimos unidos y buenos camaradas, hoy en día, “Papita” Hinds vive en los Estados Unidos a donde se desenvuelve exitosamente en el negocio de los bienes y raíces. Años después subimos en repetidas ocasiones al cráter del volcán de San Salvador. Hoy en día lo hago en Bicimontaña.

La vida política del tío continuaba. Sus desventuras y aventuras políticas eran constantemente sacadas a luz por el semanario humorístico de corte político conocido como “El Trompudo”, de cuya línea editorial no se escapaba nadie, ni “Juan pueblo” que era representado por un campesino con sombrero y alforja. Juan Pueblo casi siempre andaba hambriento.

El trompudo casi siempre hacía alusión de la pequeña estatura del General Fidel Sánchez Hernández flamante presidente de la nación, también conocido como “Tapón” quien se convirtió en un infaltable icono de la política y el humor de la época. Eran los años setentas.

Recuerdo al tío compartir sus obligaciones y sus días de descanso en la Quinta Lourdes, ubicada en las riveras del lago de Ilopango. ¡Cuantos recuerdos de esa Quinta!... En mi mente gráficamente la repaso en sus tres niveles, arriba la zona de los parqueos, a donde había una pequeña gruta con la virgen de Lourdes, unas gradas hacia abajo nos conducían a la zona meridional, allí esta el rancho principal, la piscina y un enorme árbol abrazado por una gran enredadera de veranera que marcaba el final del pasillo. Una empinada línea de gradas decoradas delicadamente por la mano milagrosa de la naturaleza, crea un suave manto de líquenes y musgo que nos conducen hasta la zona baja del terreno, colindante con la zona turística de Apulo.

Un fino rayo de sol se filtra entre la tupida arboleda y pinta de un verde vivo e intenso la zona que ilumina caprichosamente las gradas que siguen su descenso hacia la orilla del lago. Una pequeña “tranquera” permite el acceso a la playa, la arena es blanca, el agua es pura y las algas verdes. Hay cangrejos, Mojarras y otras cinco variedades de peces que pican a menudo en las redes y los anzuelos de los pacientes pescadores acomodados en los alrededores del lago.

Los atardeceres de primavera en el lago son inmejorables, un grupo de pericos y catalnicas se junta al rededor del “Tanchinol”, ubicado en la parte alta del árbol y sus enredaderas al final del pasaje a donde hay una piscina con forma de mango, la algarabía de los pequeños pericos como “jades con alas” entre los matorrales nos alegran las tardes calurosas de la quinta.

En el terreno de al lado. La silueta de una casa abandonada nos espanta, su trágico pasado nos hacen relatar historias relacionadas a la supuesta casa embrujada. Cuenta la leyenda que su antiguo dueño un hombre acaudalado de mucho dinero, luego de morir sus tres hijos electrocutados en un accidente de transito, cuando el automóvil en el que viajaban sus inocentes infantes colisiono con un poste del tendido eléctrico, paradójicamente los niños viajaban a dicha casa en un día común de paseo.

Debido a la insuperable tragedia, los dueños jamás volvieron a visitar la casa, que era ahora aquella vivienda abandonada que nosotros considerábamos embrujada o encantada. Es por ello que nunca visitábamos dicha estructura renunciada y ya destruida por los años. Pero un día, sacando no sé de donde valor, mi hermano y mis primos organizaron una expedición a tan misteriosa casa.

Armados con un corvo, un cuchillo de mesa, unas cuerdas y dos lámparas de mano comenzamos la aventura. Nos saltamos el cerco de alambre de púas que dividía el terreno del tío con el de la familia Guirola, caminamos por la derivada del terreno, entre matorrales y mazorcas, también había cactus y peligrosos zarzales de “chichicaste” o “Pica-pica”, con temor avanzamos atentos a los cuatro vientos.

Conforme nos acercamos a la casa un raro sentimiento de curiosidad mezclado con miedo acometen nuestros sentidos de forma colectiva. Hay pájaros, flores y hierbas. Una mariposa amarilla vuela libremente a nuestro lado, mi hermano dice que eso es bueno porque a donde hay mariposas y flores no hay fantasmas, eso alivia la tensión del momento y seguimos en nuestra empresa.

Llegamos a la casa, luce sola y descuidada, la rodeamos intentando hallar una entrada, mi hermano Edgar después de unos minutos la encuentra. Es una puerta, esta cerrada, sin forzarla se abre... ¡Un par de murciélagos salen volando por nuestras cabezas y nos asustan! Su repentina aparición nos provoca un sobre salto inesperado, pero vuelve la calma, al abrir completamente la puerta aparece un salón desabitado y lleno de polvo, esta vacío, no hay brujas, ni fantasmas, un par de lagartijas huyen de nuestra presencia, el mito esta resuelto.

Regresamos, en el camino la antes misteriosa casa embrujada es ahora la casa abandonada, vencimos; el miedo llega hasta adonde tú se lo permites. Y tras muchas tardes de domingos, poco apoco se nos fue olvidando la “Quinta”, hasta que el terremoto de 1986 la destruyo totalmente.

En su despacho. Entre obras y honestidad sus dos años como alcalde pasaron rápido, se postulo para otra elección municipal en 1972, su segundo periodo.
 
—Creo que me lanzare en otro periodo Víctor, le consulto nuevamente a mi padre que a su vez era su primo.

—Ya pegaste una vez, el que pega primero pega dos veces, le apunto mi papá.

—Dale, lo menos que puede pasar es que pierdas, pero no creo, la verdad que la población esta muy a gusto con tu gestión, creo que sos ficha cantada... vas a ganar... vas a ser el alcalde “Subaru”, — ¿Porque?— le pregunto el tío.

—Por seguro— contesto mi padre concluyentemente, aludiendo la propaganda comercial de la época que la marca Subaru como la más segura de las marcas en el mercado, ya que el slogan promocional decía: “con Subaru Seguro”, después de la dilucidación ambos rieron

Así terminó otra noche de primos y amigos, algo que los mantuvo unidos tanto en el triunfo como en la derrota. En las alegrías y en las tristezas.

Pero había algo más allá de la simple política, más allá de la quebradiza y sacrificada democracia, algo oscuro entre bambalinas, o sea tras cortinas. Y se trataba ni más ni menos que las luchas internas de poder en el partido demócrata cristiano, de la típica y común gula que padecen los hombres que creen que el poder viene de la política y no del pueblo, porque el político corrupto no solo se miente así mismo si no que denigra a su propio pueblo, algo que el tío respetaba y por ello apoyaba a la gente común y necesitada, porque en el mundo hay y abran más pobres que ricos durante toda la vida, pero pocos serán los honestos y mucho más pocos los humildes.

Llego el día de las elecciones internas al interior de los pescados, la casa verde fue el punto de reunión, tras un breve congreso entre, el tío Carlos, Duarte, Antonio Morales Erlich, “Fito” Rey Prendes, Mario Zamora Rivas; quienes salen del pequeño cuarto a donde se desarrolló el congreso verde y entre caras alegre y otras contrariadas en pocos minutos se dieron la noticia, de forma casi unánime, mi tío Carlos había sido elegido como candidato a la alcaldía por segundo periodo consecutivo, ante el aplauso de una entusiasmada masa de correligionarios el PDC tendría otra vez en el Dr. Herrera Rebollo en ruta a las elecciones.

Llega el inicio de campaña. Pero el panorama era incierto en 1972, la asamblea nacional proclama presidente al Coronel Arturo Armando Molina el 20 de febrero. El PCN y los militares seguían en el poder. Y allí comenzó el calvario de un líder. El Ing. Duarte mal asesorado por sus allegados y cegado por su codicia; lanzo un prematuro grito de triunfo presidencial, antes de finalizar el conteo de votos.

El error le costo caro, porque la historia era otra. Realmente el PCN había ganado las elecciones, la verdad era que la democracia cristiana aun no conseguía gobernar debido a que sus líderes de la época no habían madurado políticamente.

Como ya era costumbre mi tío lanzo su candidatura en el final de la calle los viveros en la colonia Nicaragua. Esa tarde-noche el verde saturo la parte sur de la capital. La Democracia Cristiana se lanzaba de nuevo en procura de perpetuarse un periodo más en la municipalidad capitalina.

Como dos años atrás, nos alistamos en la pinta y pega de propaganda. Esta vez en las calles de la Urbanización Universitaria a pocas calles de mi casa y de la residencia del doctor Herrera Rebollo que eran de su dominio total. 

Ahora la estrategia pecenista había variado, en esta ocasión en vez de mandar un militar a la contienda enviaron a un civil, a un hombre de grandes cualidades humanas y económicas, a Don Roberto Quiñónez Meza, y así como decimos en buen salvadoreño, “los dueños de la cervecería La Constancia”.

La lucha nuevamente por el puesto edilicio era difícil, ahora el principal enemigo era el enorme capital económico en contra convertido en una gigantesca campaña política vía radio, prensa escrita y televisión. Un verdadero monstruo a vencer.

Mi tío, amo y señor de la estrategia, trazo un complicado plan de trabajo que le dio excelentes resultados.
 
—No podremos contra ese monstruo de publicidad que se nos viene encima, ¿cómo haremos?...
Fue la pregunta forzada en la casa de campaña, la carrera electoral ya comenzaba a tomar impulso, el partido oficial había lanzado sus cartas publicitarias al aire; y con la “ayuda” de “otros” elementos como la “PN” o policía Nacional, las tropas militares y otros recursos del estado (vehículos, gasolina, horas trabajo de empleados públicos, etc.).

— ¡Ya sé!— dijo el tío... vamos a lanzar una campaña del tipo hormiga...
— ¿Cómo?... le preguntaron los presentes en la reunión de evolución de los sondeos de campaña.
—Tendremos que hacer un esfuerzo sincronizado y difícil, pero si lo logramos podremos absorber el impacto de su campaña...

—La estrategia es la siguiente: todos los días programaremos discursos cortos y llamativos en distintos puntos de la capital.
— ¿Cuantos discursos vas a dar al día?, Pregunto el jefe de campaña.
—Los que sean necesarios, acoto el tío, con vos firme y segura.
—Así no los dejaremos descansar en paz, la verdadera campaña la ganaremos en las calles... así con esas palabras dio por finalizada la reunión en la casa verde, la estrategia estaba trazada.

Pero por motivos de las meras casualidades, el Sr. Roberto Quiñónez adversario de mi tío Carlos quien a su vez era de los propietarios de la cervecería “La Constancia” y que a la vez era el lugar a donde mi padre trabajaba como programador analista de datos en el centro de computo de dicha empresa (empleo que pocos conocían en la empresa), la situación política-familiar de la campaña no dejaba de incomodar la estabilidad económica de nuestro hogar.

La campaña se desenvolvió en un clima de suma tranquilidad, sin insultos ni sobresaltos por parte de las candidatos, el tío liderando la coalición de la UNO (Unión Nacional Opositora), conformada por el PDC, el Movimiento nacional revolucionario MNR y la Unión Democrática nacionalista UDN, estas dos ultimas agrupaciones políticas eran de corte marxista algo que irrito he incomodo al tío, quien se decía ser un demócrata confeso enseño a sus hijos que — Todo aquello que te aleja de Dios es malo —.

Nunca comulgo con las ideas izquierdistas, aunque a mi padre le afirmo que mientras él fuese alcalde las humildes vendedoras ambulantes (que para aquel entonces eran pocas) allí iban a estar siempre. —No tienen otra forma de vida... esa es su vida— le replico en varias ocasiones a mi padre cuando este le critico lo feo que se veía esa gente allí en las aceras, él también tenia ideas socialistas pero “Diosito” primero ante todo.

Bueno ni modo. Ahora coaligado enfrentaban a un fortalecido Partido de Conciliación Nacional. Cursaban los primeros meses del año 1972.

Una mañana, en lo más reñido de la campaña política entre el Sr. Roberto Quiñónez y el Dr. Herrera Rebollo, mi padre fue llamado al despacho de “Don Roberto” como era conocido el entonces candidato en la empresa.

Mi padre azorado por las bromas de sus compañeros de trabajo quienes le comentaron.

¡Hoy sí Burro!... ¡hoy si te van a echar a la mierda!...

Le dijo su más cercano compañero de escritorio...

Y se fue pensando lo peor. Acudió apesadumbrado a la cita con su director. En el camino entre los pasillos del área de contabilidad y mercadeo, mi progenitor evaluaba las posibles causas de su despido.
 
—Quizás me vieron en algún mitin gritando... razonaba mi padre.
Al tiempo que unas gotas de sudor deambulaban en su frente.
—A lo mejor dijo algo Carlos... se lamentaba mi padre.

Cuando llego a la oficina de don Roberto y se anuncio con su secretaria.

—Buenos días señorita, don Roberto me mando ha llamar, dígale que aquí estoy por favor...
Le notificó mi padre a la asistente, — si señor Rebollo, Don Roberto ya lo va a atender, contesto cordialmente la secretaria, tomo el teléfono y se comunico con él.

Mi padre esperó inmovilizado en la oficina delicadamente decorada con exquisitos y elegantes frescos de pintores, algunos famosos y otros desconocidos. Los rostros de los presidentes aguardan en un puesto especial, atribuido a los fundadores, quienes decoraban el final del pasillo amueblado con sillas lujosas y una librera repleta de volúmenes, en donde destacaban en su mayoría gruesos tomos de alta gerencia financiera y estadísticas bursátiles, números quánticos y todas esas cosas.

Un amable —Pase don Roberto lo espera— rompió aquella exploración de los secretos y las entrañas contables de la Constancia.

A mi padre pareció congelársele la sangre, se levanto y a los pocos pasos diviso al fondo un gigantesco escritorio color caoba, incrustado en una elegantísima oficina llena de lujos y extravagancias propias de la gente de gran alcurnia, sin complejos entró y saludó.

—Buenos Días don Roberto, es un gusto para mí saludarlo, mi padre había iniciado la platica.
—Don Víctor Rebollo, tome asiento por favor, quiere algo de tomar, cafecito, agua, o se le antoja una “cervecita”, le dijo cortésmente don Roberto Quiñónez a mi papá.

Mi padre con toda su fuerza de voluntad dijo “No gracias” a la amable y distinguidísima invitación, aunque su otro “Yo” si hubiese querido agarrar “avión” con un personaje de esa categoría.

—Lo he mandado a llamar señor Rebollo con el único propósito de garantizarle su tranquilidad y su paz en el puesto que ocupa en esta empresa... afirmo de forma tajante al inicio de la plática.
—Como ve he tenido en su primo, al mejor de los opositores, nunca he recibido una ofensa de él hacia mí personalmente, aunque en la política se vale de todo...
—Creo que ha sido una campaña limpia y justa, argumento don Roberto al tiempo que una mirada sincera y benevolente envolvía el rostro admirado de mi padre ante tal anuncio.
 —Muchas gracias don Roberto, de ahora en adelante daré lo mejor de mí...

¡Sorpresas te da la vida!... Así descubriría mi padre al verdadero don Roberto Quiñónez, un hombre de éxito en lo empresarial y en lo humano. Después de una breve charla que se extendió poco más de una hora, mi padre se despidió de don Roberto, un hombre ocupadísimo en sus labores de dirección de la enorme empresa cervecera símbolo de nuestra nación, le estrecho la mano y se marcho. Pero antes de abandonar la oficina don Roberto le dijo...

—Salúdeme al doctor y dígale que triunfara el mejor, el que el pueblo elija el próximo 12 de marzo... hizo una pausa...
—Ese será el alcalde...

Advirtió don Roberto Quiñónez Meza, la opinión de un experto en estadística y las altas finanzas, ahora era como la de alguien que reconoce y acepta las dotes del contrincante. Al final llego a la conclusión que a don Roberto simplemente le importaban más las altas finanzas que la baja política.

Treinta y ocho largos años trabajo mi padre en dicha empresa, fue despedido con honores el día de su retiro, jamás le fue reprochado algo tanto afuera como adentro de La Constancia SA de CV, al contrario, cuenta mi viejo que en esa época fue cuando mejor lo trataron en su empleo.

Su trabajo y su esfuerzo le pagaron con creces al final de su larga jornada en la empresa más grande de El Salvador y todo le fue retribuido con la mejor moneda que hay: el recuerdo perpetuo de su honestidad.

El enfrentamiento politiquero llegó a su máxima expresión, la carrera por las alcaldías y los puestos en la asamblea eran candentes a nivel nacional. El tío Carlos cumpliendo al pie de la letra la agenda establecida, peregrino por los cuatro puntos cardinales de la capital, comprometiendo su carisma y sus dotes de orador en los cientos de mini mítines que la democracia cristiana desarrollaba a lo largo y ancho del país.

De la colonia Atlacat al parque Centenario, luego al barrio de la Vega, el Centro Urbano Libertad, colonia El Roble, cada plaza y parque eran visitados por la caravana verde; así sucesivamente el tío cumplía su labor propagandística en el gran San Salvador, el plan hormiga había dado resultado.

Llego el día de las votaciones, de forma mancomunada las elecciones legislativas y municipales fueron una verdadera batalla en el esquema político salvadoreño, ese día se pelearon escaños parlamentarios y sillas municipales.

Al final del día el PCN se agencio un tremendo triunfo tanto en lo legislativo y municipal, aunque la ciudad capital queda siempre en manos de la ahora Unión Nacional Opositora UNO.

Nuevamente el tío celebraba al final de la calle los viveros, el triunfo se había hecho rutina en la colonia Nicaragua, celebro y al día siguiente asumió de nuevo su puesto al frente de la alcaldía municipal de San Salvador.

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