miércoles, 18 de agosto de 2010

II CAPITULO, LA GUERRA Y SU DESTIERRO


Pero el esquema político de nuestro país en esa época era inestable, los sonados casos de fraude y el exceso de poder del partido en el gobierno, levantaron a un sector de las dos partes de un pueblo inconforme, los oprimidos hicieron el llamado a la insurrección. Entre los militares jóvenes se fraguo un golpe de estado.

El 24 de marzo de 1972, era viernes, mi prima Ana Saidia Rebollo (la mamá de Saidia Palma miss Meso América), celebraba sus quince primaveras, las instalaciones del colegio Médico recibieron esa vez a toda la familia Herrera Rebollo, oriente y occidente se unieron a los Rebollo del centro del país. El tío Rubén llegó desde la lejana ciudad de San Miguel.

Que agraciada se veía Ana Saidia, era como ver un ángel de una escena de “Hadas”, sencillamente bella, como salida de una película de Walt Disney, el baile acompañado con la música de la orquesta de don Lito Barrientos (Q.D.D.G.), hacían brincar hasta al más flácido y tullido de mis primos.

Siempre fuimos fraternos, con mis primos teníamos un equipo de solidaridad, quienes se encargaban de sacar a bailotear a las primas que por sus atributos físicos nadie sacaba a bailar. Así disfrutábamos todos.
El tío Carlos Rebollo Vargas, papá de Ana Saidia, el llamado patriarca de la familia por su longevidad se anima a cantar “Montserrat”, éxito que lo hizo famoso en los años 40´. Y así con su melodiosa voz reviviendo momentos y fiestas del pasado, la vida esa noche lo pació 20 años atrás, y de esa forma el tío Carlitos Rebollo Vargas culmino con una gran actuación el final de la fiesta.

Afuera en la terraza principal, con el panorama de la ciudad de San Salvador en aparente calma al fondo mi tío advirtió a mi padre de los momentos difíciles que se aproximaban.

—La situación en el país esta delicada primo...

—Hay rumores en el ambiente político que al parecer uno de estos días ocurrirá un golpe de estado entre militares jóvenes y la vieja jerarquía castrense... apunto preocupado el tío Carlos.

Al fondo la música. Y Mis primos: Napo, Carlos Atilio, Mario, Quique, mi hermano Edgar y los gritos de mis primas jugando con las vejigas blancas y los despojos de la fiesta, no se daban cuenta de lo difícil de la situación y del tema que se desarrollaba.

La fiesta ha terminado, de regreso a casa la preocupación reflejada en el rostro de mi padre es evidente, la noche será larga y los días interminables.

Sábado 25 de marzo, 2:00 AM. El eco monótono de un DC-8 inunda el cielo de la capital, el ruido proveniente del cielo esconde su origen, su cuerpo esta cobijado en el manto azabache de la noche, mi padre que ya había sido advertido por mi tío de un posible golpe militar vigila los movimientos aéreos desde la terraza de la casa, mi madre le acompaña.

Mientras en nuestras habitaciones duermen mis otros tres hermanos, Carmen, Edgar y el chiquitín José Salvador a quien toda la vida hemos llamado “Chambita” en honor a mi abuelo materno don Salvador Mendoza, primer oficial de la extinta Policía Nacional, quien combatió a la par del Cáp. Manuel Contreras, (abuelo de mi buen amigo Manuel “El Chocolate” Contreras), contra la revolución que intento desbancar al General Maximiliano Hernández Martínez, ambos abuelos súbditos del “Negro” Martínez, como era conocido el famoso militar, combatieron hombro a hombro en una trinchera en las inmediaciones del parque libertad. 

Se replegaron, pulgada a pulgada, con lo que tuvieron se defendieron y al no poder retener la posición, corrieron de regreso hacia el cuartel universal de la PN, el conocido “Castillo”, allí se “Acuartelo” el General Maximiliano Hernández Martínez. La fuerza aérea que exigía la salida de Martínez lanzó severos ataque contra el castillo de la policía nacional, la instalación militar ubicada en el conocido hoy en día como “Mercado cuartel” se unió a la lucha contra la PN. Una bomba lanzada por un avión alcanzo al abuelo.

— ¡Cuidado mi capitán! — le grito un mensajero del área administrativa que vivía en el cuartel general, era un “Cipote listo”, que al ver el artefacto explosivo caer del cielo, en la refriega le dio el grito de aviso al abuelo, este de un salto felino esquivo el estallido de la bomba, pero las esquirlas lo alcanzaron en la cadera, causándole un severo daño, que le acompaño hasta el final de sus días.

Años después de la revuelta militar contra el General Maximiliano Hernández Martínez, el abuelo fue electo alcalde de Chalchuapa. En 1981 ya viejo a los 89 años partiendo leña fue traicioneramente asesinado por individuos armados en su finca entre los cafetos en Turín Ahuchapán, aunque sobrevivió a la revolución, la cobardía había matado al abuelo.

De regreso a los setentas. Hay tensión en el ambiente, la tranquilidad de la noche contrasta con el movimiento de tropas en la capital. Hay alerta en todas las instalaciones militares del país.
Mi padre sigue vigilando el paso del misterioso avión sobre la zona norte de la capital, ya son más de dos horas que el aeroplano sobrevuela las instalaciones del cuartel San Carlos en la colonia Laico y Universitaria Norte, al final de la autopista norte.

De pronto una trazadora disparada por una batería antiaérea ilumina sorpresivamente la oscuridad de la noche, el proyectil con tonalidades al rojo vivo, deja tras de sí un camino luminoso “trazando” literalmente su ruta hacia el misterioso avión, después del tiro de advertencia la silueta del gigantesco aeroplano se aleja precavidamente de la zona. Ya se hizo el primer disparo, la batalla ha comenzado.

Apresuradamente mis padres nos despiertan, la posición de nuestra casa en lo alto nos deja en desventaja del fuego perdido o las balas dispersas. Adormitados nos trasladamos a la primera planta de la casa, bajo la mesa del comedor mi padre nos acomoda en un gran colchón a donde amanecimos ese sábado 25 de marzo de 1972.

A pocas cuadras de la casa, la rebelión cobra las primeras bajas, una pareja de Guardias Nacionales son ametrallados en las cercanías a la Universidad de El Salvador a inmediaciones del hospital para niños Benjamín Bloom, elementos de tropas provenientes del cuartel San Carlos forman un perímetro de seguridad alrededor de las instalaciones militares, por ser una brigada de artillería, también colocan armas antiaéreas y un cañón de 125 milímetros a la entrada del cuartel como señal de fuerza.

Los primero rayos de sol descubren un país ensangrentado, el golpe militar esta ya en proceso, el esquema aunque confuso marca a los dos principales cuarteles de la capital el San Carlos y El Zapote como rebeldes, el primero como antes he descrito en las cercanías a la Universidad de El Salvador y el segundo en las cercanías a casa presidencial en el barrio San Jacinto al sur de San Salvador. La fuerza aérea salvadoreña FAS se mantiene leal al presidente Sánchez Hernández.

Con el sol ya en el teatro de los hechos aparecen los ataques aéreos. En la capital los combates entre efectivos militares y guardias nacionales arrecian en los contornos de la colonia Atlacat y la 29 calle, las balas y la muerte zumban en las calles y avenidas de San Salvador.

7:00 AM. Temprano en la mañana una pareja de aviones de combate del tipo P-51 Mustang arremeten contra el cuartel San Carlos, las antiaéreas truenan tras la silueta del avión atacante, éste evadiendo el fuego de bala viva y tras una larga pirueta en busca de la perspectiva correcta para lanzar sus bombas, el P-51 otrora gran héroe de la II guerra mundial toma posición en lo alto del cielo de la capital.

Los techos de la población inocente al conflicto giran al compás de los instrumentos que abordo del Mustang auxilian al piloto. Adentro de la nave las fuerzas “G” y las atmósferas de presión invaden la cabina del piloto militar. Afuera hay bolas de fuego que luego se convierten en humo negro a su alrededor. El ángulo de tiro esta tomado, el piloto en lo alto con el sol a sus espaldas, el brillo del astro rey dificultara en el suelo a los artilleros en las maniobras de protección del cuartel y el fuego antiaéreo defensivo.

—Pájaro uno a líder, en estos momentos voy a lanzar el ataque... hissss... hissss... una monótona interferencia es interrumpida por la orden del líder, quien contesta con un grito ¡Ataquen!...

—Copiado... cambio y fuera...
El Mustang lanzándose en la ya conocida maniobra aérea ofensiva de la “caída de la hoja”, se tira en picada, el piloto afinaba la mira y ajusta la puntería, el fuego es nutrido. Pero por el miedo de fallar en el “encargo” y afectar a la población civil inocente, el piloto aborta la misión en el último momento. Estabilizando el avión producto de la caída en picada, el piloto angustiado ahora busca una ruta de escape del nutrido fuego antiaéreo que le roza y cubre peligrosamente por todos lados, en busca de la salvación, el avión camuflado roza los techos de las casas y huye hacia el occidente, el fuego de las baterías antiaéreas le siguen a milímetros.
Yo parado en una lomita cerca de la casa he visto todos los acontecimientos, el avión huye hacia nuestra dirección, el ruido ensordecedor de su motor acelera al tiempo que eleva la punta, el fuego de la artillería antiaérea estuvo cerca, el Mustang se escapa rumbo al volcán de San Salvador.

Mientras el otro avión aprovechando que el fuego antiaéreo se concentra en su compañero de alas, arremete contra el San Carlos, como puede, intenta entrar a la zona. Pero es rechazado por el rugido de los dragones del fuego antiaéreo. A gran distancia sin efectividad alguna el piloto suelta dos artefacto explosivos de 500 libras cada uno, un silencio tenebroso acompaña los dos bultos oscuros que se dirigen al cuartel y sus alrededores. De presto la tierra se sacude pocos segundos después, una columna de fuego que se convierte en humo se levanta en el horizonte, una ensordecedora explosión rompe el ambiente… Pero las bombas no dieron en el blanco. Las calles y casas vecinas sufren los estragos de las explosiones.

De pie en la lomita, petrificado observo la batalla como si fueran tomas de una película de guerra en vivo de los lamentables acontecimientos, que sangro hermanos de una misma patria, de una misma bandera, de un mismo suelo.

09:00 AM. Entre tanto una patrulla de soldados del golpista cuartel San Carlos atendiendo una orden del militar sublevado Coronel DEM Benjamín Mejía y la inteligencia militar, se aproxima a la casa del entonces aún presidente de la republica General Fidel Sánchez Hernández situada a pocas cuadras del cuartel San Carlos en la colonia Laico, “Tapón” esta allí, el Coronel Antonio Núñez conocido por su negro humor es el encargado de detener al General Sánchez Hernández.

El Coronel Núñez llama a la puerta, “Tapón” abre, el Coronel Núñez con un tremendo “Tap´s” se cuadra y saluda a su superior...

General Sánchez vengo a capturarlo...

—Y de acuerdo a los protocolos militares de los tratados de Ginebra se le respetara su rango, su integridad física y la de su familia...

Anunció el Coronel Núñez, puesto que tratándose de un militar de mayor rango debía respeto tanto en lo militar como en lo presidencial y aún más como líder de las fuerzas armadas.
— ¡No me toque Coronel!... apunto molesto el General Sánchez Hernández...

— ¡Veni para acá enano hijo de puta!....

Y tomándolo del cuello el Coronel Núñez capturo personalmente al máximo líder de las fuerzas armadas de El Salvador.

Afuera de la residencia de “Tapón”, algunos vecinos se acercaron al recién capturado y supuestamente depuesto presidente, el General Sánchez Hernández, quien al parecer no era muy amigable que digamos, pues muchos de sus vecinos salieron a increparle y expresarle todo el odio hacia su diminuta persona.

— ¡Así te quería ver Tapón desgraciado!... Le grito el publicista Payin Imendía cuando el General Sánchez Hernández era conducido a bordo de un Jeep militar.

A pocas cuadras, corren verdes olivos con su vida en temor, la batalla por el control del centro de la capital era feroz, La policía Nacional (PN) y la policía de hacienda (PH) se mantiene al margen de los combates, aunque también sufrieron en carne propia los efectos del conflicto, el antiguo edificio del telégrafo, el correo y el castillo de la policía nacional entre otros habían sufrido el nutrido fuego de metralla en sus portales y ventanales.

Pero faltaba lo peor. Nunca recuerdo, he visto algo más confuso en mi vida, era como una “Babel” de fuego, nadie sabía lo que hacia, era una guerra de todos contra todos, y lo peor de todo con un pueblo inocente en medio.

10:00 AM. A media batalla llegue a la casa del tío Carlos a unos doscientos metros de la mía, le vi afligido, pegado a su pequeño radio a transistores sintonizando el dial buscaba afanosamente las noticias que las radiodifusoras lanzaban al aire, en una de ellas escucho al Ing. José Napoleón Duarte lanzar proclamas a favor de la rebelión.

— ¡Tiren clavos a las calles, apoyemos la sublevación, es hora de que el pueblo tome el poder!... Fueron algunas de sus intervenciones al micrófono.

Hay quienes afirman que Duarte actuó solo por codicia, otros dicen que a pico de pistola fue llevado a la emisora y persuadido a lanzar los mensajes radiales. Pero no. Su sed de poder lo llevó lejos.

En las instalaciones del antiguo edificio de ANTEL cerca de la calle Rubén Darío, un grupo de militares golpistas atrincherados en su interior proclamaban su naciente victoria. El Ing. Napoleón Duarte se ha unido a la confusión y lanza desde allí sus discursos revolucionarios que incitaban al pueblo a apoyar el golpe de estado. Este acto le cuesta caro a Napoleón Duarte quien es capturado por la Guardia Nacional, cuando una tanqueta de la Guardia Nacional arremetió contra la entrada principal de ANTEL. A puro fuego y metralla, y con el apoyo de la infantería, el portón principal de la sede de telecomunicaciones más importante del país fue derribado y en pocos minutos el edificio tomado. El ingeniero José Napoleón Duarte fue torturado y deportado a Venezuela. Cuatro dedos de su mano izquierda son cortados debido a lo duro de los interrogatorios. Tras unos años en el exilio regresó y fue presidente de El Salvador. Aún no se si triunfo al final o perdió lo que gano; Cuando condujo al país, a la corrupción y al despilfarro publico, peor que los gobiernos militares que le antecedieron.

Al final de la mañana, nadie sabe la verdad, lo único cierto es que el país se desangra, y la democracia se desquebraja. Las balaceras se incrementan al pasar de las horas.

13:00 horas. Una de la tarde, el sol esta en su máxima altura y resplandor, esto da ventaja al ataque en picada de los Mustang. Tanto la tropa del cuartel San Carlos y del cuartel Zapote han rechazado y resistido efectivamente los ataque aéreos, pero las municiones se agotan, hay heridos y cansancio, no obstante la moral es alta entre los golpistas.

14:00 horas. Una segunda oleada de aviones atacan sincronizadamente con fuego de metralla ambos cuarteles, el tableteo de las antiaéreas se deja escuchar nuevamente, un Mustang se ha colado por el lado occidental del cuartel San Carlos, vuela bajo, al parecer no lo han detectado, el piloto en la cabina arma las bombas y quita los seguros, espera el tiempo necesario y alzando levemente la altitud del avión encuentra ángulo de tiro y lanza las bombas.

Ya liberadas nuevamente los dos bultos negros gravitan silenciosamente durante varios segundos entre las alas del avión y el punto de impacto, el piloto al constatar que el bombazo es obvio sobre el cuartel, realiza un “Rizo ascendente” hacia el sol que lo tapa y le ayuda a escapar del fuego antiaéreo. Las bombas viajan por los aires. Ese silencio aterrador vuelve.

Hoy desde la terraza de la casa con mis hermanos vemos inmóviles como las bombas se deslizan entre el viento y el cielo, pasan la cortina del bosque de acacias aledaños al inmueble del Ex IVU y se pierden entre el horizonte compuesto por los edificios de odontología y medicina de la Universidad de El Salvador, tras unos breves segundos una doble explosión sacude el cuartel y sus contornos, las bombas esta vez si dieron en el blanco.

En la atalaya del gariton sur, al costado poniente del cuartel San Carlos. Un artillero empapado en sudor con su uniforme sucio, el cuerpo impregnado y ennegrecido por la pólvora, observa con impotencia como las dos bombas se aproximan, la cadencia de disparos de su batería antiaérea no disminuye, el Mustang se eleva, las trazadoras no alcanzan la silueta del avión que se contorsiona en el cielo en busca de la salvación, finalmente el brillo incontenible de la luz del sol lo cubre y resguarda, el Mustang se ha escapado.

— ¡Cuidado viene Bomba! Grita el soldado, quien se lanza al vació desde la torre en busca de salvarse de la explosión...

Un terrible trueno acompañado de humo, polvo, escombros y fuego, cae del cielo, una de las bombas a hecho contacto con las áreas administrativas del cuartel San Carlos. Después del retumbo hay gritos lastimeros de dolor, sangre y cuerpos destrozados. Las escenas son conmovedoras, como en toda guerra hay sufrimiento.

El otro artefacto cayó en las canchas de fútbol adyacentes al cuartel, aunque no causo daños personales en el inmueble militar, muchas de las casas civiles de la zona si sufrieron averías en los techos, paredes y ventanales.

Otro grupo de Mustang ataca el cuartel Zapote, la cortina del fuego antiaéreo no permiten a los pilotos de la FAS acercarse lo suficiente para un bombardeo efectivo, es por ello que muchas de las bombas lanzadas no dieron en el blanco, unas cayeron en el hogar del niño (vaya puntería), que para suerte de los infantes ya habían sido evacuados. Otras abatieron el círculo estudiantil o “Polvorín” a pocos metros del cuartel Zapote en su costado sur, dañaron la piscina y gran parte de las instalaciones deportivas.

Hay quienes afirman que aviones Mustang y pilotos guatemaltecos o panameños prestaron sus servicios en dicho golpe de estado, como un pacto entre militares en la región, quizás es por ello de las grandes equivocaciones y desaciertos en los bombardeos antes descritos, ¿cómo confundir el cuartel Zapote con el hogar del niño?... “Vaya usted a saber” como dice el locutor deportivo Eugenio Calderón....

Pero el poderío militar de la Fuerza Aérea Salvadoreña se manifestaría en las próximas horas. Haciendo una evaluación de los ataques, el alto mando de la FAS ordena a sus mejores pilotos lanzar una nueva ofensiva contra ambos cuarteles, la batalla debe decidirse pronto, antes de que caiga la noche.

La tropa en los cuarteles esta agotada, el duelo ha sido duro, pero resistirán hasta el final, cumpliendo de esta manera con el afamado dicho de “Sangre, sudor y lagrimas”, el verdadero decálogo del soldado salvadoreño en ese momento era “Vencer o morir”. Aprovechando la caída del sol, los mejores pilotos con bombas más fuertes se lanzan al ataque final, los cuarteles San Carlos y “El Zapote” se mantiene en pie de lucha, las últimas horas serán sangrientas.

16:00 horas. Levantan vuelo 4 Mustang, dos se dirigen al San Carlos y otros dos al “Zapote”, mientras los Mustang que atacan el San Carlos son recibidos con una mínima resistencia, los dos que atacan al “Zapote” son recibidos con una nutrida carga de fuego antiaéreo. Ambos pilotos tienen dificultades para alcanzar sus objetivos.

Pero una noticia que cambiaria el curso de los acontecimientos esta por llegar. Después de soportar los más feroces ataques aéreos y de contribuir con una enorme cuota de sacrificio por parte de sus soldados, el cuartel San Carlos se ha rendido, ahora la lucha se concentra contra el cuartel “El Zapote” a donde se refugia el Coronel Benjamín Mejía.

Un hecho no registrado por la historia y negado por ambas partes fue, que después de la rendición del San Carlos, cuando la tropa descansaba en las inmediaciones del patio central de dicho cuartel, un avión al parecer de esos “internacionalistas”, ametrallo y mato cobardemente a un puñado de valientes soldados que descansaban en los jardines del cuartel San Carlos, los soldados nunca esperaron tal ataque, eso fortalece la teoría que hubo pilotos extranjeros en la refriega, la pregunta ¿porque fallaron tanto las comunicaciones y porque se dieron esos enormes errores cartográficos en los bombardeos?.
Y así con un cuartel vencido y otro que negaba a rendirse, la última hora de la rebelión estaba por llegar a su fin.

17:00 Horas. Cuatro Mustang enfilan sus armas hacia el cuartel “El Zapote”; hoy en día convertido en un hermoso museo de la historia militar de El Salvador. Las baterías antiaéreas tartamudean al escupir fuego y metal a los Mustang.

Mientras en la atalaya sur, en dicho gariton que estaba ubicado al frente del círculo estudiantil, dos artilleros defienden a capa y espada la guarnición militar. Son Pedro y Juan (nombres ficticios), uno alimenta con gruesos cartuchos de bala antiaérea la enorme maquina bélica que busca ansiosa las silueta de los Mustang beligerantes.

Como una enorme serpiente metálica los cartuchos negros con ribetes amarillos y rojos son devorados por las tres bocas que dispara la antiaérea, Juan el artillero y Pedro el cargador, ambos sincronizan sus movimientos y se complementan en perfecta armonía, sus horas de entrenamiento y practica están dando resultados, la mística castrense es un hecho.

—A la derecha Juan, por allí viene uno...
—No lo veo... contesto el artillero.

Mientras apretaba el dedo en el gatillo, tratando de espantar un Mustang que se aproximaba por el lado de los planes de Renderos.
— ¡Yo sé que allí va uno vos!... le increpo Pedro a Juan nuevamente...
— ¡Veamos pues!, Contesto Juan el artillero. Quien girando la maquina hacia su diestra. Descubre una figura oscura con sus dos alas parapetadas entre las sombras de las colinas al sur de la ciudad que emergían repentinamente y se convertía en una amenaza latente sobre las instalaciones del Zapote.

— ¡Allí esta!... grito Pedro.
— ¡Ya vi a ese desgraciado... acoto Juan el artillero.
— ¡Cámbiame la ronda!, Grito al armero.

Pedro un experto dispensador de balas, ágilmente aprovisionó de nuevo la antiaérea con una larga fila de proyectiles explosivos, los monto en el cerrojo de la antiaérea y le golpeo el casco a su compañero en señal de que la maquina estaba preparada. — ¡Listo!... —le grito Pedro.

Entre ruido de metralla, bombas cayendo, balas perdidas, humo, fuego, sudor, olor a pólvora, Juan recargo el arma.

— ¡Hoy si maldito “Venitepa´acáhijueputa” grito Juan mientras hacia sonar nuevamente el espanto de las tres bocas de su cañón antiaéreo escupiendo fuego y plomo.

El avión “banqueo” hacia su izquierda tratando de amparase en los últimos rayos de sol del día, la metralla del avión contesta su fuego y les lanzo una bomba.

Miles de pedazos de hierros y cemento blanco saltaron a su alrededor, entre la confusión y la otra recarga de balas Juan descubrió que su gran amigo y camarada de combate Pedro el dispensador caía mortalmente herido producto del impacto de una esquirla en su pecho. Corrió hacia él y lo abrazo, al ver el estado de su compañero le grito.

— ¡Pedro...! ¡Pedro...! estas bien hermanito...
Su exclamación se perdió entre los estruendos de la conflagración y los gemidos de su compañero en armas.

—Me duele el pecho Juan... Le dijo en un chillido ahogado por la sangre que brotaba de su boca.
—No te rindas Juan... Nunca te rindas... le susurra Pedro a su querido amigo, al tiempo que un ultimo suspiro despidió su enorme sacrificio, después de 14 horas incesantes de combate, Pedro el valiente soldado descansaba al fin.

Juan monto en cólera, y acoplando el sólo la maquina bélica volvió su mirada fija al avión que en picada trataba de bombardear nuevamente el cuartel.
— ¡Hoy sí pajarito...! —se dijo así mismo.

Y emprendiendo de nuevo el fuego antiaéreo, Juan logro darle alcance y acertarle en repetidas ocasiones al Mustang y desviarlo finalmente de su objetivo. El Mustang mortalmente herido dejo una estela negra de humo tras de si, y se escabulló sobre la ciudad de San Marcos entre el cerro de San Jacinto y la “Loma Larga” rumbo al aeropuerto militar de Ilopango, la aeronave fuera de combate realizo un aterrizaje forzoso en la pista, un piloto mal herido fue bajado del Mustang y trasladado de urgencia al hospital militar.

Pero los tres aviones que restan pretenden infructuosamente penetrar el cerco de fuego del cuartel “El Zapote”, después de varios intentos fallidos, hay uno que logra llegar al perímetro de lanzamiento efectivo.

Bordeando la cadena montañosa de las lomas de Candelaria en el sur de San Salvador, el avión se pierde momentáneamente entre los tonos oscuros de las lomas de Montserrat, un banco o giro de 20 grados a la derecha pone en la mira del piloto su objetivo, el fuego enemigo es disperso y poco certero. Afinado la puntería, el piloto mantiene la calma, sabe que en pocos segundos su silueta será descubierta y allí estará el verdadero peligro, y así fue.

—Atención Base aquí AS-1, voy a lanzar el “encargo”— el piloto esta a pocos kilómetros, las luces que provoca el fuego antiaéreo se incrementan alrededor del caza y lo sacuden violentamente.

— ¡Lánzala... lánzala... te van a dar...! Se escuchaba repetidamente en el radio que comunicaba a los pilotos entre si.

—Espérate... Aun no, falta un poco, le repitió el AS-1 a su compañero...

Con una paciencia de Santo, el experimentado piloto AS-1, tomo el bastón de su Mustang, afino la mira y su puntería, armo las bombas y verifico que los seguros de estas quedaran liberados, la vida de miles de inocentes civiles estaba en sus manos y su destreza.

17:30 horas. Abajo en el cuartel la tropa trataba de diseminar el ataque aéreo, ahora el trío de Mustang sobrantes ponía en serios aprietos a los soldados en sus garitones, más abajo en un refugio antiaéreo el Coronel Mejía y otros militares golpistas analizan la batalla.

—Creo que llego la hora de decidir Coroneles, dijo el Coronel Mejía.

— ¡No creo que podamos defender las posiciones, debemos rendirnos!... reclamo airado otro militar al Coronel Mejía.

—Coronel usted no esta aquí a la fuerza...
—Si quiere ríndase usted solo y trate de llegar vivo a la puerta de este cuartel, si es que los mismos soldados no lo matan...

—Porque. Por si no se da usted cuenta, aquí han muerto muchos valientes, y nadie aquí entre la tropa se ha quejado...

Le advirtió el Coronel Mejia al otro militar sublevado. Avergonzado de esta forma el militar no tuvo mas remedio que someterse a la férrea disciplina castrense.

17:31 horas. En el aire, el Mustang ha logrado fijar su objetivo, el polvorín del cuartel es ahora su misión, de esta forma intentaría volar en mil pedazos la instalación insurgente.
Hoy si lanzare la bomba, grito el AS-1 a su base.
Confirmado... le respondieron.

Y maniobrando el Mustang a su antojo logro soltar dos gigantescas bombas de 500 libras cada una, que viajaron sigilosamente entre los cielos de la colonia Costa Rica y la colonia Nicaragua.
Abajo Juan el artillero intenta cambiar otra ronda de su antiaérea, pero la maquina esta atascada y sobrecalentada, el combate ha sido recio y la antiaérea esta inutiliza, Juan se da cuenta del ataque del Mustang, toma el cuerpo de su amigo y se lanza del gariton sur occidental del cuartel Zapote, cae a tierra y corre con el cuerpo de su compañero en posición de “Bombero” y se arroja a una trinchera.
Las bombas acompañadas por ese característico silbido que anuncia la llegada de la muerte a la escena, inunda el ambiente, el sonido del chiflido se incrementa ensordecedoramente y tras unos escalofriantes segundos un gran estallido sacude al cuartel Zapote.
La onda expansiva hace destrozos al interior del mismo matando a soldados y personal militar, las casas de la colonia Nicaragua tiemblan y Los animales del parque Zoológico nacional se estremecen por la vibración y el tremendo sonido.

Finalmente. Al disiparse el humo y el polvo producto de la explosión el gariton y parte del ala sur del cuartel han desaparecido, Juan logro ponerse a salvo.

Abajo en el bunker sin energía eléctrica después de la gran detonación. Los oficiales rebeldes están a punto de llegar a una conclusión.

—No hay salida... argumento finalmente el Coronel Mejia.
—Perdimos, tendremos que capitular...

Un silencio sepulcral inunda el ambiente enrarecido por el humo y el olor a cigarro. Un soldado llega apresuradamente y dice.

—Mi Coronel... Le entrego un papel y le expuso...
—Le doy parte que hemos sido alcanzado por cuatro bombas, hay heridos y muertos, no hay energía eléctrica, ni agua potable.
—Las balas escasean, concluyo el parte militar.
—Puede retirase... le ordeno el Coronel Mejía.
El soldado dio media vuelta y se marcho.

—Caballeros, tendremos que rendirnos, hay una orden superior que dice; “Que si no nos rendimos... bombardearan el cuartel aunque se pierda medio San Salvador”...
Los rostros de los militares palidecieron. El capitular significaba una corte marcial, la baja deshonrosa, el castigo y hasta el fusilamiento.

—Fue un honor combatir a su lado... Le dijo un militar joven al Coronel Mejia.
—Gracias señor oficial, lo mismo digo yo...

Acto seguido se dirigió con paso elegante hacia la puerta y antes de abandonar la oscura sala les indicó.
—No se preocupen, yo asumiré toda la responsabilidad...

Cerró la puerta y se fue a conversar con la tropa que aun se defendían del ataque aéreo.
— ¡Sargento necesito un radio!... Grito el Coronel.

De inmediato recibió un tipo “Walk&talky” y se comunico con el Estado Mayor.
 
—Por favor comuníqueme con el General Torres o con el “Chele” Medrano... Un minuto después el mensaje era contestado.

—Benjamín... Soy Torres... ¡Hable!...
—Le doy parte General que nos rendimos, que solo pedimos que nos traten como militares y que tengamos un juicio justo.

—Aquí hay un solo responsable de esto General... ese soy yo... Agrego el Coronel Mejia...
—Copiado... Espere Instrucciones para el desarme y la debida supervisión...
Así el ministro de defensa aceptaba la rendición de los militares golpistas.

Coronel Mejia... se escucho en la radio.

—Mande General... contesto Mejia.
—Lo felicito... es usted un gran soldado, nos mantuvo a raya...
—Gracias General... y finalmente se cerró la comunicación.

18:00 horas. ¡Sánchez Hernández! Retomaba el poder, y entre las anécdotas que se diseminaron rápidamente entre los rumores del pueblo, fue la salida presurosa del país del empresario y publicista Efraín Imendía, quien a la hora de la captura del presidente de la republica el General Fidel Sánchez Hernández en la colonia Laico, había salido a increparle a “Tapón” su poca o casi nada simpatía por él. Apresuradamente, tomando dos maletas y dejando a sus hijos y esposa a cargo de la empresa de publicidad, tomo el teléfono y se comunico con un amigo.
 
—Edgardo Necesito con urgencia un favor suyo —le dijo vía telefónica don Efrén al periodista Edgar Cuellar.
Venga estoy en la casa...
—Ya llego don “Payin” —contesto el comunicador...
Y tomando su vehículo se traslado presurosamente a la colonia Laico, las balas aun sonaban y no toda la tropa estaba acuartelada, el olor a fulminante aun permanecía en el ambiente, don Edgar Cuellar, no tardo más de siete minutos en llegar a la casa de don Efrén, vivían cerca, se estaciono y marcho rápidamente hacia la puerta.

“Petruscka” la perra del publicista temblaba de miedo por el traqueteo de las ametralladoras le recibió. En ese instante don Payin Imendía abandonaba su hogar, con ambas manos ocupadas entre maletas, documentos y portafolios, don Payin le pidió de urgencia que lo llevara a un lugar seguro.

— ¡Puta Edgardo yo hasta puse una silla en la calle y salí a “joder” a “Tapón” cuando lo llevaban arrestado... Y ahora mismo esta de nuevo en el poder, ¿qué hago?
—consulto exaltado don Efrén a don Edgar.

—Hay que buscar un lugar seguro— y meditando algunos segundos le dijo — ¡Ya se... Lo llevaré a la embajada de Panamá, allí lo protegerán!

Conduciendo velozmente entre retenes militares, barricadas de fuego, humo y llamas, las manos de don Edgar sudaba abundantemente. A la altura de la Universidad Nacional algunos buses ardiendo y con las llantas desinfladas testificaban de lo duro de la refriega, pero en pocos minutos logró llegar a la embajada de Panamá, ubicada en la colonia Santa Fe a pocas cuadras de mi casa.

Llamaron ruidosa y en repetidas ocasiones a la puerta de la sede diplomática canalera y nadie contesto. A los minutos una débil voz proveniente del interior de la embajada que se identifico como el vigilante advirtió que la sede estaba vacía.

—No hay nadie—...Se dejo escuchar un grito al interior de la embajada panameña.
— ¡Maestro necesitamos que nos deje entrar!—... gritaron preocupados don Payin y don Edgar.
—Vienen hasta el Lunes— aclaro un baladro desde el interior. 

Era el vigilante, quien nunca imaginaba el angustiado momento que Vivian afuera ambos comunicadores.
Y como no abrían ni se tenían visos de que el vigilante accediera a la petición de asilo, don Edgar le comentó a don Efrén.

—Mire don Efrén aquí la única solución es que se brinque el muro de la embajada, de otra manera no podrá esperar hasta el lunes y venir a pedir ayuda....

Y lanzando las maletas vía aérea sobre la puerta de la casa diplomática, y agarrándose de lo que pudo, don Efrén escalo los 2:30 metros del portón y con el socorro de don Edgardo Cuellar que lo empujaba por las posaderas y talones, el publicista logro entrar a la sede diplomática, le explico su situación al vigilante y pidió asilo político a Panamá, lugar que seria su nuevo país y el destino final de su creatividad y sus jornadas.

Hasta haya llegó don Efraín Imendía evitando una posible represión o venganza de su vecino y no muy amigo Fidel Sánchez Hernández, “Tapón”. De su ingenio nació la famosa frase... “Panamá es más que un canal”.

18:30 Horas. La metralla se silenció. La batalla había terminado, cientos de vidas útiles habían perecido en la contienda, una paz quebradiza gobernaba de nuevo en el país.

Y así. Aunque en el país reinaba una supuesta calma, muchos de los involucrados en diferentes actos “ponían pies en polvareda” o dicho en otras palabras buscaron refugio o amparo entre las embajadas y las organizaciones humanitarias, después del fallido golpe de estado muchos civiles temieron por sus vidas y por sus familias. Pero para algunos el calvario apenas comenzaba.

Esa misma tarde el tío absorbido por sus responsabilidades, llega a su despacho, atendió los asuntos de mayor urgencia y se desplazo hacia la sede de la policía municipal, a donde se dio cuenta que en un hecho lamentable, el ing. Duarte había ordena “combatir” a la par de los soldados rebeldes del cuartel Zapote a un numero no determinaos de agentes municipales, saltándose de hecho la autoridad del Alcalde que era mi tío, algunos reos huyeron durante la refriega al quedar vacía la sede policial, Inspecciono los daños y se marcho. El tío viaja de inmediato al cuartel Zapote, saco a los agentes con instrucciones precisas de ir a la delegación policial municipal, de esta forma también el tío Carlos era ligado al golpe de estado, por la imprudencia del ex alcalde y ex candidato presidencial, la sed de poder ofuscó al Ing. José Napoleón Duarte.

Al salir del Zapote camino a su residencia, se desvía hacia las instalaciones del cuartel San Carlos, el Toyota corona negro con placas que identifican al tío como el alcalde de la capital llega al portón sur del cuartel.

Personal de inteligencia militar y de la policía militar (PM), que asisten la entrega de armas y la rendición lo observan al llegar.

La visita del tío Carlos al fortín obedece a una solicitud hecha por un militar de alta jerarquía del cuartel San Carlos que buscaba solucionar la identificación y posterior sepultura de los soldados caídos en el combate, y el tío en calidad de alcalde poseía la autoridad de agilizar algunos tramite burócratas o de tardados procesos administrativos, a demás había que citar al personal de oficinas; es domingo y las alcaldías no trabajan ese día.

Antes de subir la pluma de seguridad el carro se detiene, un militar se acerca y pregunta.
 
— ¡A que se debe su visita señor!.. Le interroga un soldado en la entrada de la guarnición.
—Soy el alcalde y he recibido una solicitud del Coronel Núñez, al parecer tiene problemas para enterrar unos soldados muertos— contesto el tío.

—Permítame voy a pedir instrucciones— el pequeño soldado dio media vuelta se fue a una oficina fuertemente fortificada y tras unos minutos de consultas vía radio, teléfono y ante la insistente mirada de los verde olivo, el soldado al fin regreso. El militar corriendo con una tablita en la mano izquierda y su fusil G-3 en la otra le dijo. Al identificarlo, por órdenes superiores maliciosamente le permiten la entrada.

—Pase, estacione el vehículo allí a donde dice “civiles” y sígame... fueron las cortas pero claras palabras.

Unos ojos negros ocultos a medianía por la gorra del tipo camuflada coronaba el porte de un soldado criollo, era menudo de cuerpo, no muy musculoso ni opulento como un “Marines”, pero algo había en el que complementaba su excelencia militar, su elegante porte, su ajustado y pulido uniforme de combate lustrado desde las botas al fusil, el perfilado de los relucientes broches de su uniforme hablaban de un disciplinado hijo del dios Marte.

Mi tío lo siguió, caminando entre los pasillos, y sin poder impedirlo, observo los grandes y considerables daños ocasionados por las bombas al cuartel, soldados heridos en camillas de campaña con bolsas de suero colgadas a la par de sus lechos, sangre derramada y paredes impregnadas por el liquido de la vida, trozos de uniformes desgarrados diseminados por las áreas mas afectadas del ataque, hay moscas y mal olor en el ambiente, la tropa esta desmoralizada y desarmada, lo peor que le puede acontecer a un militar. De pronto...

—Carlitos... Carlitos... — se percibieron unos gritos al fondo.

Era el Coronel Antonio Núñez el encargado de arrestar a “Tapón” en su casa. El Coronel Núñez era un buen amigo del Dr. Herrera Rebollo, además vivía en la colonia Liberad, a pocos metros de la casa del tío, eran vecinos y amigos.

—“Toñito” como estas— le expresó mi tío, al tiempo que un abrazo fuerte consolidaba su amistas.
—La “Cagamos”, no pudimos dar el golpe... acoto con un aire de tristeza el Coronel Núñez.
—Lo importante es que estas bien— le contesto el tío Carlos.
— Se va a poner “yuca” la situación, creo que Benjamín y yo vamos a salir sorteados en este asunto—
—Pero vas a salir bien, te lo aseguro— el tío daba el respaldo a su amigo, pero ese fue su pecado, el abrazo a un amigo. El Coronel Núñez acompaño y solicito lo antes requerido en sus funciones como alcalde y amigo, después de una estadía de media hora el tío abandona las instalaciones militares y se marcho a su casa.

Llega el silencio del “Toque de queda” y tras una noche en relativa paz, los rayos del astro rey en la mañana del domingo 26 de marzo de 1972 despertaron un San Salvador diferente.
Los militares líderes del levantamiento habían sido capturados, los soldados acuartelados, paracaidistas apertrechados hasta los dientes y unos escasos policías nacionales patrullaban las calles y avenidas del gran San Salvador.

Las horas pasan. Poco a poco el país fue descubriendo los verdadero efectos de la batalla, el gasto publico en pertrechos de guerra nunca fue informado a la nación, la cifra de muertos jamás fue publicada, los daños a las guarniciones militares las pago el pueblo con sus impuestos, el Ing. José Napoleón Duarte había viajado a Venezuela, exiliado, después se supo que el Coronel Arturo Armando Molina al enfadar a sus captores con amenazas se había “orinado” cuando estos casi se disponían a ejecutarlo a balazos en el cuartel El Zapote mientras era custodiado por un estudiante universitario de la AGEUS simpatizante del Coronel Benjamín Mejia. Sin olvidar por su puesto, el salto de altura de don Efraín Imendía en la embajada de Panamá.

Y como suele pasar en nuestro país, el lunes 27 amaneció como si nada había sucedido, todos a los trabajos a producir, como si nada mi padre conducía su pequeño Toyota color mostaza entre las calles del centro capitalino. Al llegar a la esquina de ANTEL en la calle Rubén Darío, a un costado del almacén “la nueva milagrosa”, las fachadas y la mampostería del grisáceo edificio administrativo estaban perforadas por miles de disparos, una perversa curiosidad se convertía en un deseo por ver más, una emoción por la guerra invadía mis sentidos al tiempo que edificios como el Darío, el Correo, el Banco Hipotecario, el palacio nacional, la misma catedral y su eterna construcción, habían sido blancos de los disparos y la batalla propia.

Yo. De cara al vidrio que separa las imágenes de mi vista, busco afanosamente en cada detalle los efectos de la guerra, ¿De qué calibre es ese hoyo que esta allí...? De ¿cómo fue el ángulo de tiro?, ¿Adónde estaba el que dispara para acá?, Y así formando un esquema de los entornos en el doméstico centro capitalino, en mi infantil teoría doy con el resultado que el centro una vez más había sido el escenario sangriento de una contienda ilógica y cruel. Al llegar al cuartel de la Policía Nacional en lo alto del barrio la Vega y San Esteban, descubro asombrado la cantidad de agujeros que tiene la fachada principal del inmueble policial. Desciendo del coche, mi padre me despide con un beso, mi hermano mayor me toma de la mano y me conduce hacia la escuela San Alfonso, nuestro centro de estudios. Entre los gritos de mis compañeros en los recreos y la férrea disciplina de los Hermanos Maristas la vida vuelve rápidamente a la normalidad. Los días en el tercer grado pasaron rápido.

Entre una ilusoria quietud la situación política era inestable, se anuncia un juicio a los militares golpistas y otros civiles cómplices de la revuelta. Muchas de las instalaciones publicas están militarizadas, tanquetas en el paseo independencia y en los contornos a los puestos de mayor importancia son colocadas día y noche, la tropa se mantiene atenta para aplacar cualquier situación anormal.

Llego el mes de abril y sus cálidos vientos. Aprovechando una invitación y la supuesta tranquilidad del ambiente nacional, el tío planea una excursión a los Estados Unidos de América y por ser miembro de una sociedad Salvadoreña-norteamericana denominada “De pueblo a pueblo”, organiza un viaje, el punto de llegada la ciudad de Miami Beach. 

Dicha organización atendía y trasladaba por algunas semanas a grupos de estudiantes y familias salvadoreñas a un hogar postizo en diversas zonas de la gran nación norteamericana. A su vez el doctor Herrera Rebollo es invitado de honor por la alcaldía de Miami, el tío-alcalde atiende el ofrecimiento y viaja con su familia a mediados de abril.

El tercer fin de semana de abril del 1972 llegó, tras varias demoras y cancelaciones del vuelo, que habían hecho llorar a mis hermanos, ya que ellos también viajarían en dicha excursión, por fin se confirma la salida del avión comercial hacia Miami Florida. Es un sábado, lo recuerdo perfectamente; junto a mis hermanos con las maletas en mano nos conducíamos en el asiento trasero del coche, en la parte delantera “Chambita” y mi madre que “acompañaba a mi padre, él manejaba.

Como ya era típico antes de arribar a las instalaciones civiles del aeropuerto de Ilopango, el solo paso al frente de las instalaciones militares de Ilopango adonde los hangares y pistas secundarias podían ser apreciadas desde la carretera, Corsarios, Mustang y aviones de carga se veían dispersos entre la grama y el cemento, al fondo las colas de dos gigantescos aviones de guerra nos alegraban el momento. Llegamos. El sol traslucido por los vidrios verdes-polarizados de la moderna torre de control en la parte alta del enorme edificio, sobresale en un efecto visual especialmente delicioso, es la aviación toda una pasión en el hombre.

Las gradas de mármol a la entrada del monumental edificio nos proyectan a una gran sala que se despliega ante nosotros, las aduanas y las oficinas de migración están en el primer nivel, arriba en el techo una gran “Araña de luces” adorna la alto cubierta, dos hileras de gradas se encorvan en forma de caracol, una por las derecha y otra por la izquierda nos guían a la parte de las tiendas libres de impuestos, los cafetines y las terrazas.

Para mi niñez era lo máximo llegar a ese preciso lugar, a la terraza del antigua aeropuerto internacional de Ilopango, desde allí daba rienda suelta a mi imaginación, observando detenidamente los más variados tipos de aeroplanos privados, avionetas fumigadoras o “veneneras”, helicópteros, cazas de combate, cargueros, etc.

La vida volaba en ese momento al igual que mis pensamientos, siempre dije... —Quisiera ser piloto—.
Pero nuevamente el ambiente era tenso, cientos de partidarios verdes, de los más solidarios fueron a despedir a mi tío, las distintivas “Señoras de los mercados” estaban allí como siempre presentes, al momento de la despedida en la sala de migración cuando todos los pasajeros ya habían chequeado el vuelo, mi tío es arrestado.

— ¡Señor Rebollo, usted esta detenido!—
— ¡Se le acusa de sedición y alta traición a la patria!—
Le dijo un funcionario de aduanas, al tiempo que dos soldados lo sujetaron, lo esposaron y lo llevaron a la clínica del aeropuerto y lo forzaron a sentarse en una silla.
Mi tía Conchita en el ultimo instante alcanza a ver que su esposo es detenido, ella ya paso la zona de migración y aduanas, manda a mis primos y hermanos al avión y se regresó, en la entrada a la clínica es detenida por dos soldados, ella lucha heroicamente y logra ponerse al lado de mi tío, y estar con él.
— ¡Suéltenlo él es inocente!— les gritaba mi tía.

Mi padre que ya se había enterado del percance de su primo, se abrió camino entre la confusión y llego hasta un oficial que se advertía gente. Y le dijo.

—Quisiera hablar con el Coronel Orantes Deming

Le requirió mi padre en el mero “desvergue”, el oficial accedió a su petición, se comunico vía radio con alguno de sus superiores y en pocos minutos llego el mencionado oficial, El Coronel Orantes Deming era conocido de la familia y fue un verdadero “Ángel de la guardia” para el Alcalde capitalino.
—Carlos disculpa por el inconveniente, pero la verdad tengo que consultar al Estado Mayor. Y tomando un teléfono marco una serie de números y predicando la situación a sus superiores, al final accedió a liberar a mis tíos.
— ¡Bueno animales no les dijeron que no molestaran al doctor hijos de puta!... les grito el Coronel Orantes, a los soldados quienes petrificados se miraron uno al otro y lo soltaron
Arriba en la terraza la multitud esta desesperada por la ausencia de mi tío en el avión.

Ya libres mis tíos corren hacia la aeronave, suben las escalinatas y entran al aparato; al verlo correr en la pista sus simpatizantes lo vitorean, se cierra la puerta del turbo hélice.

El capitán del avión con antelación ha encendido sus motores y rápidamente toma la pista principal de “Taxeo”, es un avión de la empresa del entonces capital mixto Norteamericano-salvadoreño TACA, la aeronave es de regular tamaño, la bandera de los Estados Unidos de América y El Salvador adornan la cola del cuadrimotor, ambas banderas cobijaban al tío diplomáticamente en su situación.

Al llegar el avión al redondel principal del aeropuerto, dos Jeep´s cargados de soldados inicia una maniobra militar alrededor de la aeronave cargada de civiles. La “Mama Lola” la madre del tío Carlos sufre un desmayo, y es “cachada” en el aire por las señoras de los mercados, al ver como los soldados equipados con fusiles G-3 de alto calibre apuntaban sus miras hacia la aeronave, que estacionada y con los motores encendidos desafiaba las intenciones de los militares.

Ahora mi tío era acusado de conspirar contra el gobierno del General Sánchez Hernández y “Por haber apoyado el golpe que ya se había resuelto”. La gente en la terraza esta molesta, una turba enardecida amenaza con tomarse las instalaciones del aeropuerto, puede correr la sangre. La acción es repudiable.
Valientemente el piloto de origen norteamericano toma su radio y se comunica con la torre de control. Y les expone.

— ¡Atención torre de control!...
— ¡Les habla el Capitán Jon Smith del vuelo 507 de TACA con destino a la ciudad de Miami Florida...
— ¡Hay soldados en mi camino!— prosigue el valiente piloto profesional.
— ¡Este avión es un avión comercial, no es un avión militar artillado, esta lleno de niños, mujeres y hombres civiles, mi tripulación es norteamericana y también representan los intereses de los Estados Unidos de Norte América!... — ¡Si nos disparan!!!... 

— ¡Será una agresión cobarde y directa a Norte América!...
— ¡Es como si le dispararan al pueblo y gobierno de los Estados Unidos!...
Les grito el veterano piloto militar ya en el retiro; el capitán Jon Smith era un héroe de guerra, que había defendido los colores y las barras de la bandera norteamericana en las conflagraciones de Corea y Vietnam, era un hombre acostumbrado a las emociones fuertes, su mensaje fue difundido por la banda de los 11 metros de trasmisión civil internacional.

Un silencio sepulcral llenó de estática las bocinas del avión de TACA, la torre de control nunca contesto nada en ningún momento.

— ¡Y ahora mismo voy a proceder con la maniobra de “Taxeo” al final de la pista y me marchare!, Les informo el piloto, y acelero la nave.

El avión comenzó a moverse milimétricamente, el estruendo producto de sus cuatro motores Turbo-hélice aumento sus decibeles a niveles insoportables.

En el asfalto de la pista. Los soldados apuntando sus fusiles G-3 y agazapados a ras de piso formaban un circulo alrededor del avión, sin quitarle la mira de encima como si fuera una aeronave militar artillada, los soldados parecían por momentos ceder a la presión he iniciar el fuego pero nuevamente la figura simbólica del Coronel Orantes Deming salió al paso de la situación.

Con la señal militar de “Patrulla reunión” y un severo “Váyanse de aquí”, los soldados iniciaron velozmente el retiro de la pista, uno a uno así como se bajaron se subieron a los Jeep´s y se fueron con rumbo al cuartel general de la Fuerza Aérea Salvadoreña, FAS.

El Coronel Orantes Deming fue uno de los militares leales al gobierno del General Fidel Sánchez Hernández, luchó y sofoco la rebelión encabezada por el Coronel Benjamín Mejia. Como piloto militar de alta jerarquía castrense el Coronel Orantes Deming más que nadie sabia que las acusaciones que caían sobre el tío Carlos eran falsas, que su único pecado fue saludar y abrazar al Coronel Núñez en su visita al cuartel San Carlos a donde la inteligencia militar lo asocio como un civil golpista.
En las terrazas, la honorable acción del Coronel Orantes fue aplaudida por la multitud, libre de obstáculos el avión rodó al fondo de la pista y tras la prueba rutinaria de acelerar los motores al máximo, poco a poco el avión comenzó a recorrer la pista y se fue elevando.
¡Al fin!... exclamo mi madre con mi pequeño hermano “Chamba” en sus brazos.

En los pasillos del aeropuerto el pueblo lloraba, el avión finalmente toma altura, y como un ave que recobra su libertad el ruidoso turbo-hélice se encumbro sobre la silueta de la ciudad de San Salvador, ya era tarde, los tonos rojos-naranja del celaje despedían soberbiamente la pequeña sombra del avión de TACA. Era como un viaje a la libertad.

Cientos de Pañuelos blancos despidieron desde las terrazas a mi tío en la aeronave, la gente sollozaba, entre ellos también mi madre y mi padre lloraban, mis hermanos a bordo del avión también habían estado en peligro en todo ese momento.

Escoltados entre la multitud abandonamos el aeropuerto internacional de Ilopango abarrotado de soldados. La gente nos protegió hasta la salida y nos perdimos entre los vehículos del bulevar del ejército.

El avión aterriza en Miami, el tío fue recibido por el alcalde de Miami y le entrego las llaves de la ciudad, entre altísimos edificios, flores, esteros y fuentes, carreteras, mis primos y mis hermanos quedaron boquiabiertos ante el gran desarrollo del pueblo norteamericano.

Una larga he interminable autopista de cuatro carriles los condujo hasta la ciudad de Orlando, las “gringuitas” y los “gringos” parecían empeñados en atenderlos de la mejor forma y los colmaron de atenciones, la amistad mostrada hacia los huéspedes por los anfitriones hacían olvidar momentáneamente los minutos y las horas de intranquilidad vividas por el Dr. Carlos Antonio Herrera Rebollo.

“El mundo mágico”, el recién formado concepto comercial de Walt Disney fue una parada obligada en su viaje por tierras Floridas. La fantasía vivida hecha realidad virtual, producto de las sensaciones alcanzadas entre luces, música y movimiento, llenaron con creces sus expectativas, la visita del elegante y maravilloso parque de diversiones fue un éxito inolvidable.

Los días pasaron. Llegaba la hora de regresar a El Salvador, mientras en Miami, mis vecinos los hermanos Luis y Mario Novoa y mis dos hermanos Lichy y Edgar y los Herrera Rebollo paseaban entre el canto de pájaros exóticos, como patos y flamencos, lanchas y yates que permanecían estacionadas en los traspatios de las casas, colindante con los canales infectados de cocodrilos así de cerca conocían La Florida y sus bondades.

Aquí en El Salvador el ambiente político se había caldeado, la salida accidentada del país del doctor Herrera Rebollo se había convertido en un escándalo. Para algunos sectores y medios de comunicación mi tío era un golpista y para otros no, el tema se polarizo, se anuncio un juicio contra el tío y otros civiles, entre ellos también están los lideres democratacristianos José Napoleón Duarte y Guillermo Manuel Ungo quienes huyeron a Venezuela y Panamá respectivamente.

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