miércoles, 18 de agosto de 2010

III CAPITULO, EXILIO, JUICIO Y REGRESO.




Mientras en El Salvador un Jeep verde olivo del tipo militar con el Coronel Orantes llega al parqueo del Estado Mayor Conjunto, se estaciona, de el desciende el Coronel Orantes Deming, a paso apresurado se encamina hacia las oficinas del alto mando, un soldado de la policía Militar con cuello blanco se le cuadra, lo saluda y lo atiende.

—Coronel Orantes bienvenido, le recibe respetuosamente el comandante de guardia.
—Descanse cabo— le ordena el Coronel. Tengo cita con el Estado Mayor...
—Anúncieles que ya estoy aquí— replico el Coronel Orantes.
—El soldado tomó el teléfono digitó tres números y se comunico con un superior, después de unos breves segundos, llego la respuesta.
—A la orden General enterado— contesto rápidamente el policía militar, llamo a un subalterno y envió al Coronel a la sala de reuniones.
— ¡Soldado Reyes, venga para acá...rápido, lleve al Coronel Orantes al salón Azul!— dio la orden el Cabo.
— ¡Firme mi Cabo! — y dando un tremendo salto que aterrizo con un zapatazo fenomenalmente sonoro, el soldadito llega a la velocidad de un rayo a la par del Coronel, con un harmonioso “Tap´s” se cuadró ante el oficial y saludándolo con el codo en escuadra y la mano derecha extendida con los dedos unidos en dirección hacia la ceja le dijo...
— ¡Coronel Sígame! — bajó la mano y dando media vuelta se introdujo a un laberinto de pasillos y cuartos subterráneos.

Abajo hay mesas de trabajo, mapas, fotos y gente laborando en algo que parece difícil y delicado, el ambiente con escasa iluminación y reciclado con un potente aire acondicionado se asemejaba a un gigantesco Bunker fortificado para soportar los más despiadados ataques.

Llegaron a la sala de reuniones, antes de ingresar dos elementos del personal administrativos chequearon la documentación del Coronel Orantes, tras un breve registro de sus papeles, Entro al salón Azul.
Un grupo de unos 8 militares uniformados con elegantes trajes oscuros le recibieron displicentemente, el Coronel Orantes aunque uniformado con el traje color caqui de “diario”, su figura y su estampa no se vio en ningún momento eclipsada por aquella caterva de “Chafarotes” que le apuntaban afiladamente con los ojos enrojecidos, los mentones arrugados y las manos tensas amarradas entre si, la una a la otra, como queriendo ocultar y disimular la tensión del momento.

—Bienvenido Coronel Deming— le saludo el General Fidel Torres, Ministro de Defensa.
—Buenos días señores... —espero que sea importante esta reunión... — acoto el Coronel Orantes como labrando su camino entre los fiscalizadores ojos de los otros militares que no les quitaban la mirada de encima.

Se sentó, en todo momento se mostró sereno y tranquilo, su perfil como buen militar con un currículum intachable lo defendían de cualquier incertidumbre o comentario de su participación en la conspiración del 25 de marzo.

Blindado por su excelente carrera militar, el Coronel Orantes abrió fuego literalmente.
—Me imagino que es por lo del alcalde Herrera Rebollo que me han citado— les increpo tajantemente el Coronel Orantes Deming, As de la aviación Salvadoreña.
—Coronel la institución castrense se basa en reglas y normas, si no hay disciplina no hay nada, se arma el caos y la institución pierde su “mística”..., si no mire el golpe, un par de sublevados llevo a la muerte aun ciento de soldados y gastos incalculables en munición y destrucción.
—Seguimos reglas— prosiguió el general Torres...
—Y usted al liberar al prisionero actuó por cuenta propia no como manda el decálogo que rige esta carrera militar...

Sentencio molesto el ministro de la defensa nacional.

El Coronel Deming combatiente y veterano de la guerra contra Honduras, respiro profundo, levanto el rostro y le contesto.

—General con todo respeto... fui entrenado para defender al pueblo de la agresión cualquiera que fuese el origen o causa...
—En toda mi carrera como militar he tenido que tomar muchas decisiones yo solo, a veces ni si quiera con su ayuda...
—Si no se acuerda en las largas jornadas de la guerra de las cien horas, yo pase sin visitar a mi familia semanas...
—En esa guerra, en esos días—, prosigue...
—Vi con mis propios ojos el horror de la guerra, y lo que más me impresiono, fue ver a la población civil en medio del conflicto sufriendo y muriendo...
—La vi reprimida y desorientada, la vi vencida y aun así, “La mancha brava” los humillaban más y más...
—Allí aprendí lo que es la guerra Generales... les increpo firmemente.
—Y que tiene que ver eso con el señor Rebollo—, interrogo el General Carlos Humberto Romero, “El líder” chalateco y también héroe de las cien horas.
— ¡Mucho!— le contesto con fuerza casi de inmediato el Coronel Orantes ahora al nuevo interlocutor.
—O es acaso que no se han dado cuenta, que en esos momentos el Dr. Rebollo era el pueblo y nosotros “La Mancha Brava— les pregunto el Coronel Orantes.
—Lo vi sometido, humillado, ultrajado no por los soldaditos, sino por la institución castrense, por nosotros...
—Vi a un hombre justo atado en una silla... a su esposa y a su familia llorando... a un pueblo que estaba apunto de comenzar una verdadera revolución... ¿Ustedes le temen a esa palabra... no?, Les preguntaba ahora el entrevistado.
— ¿Y que tal si nos equivocamos?... ¿de que lo acusan?... prosigue.
— ¿Alguno de ustedes lo vio en la revuelta tirando piedras o clavos a la calle... O quien lo escucho “hablando mierdas” como Duarte en las radios? — pregunto el Coronel Orantes desafiando las rabiosas miradas de sus compañeros de armas.
—Y si ustedes creen que ayude a escapar al Dr. Rebollo les diré...
—Solo cumplía con mi labor de soldado de proteger al indefenso y al honrado, aun a costa de mi propia vida...

El Coronel Orante se acomodo en el sillón asignado, y espero la respuesta que sus compañeros militares con anterioridad ya habían planificado.

—Coronel va haber un juicio a todos los golpistas, ruegue por que el Dr. Herrera Rebollo no salga señalado o culpable de conspirar, si eso sucede usted estará en problemas, por que dejo escapar a un hombre reclamado por la ley...

Molestó, el Coronel Orantes Deming se defiende del ataque del General Torres.

—Y de que ley me habla General Torres de la suya o de la ley de Dios...
—Yo como oficial y comandante de guardia ese día, no vi ningún papel que amparara la detención del alcalde, ni mucho menos se me informo de la situación legal de Rebollo, todo ese embrollo se manejo como un chambre, nunca como una información oficial...

— ¿No tuvo miedo Coronel de contra venir una orden directa del presidente de la república y comandante en jefe de las fuerzas armadas de El Salvador?... Cuestiono Torres de nuevo.
—General no sé si a usted, pero a mí me enseñaron a luchar y a vencer a los hombres, pero no a Dios, yo sólo a él le temo...

En medio del clima tenso se escucharon dos voces que se habían mantenido calladas en la discusión, dos militares de alta alcurnia apoyaron la decisión del Coronel Orantes Deming, el líder Carlos Humberto Romero también le dio su voto de confianza al Coronel Orantes.

—Creo que el Coronel Orantes actuó con la razón, dijo un joven Coronel. Otro militar le secundo.
—No podemos echar preso a quien queramos, o de quienes sospechemos, al final la justicia y las leyes discernirán todo, así que no nos adelantemos a los acontecimientos y esperemos los resultados del juicio marcial.

—Señores a los acontecimientos y a las pruebas me remito, si me van a juzgar por lo que hice háganlo y si quieren ahora mismo fusílenme, pero les advierto que no serán ustedes los que me recordaran como un traicionero, serán las próximas generaciones las que lavaran la sangre de los errores que hayamos cometido. Finalizo el Coronel Orantes Deming, el “Ángel de Ilopango”.

La reunión concluyó entre comentarios y saludos militares, la tregua estaba declarada, no más intrigas, ni conatos de golpes, la democracia apenas nacía, el cambio en los militares también llegaría algún día.

En Miami el avión comercial de TACA con la excursión de “Pueblo a pueblo” alzo vuelo de regreso al país, tras las pertinente horas de vuelo, la aeronave aterrizo en la pista de Ilopango, nuevamente el show de los militares no se hizo esperar y otra vez los jeep con soldados rodeaba el avión de TACA en el que venia mi tío.

La escalinata fue acercada a la puerta delantera del aparato, dos soldados apostados a ambos lados de la escotilla, registraban la salida de cada uno de los pasajeros que abandonaban el aeroplano.
Como calcada de la despedida, en el recibimiento la multitud de simpatizantes al tío se hacían presentes de nuevo al aeropuerto de Ilopango, la muchedumbre abarroto las terrazas del antiguo edificio, y con banderas verdes y blancas esperaron pacientemente la salida de los viajantes.

Conforme los pasajeros salían del avión, la presión en las inmediaciones del aeropuerto era evidente, solo faltaba un detonante y ardería Troya. Cuando el avión estaba casi vació y para sorpresa nuestra y de todos los presentes, de los últimos pasajeros en abandonar la nave son las azafatas y mis dos hermanos, Lichy y Edgar sus delicadas figuras inocentes cierran la pavorosa escena.

La pareja de soldados fusiles en manos penetran apuradamente al interior del fuselaje del cuadrimotor, todos esperan la captura de mi tío adentro de la aeronave. Un soldado se asoma a la puerta principal y grita a un superior.

— ¡No esta... Ya no hay nadie aquí adentro!... —Un militar con boina roja se toma de los pelos...
¡El tío Carlos se había quedado en Miami!, El gobierno norteamericano le había ofrecido asilo político, sin que él lo solicitara, aconsejado por el jefe municipal de Miami mientras se decidía, el tío alargo su estadía bajo la soleada democracia norteamericana... ¡Dios te salve América!.

Los militares se quedaron como novios esperando en la iglesia. El tío nunca llego y jamás por ninguna razón fue capturaron.

En Miami mi tío analizaba la situación, su estadía en la gran nación del norte y el progreso de los juicios en el pasado golpe lo hacen pensar una y otra vez en su futuro. Si quedarse en los Estados Unidos y acomodarse entre la forma de vida muy diferente a la que él quería para sus hijos, por que de todas formas no podía regresar, pero algo lo ataba a El Salvador, a ese pedacito sagrado de tierra.

— ¿Y tu que dices?— le pregunto mi tío Carlos a la tía Conchita.
—Sé quedan ustedes en Miami... y yo regreso a El Salvador a enfrentar la justicia... —le complemento el tío, entre la angustia y la tristeza.
—Yo diría que fueras prudente y no regreses... le dijo la tía.
—No quiero estar lejos de vos... —y también creo que no podamos vivir aquí— la tía lo amaba y lo seguiría a donde él fuera.
—Es un país tan diferente a lo que siempre he soñado para mis hijos— agrego el tío con un toque de nostalgia.
—Quiero estar cerca de mis padres, de la familia, de la gente que me hizo alcalde y de mi país, dijo entristecido el tío.
—Ya va a pasar todo y vamos a regresar a nuestra casa— exalto mi tía con un optimismo utópico, ella intentaba sacar a mi tío de aquel bache emocional en que se encontraba.
Y abrazándolo al mismo tiempo que le decía palabras de aliento entre besos y caricias, la tía Conchita fue el bastión que lo apoyó en la penosa situación, de un hombre que no tenia ni la más mínima participación en ningún tipo de delito y que por puntos de giro de la vida se hallaba atribulado, lejos de su país y de su familia, pero la vida siempre da vueltas, y como reza el dicho... “Cuando alguien te cierra una puerta... Dios abre una ventana”. Entre ambos tomaron una decisión.

—Nos iremos México— allí estaremos cerca de nuestro país y de la gente, es más barata la vida y talvez los mejicanos no sean malos anfitriones después de todo, destaco mi tío, con un tremendo aire de seguridad.
—Podremos recibir las visitas y la ayuda necesaria, agrego el tío.
Y así fue... En pocos días, con las pocas maletas que sacaron del país en ocasión del viaje de “Pueblo a pueblo”, el tío y su familia abordaron un vuelo hacia México Distrito Federal. Llego al aeropuerto internacional Benito Juárez de la nación azteca, se contacto rápidamente con Fausto Cisneros el alcalde de San Miguel quien se había exiliado en México, al igual que el tío los discursos revolucionarios de Duarte les había valido el destierro de El Salvador.

¡Carlos! — grito el edil migueleño.
¡Fausto! — contesto el tío.

Y fundiéndose en un abrazo solidario sellaron su amistad, Cristo y la democracia los unían ahora en el mismo destino.
—Quiero presentarte a don Ramón Becerra el es mexicano, es buen “Cuate”, agrego don Fausto con el típico cantadito mejicano.
—Es un gusto conocerlo doctor Rebollo ­— asentó don Ramón.
—Fausto me ha hablado mucho de usted y de la situación que están viviendo—, su mirada sincera y humilde les dijo todo.

Su saludo fue solidario. Fue como encontrar la ayuda que ellos necesitaban. Recién arribados, sin carro, lejos de casa, sin dinero y sin conocer a nadie en esa inmensa capital; no era para menos que satisfactorio encontrar y tener un aliado en esos momentos.

—Si gusta doctor pueden quedarse esta noche en mi casa, es pequeña pero será para mi un honor atenderlo— Le invitó cortésmente don Ramón Becerra al tío, la invitación lógicamente incluía también a su familia.
—No don Ramón, su casa es pequeña y nosotros somos muchos— le contesto el tío a don Ramón.
—No se preocupe doctor... respondió rápidamente el mexicano.
—Si cupo Pilatos en el credo... ¿Como no van a caber ustedes en mi casa? — y riendo todos tomaron rumbo hacia el centro del gran Distrito Federal.

Entre hermosas y largas calles, interminables y elegantes avenidas, el tío y su familia se perdieron entre esa jungla de cemento, la rotonda del dorado Ángel del paseo de la reforma les dio la bendición y bienvenida, entre el “Smog” sobresalía la silueta de la torre latinoamericana el símbolo del poderío económico mexicano, el teatro “Blanquita”, la plaza del Zócalo y su catedral, la avenida Insurgentes, las incomodas construcciones del nuevo e innovador “Metro”, el Parque Chapultepeque, allí en México encontrarían el refugio y el lugar adecuado para hacer tiempo a que mejorara la situación política en El Salvador.

Mientras tanto en El Salvador, alternando tiempo y poder, los alcaldes depositarios o alcaldes en fusiones, El Dr. Benjamín Valdez y el Sr. Ricardo Martínez Saprissa, de forma alterna atendían las demandas que la ciudad exigía al puesto edilicio de San Salvador, sin más descuentos que los impuestos de los salarios devengados, estos jornales eran entregados a mi familia que a su vez eran enviados de diferentes formas hasta el DF en México. Otras veces el tío Miguel Ángel su hermano o el anciano tío “Chus”. (Don Jesús Herrera, fundador de la Escuela Nacional de Comercio ENCO), padre del tío Carlos viajaba largas jornadas en bus hasta el DF para llevarle la ayuda económica que los alcaldes depositarios enviaban al tío Carlos mes a mes. También las solidarias señoras de los mercados realizaban excursiones a Amapulapa en tren, luego llegaban a la casa a dejarle dinero, ropa y prendas, para que la familia se las hiciera llegar hasta México. Su amigo de infancia en el barrio San Jacinto Mauricio García Prieto llegaba casi a diario a preguntar por la situación del tío. Mientras el entorno político amainaba.
En México el tío ya había conseguido casa, fueron un par de días que don Ramos Becerra hospedo a los Herrera Rebollo en su hogar, la nueva casa ubicada una elegante zona residencial del Distrito Federal de la capital azteca fue su nuevo domicilio. Situada en la Calle Yautepec Nº 126 de la colonia la Condesa, la bella estructura construida en la década de los 20´, exhibía una enorme cúpula de cristal en lo alto del techo, gradas de mármol, una enorme lámpara de bronce tipo “araña” iluminada con más de 50 bombillas en el centro del espacio entre el piso de la sala principal y el techo.
Frescos y lienzos de artistas mexicanos adornaban sus blancas paredes, además de una afinadísima distribución de los cuartos adonde se albergarían los sueños de cualquiera, la nueva casa era una verdadera fuente de paz.

Así el tío y su familia se dieron a la tarea de conocer aquella inmensa ciudad, de barrios y colonias, de largas avenidas y transitadas calles, aquella ciudad que no dormía nunca, de hermosos bustos y estatuas, el estadio azteca al sur del DF en la colonia Santa Ursula era uno de los puntos preferidos del tío, la elegante estructura de metal, las calles pintadas originalmente para el mundial de México 70´ aun mantenían el frescor de sus colores y formas.
México crecía imparablemente, la economía local se vio engrandecida con la llegada de las gigantescas plantas automotrices de la Volkswagen y la Datsun que comenzaron la producción en serie de sus marcas. Eso era México.

La producción cinematográfica y la calidad de sus ídolos e iconos en el séptimo arte hacen de México la Meca del cine latinoamericano y español. Pedro Infante, los hermanos Aguilar, Sara García, Tintán, El loco Valdez entre otros eran las luminarias que brillaban en el exquisito cine en blanco y negro del firmamento cinematográfico azteca, arte escénico producido por los estudios “Churubuscos”, en la capital mexicana. La mayoría de los canales de televisión mexicanos trasmitían sus programaciones habituales a colores. En el canal Ocho el sano humor del “Chavo del ocho” era el programa preferido de mis primos. Junto a las aventuras del Doctor Chapatín, el Chompiras, Lucas y Chaparron, “Chespirito” y los dichos chiflados y arrevesados del “Chapulín Colorado”, los programas del “Chavo del ocho” ya eran en esa época de los 70´ el programa numero uno de la televisión mexicana y después de tres décadas aún sigue siéndolo.

Un día con las intenciones más puras del mundo y en busca de hacer todo por la vía legal, el tío se acerco a las oficinas de migración en México, solicito una visa de trabajo la cual le fue “denegada”, su calidad asilado político no le permitía trabajar, puesto que podría quitar el sueldo a un Mexicano, “Consuma lo hecho en México”, era el tema de una campaña local que aconsejaba a todo mexicano comprar o adquirir producto locales hechos en México, así defendía y aseguraban ellos su producción nacional, con un patriotismo económico, no habían TLC ni nada parecido, simplemente “Así es México buey”.
Ahora la situación se agravaba y no podía ser peor, mi tío salió decepcionado de las oficinas de migración, un negro y tremendo sello con la leyenda de “Sin permiso de trabajo - NO puede trabajar”, complicaba sus aspiraciones para buscar un empleo u otra forma de ingreso económico, subió al autobús que lo guiaría hacia su residencia, en el camino ya tarde mientras observaba la silueta del iluminado Ángel de la reforma, el tío en su calidad de cristiano y demócrata pidió al todo creador la ayuda que todo hombre en desesperación pide al altísimo... “Pan para sus hijos”.

Con lo que pudo y tuvo saco adelante a sus retoños, los inscribió en el colegio “Cambridge y Los Niños Héroes”, cercano a su residencia, y así mis primos nunca dejaron de cosechar el pan del saber aún en tierra extraña. Maritza del Rosario, Ana Celina, Alicia Guadalupe y el pequeño Carlos Antonio; llegaron a su primer día de clases, sin uniformes, sin conocer a nadie, extranjeros y salvadoreños, y si fuera poco de San Salvador y peor aun de la Urbanización Universitaria.

— ¿Y ustedes de donde son?... pregunto una niña con el marcado cantadito mexicano.
—De El Salvador anuncio con orgullo Maritza, la mayor de las Herrera Rebollo.
— ¿Y eso adonde queda?... pregunto inocentemente la pequeña mexicanita, ya que geográficamente y fonéticamente desconocían por completo el nombre de nuestro país y mucho menos su ubicación geográfica. La prima de inmediato le contesta.

—Allá abajo por Guatemala...
—Un típico ¡haaaa...! Llenaba las bocas de los chiquitines que a cada rato y a cada instante les hacían la misma pregunta.

Así paso el tiempo, mis primos se adaptaron a la altura del DF y a la agitada vida en México, pero un día, era lunes por cierto, la pequeña Alicia Guadalupe no se quiso levantar de la cama, no estaba enferma ni parecía estarlo, el tío con la preocupación de un padre la interroga.

¿Que te pasa hijita... por que hoy no quieres ir hoy al colegio a ver a la maestra y ha jugar con tus amiguitas?, pregunto con cariño el tío...
—Es que los lunes no me gustan en el colegio —le dijo la prima Alicia— un aire de tristeza se reflejaba en el rostro angelical de Alicia, la prima más rebelde.
El tío Carlos sin imaginarse la respuesta que recibiría pregunto.
— ¿Y porque no te gustan los lunes del colegio los niños héroes? —le consulto con curiosidad el tío— a lo que mi prima contesto.
— ¡Es que me hacen cantar un himno y saludar a una bandera que no es la de mi país!, La bandera de El salvador es azul y blanca no verde, roja y blanca como la de México!... dijo cuando una pequeña lagrima comenzó a rodar camino a bajo de su mejillita.
— ¡Además mi himno dice “Saludemos la patria orgullosos de hijos suyos podernos llamar” y el de aquí dice “Mexicanos al grito de guerra”!, Concluyo ya entre el llanto y el abrazo del tío Carlos, quien de esta forma también ocultaba sus lagrimas a su hija, porque en tierras lejanas no hay mejor estremecimiento que el de sentirse más salvadoreños que nunca.

Esta parte de su vida me la contó personalmente el tío Carlos, desde ese día sintió que su modelo de padre y político había creado en mis primos el orgullo que sentían de ser Salvadoreños.

Pero la mala racha cambiaria, un amigo de trabajo de mi padre accedió a llevarse vía terrestre la camioneta “Chevrolet” que el tío poseía y estaba aquí en el país, después de dos días de viaje, el tío recibía del buen samaritano guanaco su vehículo, con un grito de ¡La camioneta!, Mis primos le dieron la bienvenida a su carro, así ya no tendrían que andar en bus, ni el metro, mucho menos a pie y las distancias se acortarían, la comodidad de un vehículo en un país productor de petróleo era una bendición.
El tío continuo sus estudios de derecho, su doctorado en leyes logrado en la Universidad de El salvador le garantizaron el ingreso a la UNAM, en esos días le dijeron en la gran ciudad universitaria.

Si es de la Universidad de El Salvador esta bien...
Dicen que allí en ese país hay muchas universidades.
Era común verle entre los pasillos de la facultad de derecho y la famosa biblioteca con su fachada artísticamente famosa, el tío estudiaba largas horas de tratados de derecho, sabía que su juicio en el país algún día llegaría a su final y debería estar preparado.

Pero la vida en México es cara, de una u otra forma pasaban penurias, y allí entre la necesidad y la creatividad surge el genio de la abuela Herminia Cubias de Rebollo, a quien llamábamos “La abuela Mina”, su “suegra”, a quien el tío había llevado a México para hacerse cargo de las urgencias más necesarias de mis primos.

Cierto día cuando mis consanguíneos fueron invitados por uno de sus vecinos a una fiesta infantil, la abuela de mala gana fue a cuidarlos. Llego y se sentó, entre órdenes y malas miradas, la abuela acepto la situación, era una fiesta de niños, para no aburrirse comenzó a fijarse en todo, detenidamente y con la astucia de comerciante que mi abuela tenia en su olfato, vio como los niños de aquel país celebraban su aniversario.

Literalmente los infantes “quebraban” las piñatas, que eran duras esferas de arcilla, decoradas con flecos y guirnaldas, la cual se quebraba tras el continuo golpeteo de los bastones en la superficie dura, de allí el dicho popular “Vamos a quebrar piñatas” que los niños mexicanos dicen al referirse a los cumpleaños.
La abuela Mina vio y calló. Y mientras mis primos se divertían dándole golpes a la dura superficie de aquel “satélite”, la abuela en su interior trazo su propia táctica comercial. La abuela era capaz de convertir una hoja de cualquier papel... En una flor.

A los días en ocasión de celebrarse una fiesta en casa de los Herrera Rebollo, la abuela invito a todos los niños de la cuadra, allí en la colonia La Condesa, no con la intención de recibir regalos, si no de demostrar su próximo “producto”.

Los pequeñines llegaron a la hora indicada, tres de la tarde del sábado, “la fiesta de los salvadoreños” como fue nominada en esa ocasión el cumpleaños de mi prima Ana Celina era todo un suceso. Cada infante era recibido con un sombrero que a la vez serviría para guardar los dulces, “El tiste y la horchata”, los productos nostálgicos originarios de nuestras tierras estaban allí presentes, un vaso en cada mano, era como sentir que un pedacito de nuestra tierra El Salvador estaba en la mesa.
Tras algunos juegos como: “Póngale la cola al burro”, “esconde el anillo”, “El juego de la silla”, etc. Llego el anunciado y ansiado momento de la “quiebra de piñatas”. Sentados los mexicanitos esperaban como era la costumbre su turno para darle de garrotazos a la mentada piñata.

Los gallardetes y el confeti regado en el suelo hablaban de lo bueno de la fiesta, ahora sentaditos en sus sillas los infantes y algunos padres formaron un círculo a donde colgarían el artefacto infantil.

Los ojos y las bocas de los niños y sus padres quedaron inmóviles al ver la silueta de un gigantesco “Pato Donal” salir de un cuarto aledaño al patio principal. Los niños no distinguían si era un muñeco o que cosa aquella piñata extraña para sus vistas.

Mi primo Carlos sin perder un segundo rompió el hielo, y agarrando a garrotazo limpio al pobre “Pato Donal”, señalo el rumbo de la parte final de la fiesta, de allí le siguieron una enorme tajada de naranja, Batman, el ratón Mikey. Así se dio inicio a una nueva era en el comercio informal, de esta forma las piñatas salvadoreñas irrumpieron el mercado mexicano.

Y como dice Serrat en su canción “Vamos bajando la cuesta que arriba en mi calle se acabo la fiesta”... entre risas, dulces, confeti y gallardetes termino la celebración, la estrategia comercial de la abuela dio excelentes resultados, la producción en serie de piñatas no dio abasto a los pedidos que los vecinos hicieron desde el primer día, así entre engrudo, alambres, papel de china, y la creatividad de la abuela “Mina”, los Herrera Rebollo sortearon con sus manos las necesidades primordiales, entre la humildad de sus destrezas y su trabajo, nunca falto nada en su mesa.

Pasaron los meses y al llegar el mes de agosto recibí la primera de las mejores noticias de mi vida. En unos días visitaríamos al tío, a la tía y a los primos en México. Contando los segundos llego la hora, como pude salí de mis compromisos y de mis estudios, una mañana fría salimos con rumbo al México y su DF.

El viaje dio inicio y las imágenes comenzaron a pasar ante mí. Santa Tecla, el volcán de Izalco, Sonsonate, la frontera Pedro de Alvarado, Escuintla, Mazatenango, los volcanes del Tacana y el Tajumulco despidieron majestuosamente el día y el área centroamericana, cruzamos la frontera entre Guatemala y México con rumbo a Tapachula. Recuerdo el río Suchiate que divide América central con América del norte. Ya entrada la noche llegamos a Arriaga allí descansamos esa noche.

Al día siguiente después de desayunar en el hotel “Cristóbal Colón” salimos hacia el norte, el panorama árido nos introdujo al corazón de México, los vientos cruzados del desierto de “Las ventosas” pusieron a prueba la pericia al volante de mi padre, el fuerte viento inflaba nuestro asiento trasero al punto de casi reventarlo, la fuerte corriente de aire proveniente del pacifico podía volcar incluso a nuestro pequeño Toyota, ya no digamos a los furgones o camiones de gran tamaño. Luego un giro a la derecha adonde un policía en una caseta reviso los documentos del vehículo y después de una pequeña “mordida” de rutina continuamos nuestro camino. El panorama cambio drásticamente, ahora la plateada cinta asfáltica nos desplazaba entre grandes bosques de mangos y marañones, entre los frutos y sus tonos que a veces eran rojos y otras veces amarillos. Monótonamente pasaron las horas. Entre frutales y cientos de cangrejos rojos cruzando la carretera, llegamos al Puerto de Alvarado en el golfo de México.

El agua sucia y poco atractiva me decepciono, me imagine que conocer otro océano me haría más feliz. Pero no fue así.

Allí vi por única vez en mi vida a un anciano sacar música de un serrucho, posteriormente a ese día nunca volví a ver ese arte musical. Después de almorzar y descansar unas horas seguimos nuestro viaje a través del estado jarocho de Veracruz.

Un huracán nos recibió justo a la entrada del Puerto de Veracruz, eran los primeros días de agosto, llegamos, entre calles anegadas por el agua del golfo de México, logramos ingresar a la ciudad puerto y registrarnos en el “Hotel Royal”, allí me pegue la primera gran enchilada de mi vida. Al solicitar un club sándwich sin “Chile”, cuando lo correcto era sin “Picante”, ese error semántico le costo caro a mi paladar, ¿Sabes que?... me dije... ¡Bienvenido a México!

Después de este contratiempo culinario, visitamos el centro histórico de la ciudad, las paredes de un desgastado color amarillo huevo he impregnadas de musgo, con ese tono negro de la historia reflejado en la fachada de un edificio en particular, sus muros me dejaron perplejo, esa prisión era ni más ni menos que la cárcel a donde estuvo detenido el famoso forajido mexicano conocido como “Chucho el roto” que fue inmortalizado con una novela que llevaba el mismo nombre. Llegamos al faro del puerto y la luz de este era como ver entre la oscuridad de la noche el llamado a la libertad.

Al día siguiente reanudamos el viaje muy tempranito en la madrugada, él ultimo “tirón” era el más largo, pero el más hermoso, el huracán había causado estragos en las afueras de la ciudad puerto, entre ríos crecidos, las gallinas en los techos de las casas, y los puentes a punto de colapsar el viaje se convertía extremadamente riesgoso, aflictivamente mi padre con su habilidad nos guiaba entre las anegadas calles, salimos de Veracruz, entre los hechos antes descritos vi un solitario y agraciado “Peral”, con muchos de sus frutos tirados desordenadamente en el suelo como un tributo a la madre naturaleza, ese instante se lleno de una gran alegría, como un Festín espiritual (Ágape), ahora mi viaje entre la lluvia y el viento aunque sin sol era Feliz y seguro, además era la primera vez que veía un árbol de peras y eso también me alegro de sobremanera el camino al DF.

A media mañana llegamos a Córdoba, el poblado enclavado entre cerros y montañas de roca con poca vegetación, las casas blancas y los tejados rojos, hacían parecer a la pequeña ciudad de Córdoba en México como una postal viva de su homónima Córdoba de la madre patria España. Ya que hasta en el nombre la remedaba. Sus limpias y ordenadas aceras contribuían en gran forma a un espectacular recibimiento a cualquiera que llegara por primera vez.

Yo asomándome curiosamente en la ventana del coche, con el viento frío que azotaba mi rostro, observaba las interminables filas de los racimos de uvas frescas colgados en las ventas que los comerciantes en las calles adyacentes ofrecía al transeúnte, compramos manzanas y uvas, sin perder mucho tiempo salimos de Córdoba, una carretera serpenteante y cuesta arriba nos condujo hacia las faldas del cerro de Orizaba.
Ese emblemático pico blanco que casi siempre me ha saludado en las repetidas ocasiones que he viajado vía aérea a la capita azteca.
El reloj marco las doce en punto, llegamos a Puebla, los típicos vestidos de “China poblana” me llamaron la atención, la leyenda de la china poblana es un cuento mexicano–oriental, habla de una princesita asiática que fue secuestrada de las manos de su padre por unos piratas chinos que la vendieron a piratas portugueses, fue trasladada a Manila, resulta que el Marqués de Gelves el virrey Español en México pidió al gobernador de Manila una esclava de bien parecer.
El gobernador satisfaciendo el pedido del Marqués de Gelves compro a “Mirra” y la embarco con rumbo a Acapulco, después de dar muchas vueltas por muchos puertos del mundo en el año de 1624 llego por fin a México, pero debido a la revuelta social de esos tiempos el virrey se marcho de México y abandono su cargo, el capitán Sosa quien viajaba a menudo a Filipinas a quien encomendaron el traslado de la esclava al no poder entregar el pedido se la llevo a Puebla una de las ciudades más hermosas de América..

La tierna preciosidad de sus quince años, sus modales distinguidos y la rara belleza de su rostro oriental, sumando las extrañas circunstancias por las que princesita asiática había ido a parar a México, tan lejos de su padre y su patria, todos los que la veían comenzaron a designarle el nombre de la “Chinita Poblana”.

En Puebla fue bautizada y convertida al cristianismo, como nombre le asentaron Catalina de San Juan, debido a su carisma y a sus grandes dotes de religiosas y humanos fue amada por todo un pueblo, sus coloridos vestidos confeccionados por ella misma y sus virtudes fueron imitadas por la población local femenina.

La princesita finalmente murió en Puebla en 1688, y esta enterrada en la cripta del templo de la compañía de Jesús, lejos de su padre que siempre la extraño y la lloro. Su tumba hoy en día aun es venerada por peregrinos orientales que siguen su historia y sus buenos pasos.

Tras una estela de buenas obras, ella hizo de Puebla su verdadera patria, aunque al morir su corazón volvió a China, sus costumbres penetraron en lo más íntimo de la ciudad de Puebla, y es allí donde nace una hermosa historia.

Yo conocía esa leyenda que descubrí en “Mi libro encantado”, en el tomo “El Mar y la Aventura”. Ese día al ver los vestidos parecidos a la vestimenta oriental me pregunte el porque las personas muchas veces se van y ya no regresan, hace unos días entendí esa pregunta personal. “Mi convicción es mi interés” reza un dicho popular que el pintor salvadoreño Alejandro Leal me enseño.

Después de comunicarnos con el tío vía telefónica, dejamos Puebla, una interminable línea de vehículos Volswagen que recién salían de la planta de ensamblaje nos despidió de la ciudad, seguimos la ruta, ahora entre bosques y montañas, ya casi a las cinco de la tarde en el horizonte divisamos la ciudad de México, “Chambita” mi hermano comenzó a llorar y ha restregarse los ojos por el humo o “Smog” que impera en la zona.

Detrás de una montaña apareció la ciudad de México, era como un gigante dormido, los últimos rayos de sol aun nos dejaban observar una silueta interminable de focos que comenzaban a encenderse. Al fondo con sus 5.286 metros de altura El Iztaccihuatl o cerro sagrado de la mujer dormida despedía el día después del largo camino de Veracruz al DF.

Por fin habíamos llegado al Distrito Federal. Buscamos el punto acordado de reunión en la entrada a la gran ciudad de México, cerca de la terminal de buses, después de parquearnos y esperar unos minutos, llego el tío Carlos, lo vimos pero no lo reconocimos, una poblada barba era la diferencia.

—¡Meme..! ¡Meme!... —gritaba apuradamente el tío Carlos.

Mi padre por fin lo reconoció y salto del carro para abrazarlo, después de cinco meses de no verlo la escena de su encuentro en México aún me estremece.

Y así entre calles y avenidas totalmente nuevas para mí, y con un primo Carlos (al primo que más quiero) que no terminaba de contarme todo lo que había en México, llegamos a la casa en la colonia La Condesa. La morada me impresionó, su cúpula, sus lámparas y sus cuartos, todo lo antes descrito me hicieron sentir halagado, en la segunda planta la habitación a la derecha de las gradas nos fue asignada a mis hermanos y a mí, la noche fue fría, como todas las noches en el DF.

Amaneció, la llegada del sol fue de lo más sencilla, por eso fue espectacular, sus rayos con tonos morados al inicio pintaban el gris firmamento del Distrito Federal que aún se mantenía encapotado por el manto de nubes bajitas que besaban los altos rascacielos de la silueta en contra luz del valle capitalino mexicano. Tenia gotas frías de rocío en mi cara, la humedad se condensaba a mí alrededor, mi madre lavaba el equipaje de viaje en la terraza, en pocos minutos aquellos rayos violetas se convirtieron en llamas de fuego que quemaban con su brillo el firmamento, incluso mis ojos, las galas doradas de sus majestuosos rayos me señalaba su rumbo sobre la ciudad de México. Ya que debido a la llegada por la noche a la casa y el haber perdido la caída del sol en el horizonte mi ubicación geográfica no era del todo acertada, en otras palabras estaba desorientado completamente.

El Salvador era mi punto de referencia hacia el sur. No sé que sentía por mi país pero lo extrañaba, mis ojos en todo momento intentaban trazar una línea imaginaria entre el pulgarcito de América y mis cinco sentidos que vagaban en la ciudad de México. Mi imaginación volaba entre los ríos, las montañas y los valles que cruzamos despreocupadamente con el “Toyota Corona” y su motor de 1200 CC hasta llegar a la ciudad de México DF.

Después de una gran comilona de desayuno partimos al centro, algunos “encargos” y otras compras necesarias para nuestra permanencia eran urgentes. “El Palacio de Hierro” fue nuestra primera parada, luego nos dirigimos hacia el sitio de peregrinaje más famoso de México, la basílica de nuestra señora de Guadalupe patrona de América.

Un extraño sentimiento de religiosidad me invadió. En mi calidad de un hijo de Maria (Marista), Con una velita en mano llegue al altar mayor de la basílica, con dos oraciones, las más importantes para mi fe, di por terminaba mi peregrinación hasta ese santuario, me hinque ante el hermoso manto del Tepeyac adonde la virgen le ordeno guardar a Juan Diego unas rosas frescas en su ultima aparición en el nevado cerro.

Vi ante mis ojos el milagroso mensaje que la Virgen Maria envió por medio del indiecito al arzobispo incrédulo y a todas las autoridades eclesiásticas mexicanas, el manto con las rosas fue llevado por el obediente indiecito Juan Diego con toda fidelidad hasta llegar ante el arzobispo, ya que el clérigo había solicitado una prueba de sus supuestas visiones, Juan Diego desplegó su manto frente al arzobispo, ante el asombro de todos, que además de rosas, en el manto estaba impregnada la estampa de la emperatriz de América. Sin saberlo Juan Diego había llevado la prueba que ellos habían solicitad, el milagro de la virgen de Guadalupe, aún sigue allí.

En esa época la nación Mexicana aún se desangraba por la conquista y el violento intento de cambio en las creencias indígenas a la fe católica, ese hecho además de un milagro fue el verdadero paso que unió la fe del pueblo mexicano hacia el catolicismo y su extensión en toda Latinoamérica, es por ello que la virgen de Guadalupe es la patrona de nuestro continente.

También fui al mundo feliz ha deslizarme en un enorme árbol tobogán, entre con mi papá a la casa de los espantos y los carros chocones, entre otros juegos mecánicos. En la tarde del tercer sábado de agosto visitamos el parque zoológico de la capital mexicana que es uno de los mejores de América, allí descubrimos por primera vez diferentes especies y tipos de seres vivientes del reino animal.

Conocí por vez primera: aves exóticas, delfines, monos, peces, culebras, elefantes, jirafas, etc. Pero lo más destellante fueron dos camellos y un solitario oso polar blanco que vivía en una cueva simulada de hielo que es una atracción imperdible del parque zoológico, al igual que los algodones de azúcar rosada y las granizadas o minutas de múltiples colores y aromas que hacen de la visita un verdadero kaleidoscopio de sabores.

Al final de la tarde cuando el astro rey se dispone a abandonarnos, las nubes con sus caprichosas figuras en el cielo y el sol filtrando sus débiles pero coloridos rayos, rozando con sus luces tardías, los gramales bordeados de largos y ordenados pinares que como una serpiente gigante que desciende y se enrolla en la base de piedra del castillo.

Y es allí precisamente lo más tupido del bosques; Como un ojo entre lo verde emerge la laguna; los entornos del gigantesco parque de Chapultepeque hacen las delicias de chicos y grandes.
Un día nos dirigimos con rumbo hacia Cuernavaca y Guanajuato, entre catacumbas y grandes catedrales descubrimos sus famosas momias, el viaje ha sido gratificante llego la noche, los niños a dormir y los adultos al Tenampa.

La plaza “Garibaldi” la zona comercial más famosa del DF, en donde la vida trascurría a ritmo de mariachi y tequila. En el famoso Tenampa el tío “Chus” Herrera, mi tío y la tía, mi papá y mi madrecita, se hicieron una foto de esas al minuto, en ella recuerdo, se ve a mi tío abrazando a mi papá, ambos con una gran sonrisa producto de la gran “Talega” que se manejaban ambos, mi mamá siempre sumisa creo que desaprobaba la extra celebración del tío y mi papá, en el marco de cartón de la foto podían leerse algunos comentarios duros hacia aquellos que lo tenían lejos de casa.

Los días siguieron. Las pirámides de Teotihuacan al norte del DF también recibieron mi visita, los antiguos monumentos de la luna y sol fueron conquistadas por mi pequeña y diminuta figura, subí los escalones, al arribar a la cúspide de los gigantescos monumentos solares, mis ojos cubrieron los 360 grados alrededor de cada una de las pirámides. Los buses y los turistas parecían hormiguitas desde arriba.

Abajo oscuros pasillos entre las edificaciones precolombinas nos trasladaban de un sitio a otro de forma rápida, la humedad de los pasillos me inquieta, temo por momentos encontrar una víbora o una araña venenosa, las pirámides son así de enigmáticas y peligrosas. A fuera, bajo un cielo más azul que blanco, la venta de plata local es otro de los rubros que los locales explotaban con los turistas, quienes absortos adquirían los souvenir a precios exorbitantemente altos por algo Teotihuacan era “La ciudad de los Dioses”.

Otro día después de visitar algunos aburridos centros comerciales llegamos por fin al sur de la capital mexicana, en la colonia Santa Ursula. Y allí estaba; monumental, gigantesco, histórico... El estadio Azteca ahora Guillermo Cañedo, lucia imponente en la explanada, en el suelo del parqueo las líneas de colores blanco, ocre y azul adornaban los contornos del Azteca, el tío solicito al encargado de vigilar el estadio nos permitiera entrar al coliseo futbolístico, el hombre de buenos modales nos permitió el ingreso al centro de la cancha. Quitando un par de candados abrió igual número de puertas metálicas. Entramos por un largo pasillo que nos condujo al campo de juego, a donde dos años atrás Edson Arantes do Nacimiento “Pele” condujo a Brasil a su tercer campeonato mundial con sendos goles y brillantes jugadas.

El terreno de juego cubierto con un verde pasto nos invito a invadirlo, corrimos hacia el centro de la rotonda central. En el centro de tan gigantesca obra, asombrado y sin poder encontrar una perspectiva al interior del elíptico monumento deportivo, intuimos ser como hormigas en un hormiguero vació, mis primas jugaban.

Simulamos un partidito y un gol fantasma en el marco norte, yo, con un grito de Goooooooooooooooool que se perdió entre el eco de los estrados vacíos del “Coloso de Santa Ursula” hacia realidad mi deseo de estar aunque sea una vez en la cancha del estadio Azteca.

Los días pasan rápidamente, una mañana fría como siempre salimos con la abuela “Mina” con la única misión de visitar la torre latinoamericana, la parte más alta de la ciudad de México, después de tomar dos lentos pero seguros ascensores llegamos a la parte de los miradores de la torre.
Unos enormes telescopios permiten desde arriba admirar de cerca cada detalle a los contornos de la torre, al fondo la elegante figura del castillo de Chapultepeque se esconde entre el humo y los contrastes de la luz solar.

Tomamos el “Metro”, un nuevo concepto de trasporte publico que iniciaba su construcción en el DF, con apenas 20 segundos para entrar y salir abordamos el “gusano” anaranjado de metal, estaba recién inaugurado, aun olía a nuevo. Los curiosos dibujos que identificaban las estaciones me llamaron la atención, un “chapulín” significaba Chapultepeque, y la silueta de un árbol identificaba la estación cercana al “Árbol de la noche triste”, el lugar adonde el gran conquistador español Hernán Cortés lloro por la derrota que los ejércitos aztecas habían logrado sobre las tropas invasoras que él comandaba en la toma al señorío Azteca en las cercanías de Popotla hoy suburbio de la capital. Y es precisamente allí en esa estación a donde nos bajamos.

La silueta tumbada y ya envejecida de lo que fue un formidable “El Ciprés de Moctezuma” en honor a la victoria de éste sobre el Conquistador español Hernán Cortés. Los restos del auténtico Ciprés (o “Huehuetes” cómo les llaman en México), remata la escena, el histórico árbol original yacía tras unas rejas, pues la gente lo iba destruyendo poco a poco al arrancarle pequeñas partes de su corteza para llevárselos como recuerdos, es por ello que las autoridades mexicana ya habían plantado otro árbol de la misma especie y limitado el espacio a las visitas.

De regreso a casa abordamos de nuevo El Metro, la lluvia se hizo presente, era fría aunque cernidita, incomodó recuerdo que esa fue la única salida a “pie” que realice en la ciudad de México, mañana será otro día.

El viaje en México llegaba a su fin, conocí también la plaza del Zócalo, las chalupas en Xochimilco y el amargo sabor de la “Tecate”, como plato fuerte de nuestra estadía, el museo de antropología y arqueología adonde observe el gigantesco calendario solar Azteca pulido en piedra, y los gigantescos monolitos cincelados en Jade que rodeaban las calles de acceso al museo, que cada vez que mis primos pasaban al frente gritaban...

¡Allí esta Meme! - Refiriéndose a mí persona.

El viaje continuaba. Como un verdadero pulmón oxigenando la gran urbe capitalina del DF. Está el bosque, parque y castillo de Chapultepeque, trazando una ruta que cubría casi todo el perímetro del parque, llegamos al palacio de los espejos, un ciento de gradas al interior de un túnel iluminado nos injertan al interior del castillo.

Inesperadamente irrumpimos a una pequeña sala interior, en la parte superior, esta rodeada de flores y fuentes, los pasillos nos trasladan al tercer piso de la fortificación, arribamos a la gran sala, a donde los carruajes, soldados de cera uniformados con sus coloridas galas bélicas, frescos y oleos históricos, el mármol y la seda perfectamente adecuadas a la época pasada decoraban y complementaban la belleza del gigantesco salón, esté ornamentado con hermosos objetos antiguos, algunos personales, con un valor incalculable que nos embriagan momentáneamente, pareciera que el tiempo se ha detenido ante mi. 

La visita al castillo culmina entre historia y diversión. El sol se oculta y casi llega el final del día... aún queda por conocer “Las ruedas” del parque de recreo y la temible montaña rusa. El parque de diversiones de Chapultepeque tiene de todos los juegos mecánicos imaginables: Altas Ruedas de Chicago, el ratón loco, el gusano, El Ziper, El Trabant, El pulpo, las tazas giratorias, la casa de los espantos, varias ruedas de caballitos, lanchitas y carros “chocones”, tiro al blanco con fusiles de copas, pero el plato fuerte era la temible montaña Rusa, que por cierto era de madera. En la entrada a la montaña Rusa, una sección de diversos objetos encontrados a los alrededores son exhibidos en sus vitrinas: sandalias, lentes, anillos, carteras, sombreros, gorras, documentos, plumas fuentes, lápices, lapiceros, agendas, anteojos, zapatos, pañuelos y hasta dentaduras postizas, etc, etc...

En la taquilla, mi padre adquirió los boletos, yo por no cumplir los doce años como mínimos de edad para encaramarse a ese torbellino de emociones, fingí más edad (Hoy me quito los años), así que estirando el pescuezo y caminando de puntitas llego simulando con una vos ronca mis intenciones de viajar en las primeras filas.

Nos subimos, acompañado por mi progenitor abordo la segunda fila del primer carrito, un puesto realmente extraordinario y exclusivo, solo un trío de cabezas por delante separada la punta del carro y nosotros. Nos acoplamos al sistema de seguridad, los cinturones de cuatro puntos nos sujetan del pecho y la cintura, después de una señal y un par de recomendaciones entre las que recuerdo quizás la más importante que era la de no tratar de pararse por muy asustado que uno este... comienza el reto.

Lentamente los vagones emprenden el ascenso, los rieles empinados hacia el cielo nos acercan a un rotulo estacionado al final de la subida y el principio del descenso, el gigantesco cartel que desde abajo se ve pequeño, da las ultimas indicaciones, la seguridad es primordial en este tipo de juegos, son de vida o muerte, allí lo comprobé.

Una pausa y la aceleración inicia casi de cero, en cuestión de segundos el vagón comienza a tomar una velocidad indescriptible, mi cuello es vencido por el peso de mi cabeza y la celeridad, camino abajo, precipitando al máximo, el vagón toma la primera curva seguida de un ascenso, la centrifuga me asusta, me agarro del brazo de mi papá quien no quitaba los ojos a mi hermana y dos primas que van en la parte delantera, ¡Ellas van primeras en el carrito veloz!

Entre gritos un onomatopéyico y sonoro Roooooonnnn del carruaje pasando sobre los rieles me dan confianza, de pronto comienzo a sentir el gusto de la máxima velocidad, en pocos segundos me doy cuenta que la montaña Rusa es más segura que nadar en el mar, y sólo de esta forma pude disfrutar del primero de mis deportes Extremos, la montaña a Rusa a los diez años.

Y así entre subidas y bajadas entre acelerones y pausas, el paseo termina, mis primas y mi hermana están contentas por el viaje, yo temblado todavía camino a la par de papá, en muchos años de mi vida nunca había podido describir la velocidad y las emociones de dicho paseo, fue hasta hace poco que conocí el paracaidismo que pude comparar la velocidad natural, la verdad nunca he vuelto a subirme en una montaña Rusa... de madera.

“Tan contentos que venimos y tan tristes que nos vamos”, así como reza el refrán popular, llego la hora de regresara a casa, acomodamos los bultos que traíamos de regreso y nos despedimos de mis tíos y mis primos, ellos reunidos en la entrada de la casa en la colonia la Condesa plasmaron la estampa más triste de mi vida, hasta hoy.
Era una mañana gris bajo una pertinaz lluvia nos despedíamos de ellos y de México, las lagrimas y la nostalgia invadieron las circunstancias, y el simple hecho de no saber hasta cuando volvería a ver a mis queridos primos me sacaba el corazón, era como querer dejar algo allí entre ellos y seguir estando a su lado, a la par de mi familia y con ellos.

Recuerdo a mi padre despedirse de los tíos en el portal de la casa, montarse al carro y encenderlo. Sentí como un vuelco al corazón cuando las llantas del carrito comenzaron a moverse, ellos en la entrada de su casa y nosotros en la parte trasera del Toyota, tras un dramático adiós tío... seguido de un triste coro de llantos se cerró nuestra partida, lloramos a mares esa mañana.
Era como querer tirar un ancla y quedarnos un día más, o unas horas, un minuto... un segundo lo habría valido, el parque España a unas cuadras de la casa despidió la zona de la Condesa, las campanas de la iglesia al frente del parque repican, y nos despiden de un México “Lindo y querido”.
La autopista hacia Puebla nos lanza de nuevo al camino de la aventura, la música de los Machucambos que suena por centésima vez llena de ritmo el camino y borra un poco la tristeza de la despedida, nunca y en mi vida he tenido una despedida tan desconsolada, y eso que no era un aeropuerto, el mundo es así. Un ir y venir, de saludos y despedidas, de bienvenidas y hasta luego, de entes y extintos, de idas y llegadas, la vida es así un eterno camino que se acaba hasta que te borra el recuerdo, ni si quiera la muerte... 

El viaje de regreso era como rebobinar un casete, era como reconocer el camino o las sensaciones del viaje de retorno, siempre en la ventana meditando veo las grandes distancias de los prados y llanos que se extendían a veces hasta el horizonte pasar frente de mí.

Melancólico hay veces que las gotas de lluvia corriendo en el vidrio cerrado, me hacían difícil ver más allá de lo empañado. Entonces mi imaginación volaba a través de aquellas imágenes que se quedaron tan grabadas en mi mente, de aquellas verdes praderas tapizada de llanos con hierva fresca, cuya monótona hermosura solo era interrumpida por una blanca casita con techo color rojo, rodeada de nopales y cimentada en lo alto de una lomita... 

¡Se va el caimán... se va el caimán... se va para Barranquilla!, Suena la música en la casetera, mientras en las alturas encapotadas un águila real mexicana chilla en el cielo arriba de nosotros, los ojos de la hermosa ave símbolo del pueblo Azteca parecen trazar la ruta de nuestro destino hacia el sur.

Una breve noche en Veracruz y seguimos nuestro camino, cruzamos de norte a sur el territorio mexicano, un toro bravo casi nos saca de la carretera, en la misma caseta de las ventosas, un agente de la policía nos solicita amablemente una de las interminables “mordidas” que cobran a los emigrantes, el calor de Arriaga y él ultimo adiós a México desde Tapachula, cruzamos la frontera México-chapina y seguimos con rumbo a nuestro terruño querido, más de 20 días a fuera de nuestro país reclamaban nuestra presencia, contra la distancia ya era para extrañarlo. Eran ya las nueve de la noche, yo protestaba por lo cansado del viaje, sin mucho alboroto le exprese a mi padre.
Aunque sea en una cama con tres patas me quedo...
Le dije adormitado a mi padre que a menudo reducía la velocidad para buscar a la vera del camino los hospedajes u hoteles, los cuales escaseaban en todo el litoral del pacifico guatemalteco. Entre aquella búsqueda de alojamiento.

Un giro de ciento ochenta grados realizado en una recta oscura por mi padre en las proximidades de un reten militar casi nos cuesta la vida, después de asegurarnos que viajábamos en la ruta correcta un nuevo giro de ciento ochenta grados nos devolvió a la dirección original.

A pocos metros del lugar a donde realizamos el primer giro, ocultos en la oscuridad de la noche una patrulla militar del ejército guatemalteco mejor conocidos como “Los Kaibiles” nos hace parada.

— ¡Ustedes acaban de dar la vuelta aquí... nos interroga un soldado, fusil en mano y dedo en el gatillo.
—Si... es que creímos que nos habíamos equivocado en el camino, le dijo mi padre preocupado.
— ¡No ven que casi les disparamos! Nos grito un soldado de algún rango mayor, ¡bájense del carro!...
El resto de los militares fusiles en mano rodeaban el vehículo en forma amenazadora, mi madre con el pequeño Chamba en sus brazos es obligada a bajar del auto, mis dos hermanos y yo aterrorizados en el interior pensamos lo peor.

De pronto una luz destella desde afuera del carro, reflejando su fulgor en la superficie del vidrio trasero derecho, se acerco, era un soldadito con una linterna que indagando alumbro la parte trasera del automóvil.

Al vernos, el soldado le indico a su superior de nuestra presencia en el asiento trasero, el militar se acerco y comprobó que sólo éramos tres tristes y asustadas criaturas, más una señora, un señor y un bebe de dos años en brazo.

— ¡Son salvadoreños!... déjenlos ir, grito una vos desde lo oscuro de la tupida selva.
¡Váyanse, y no manejen en la noche...
—Guatemala es peligrosa, hay guerrilleros por todos lados, así que váyanse...

Y así fue, metiendo el pie en el acelerador, a fondo mi padre se aleja rápidamente del lugar, algo me dijo que esa noche DIOS y la virgen de Guadalupe estuvieron en todo momento con nosotros.
En esos días el Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), la Unión Guerrera Blanca UGB, y las tropas del ejército guatemalteco, libraban encarnizadas batallas en la zona montañosa y en la planicie costera, por azares del destino esa noche fuimos confundidos como sospechosos y a punto de ser ametrallados, pero la santísima Virgen del Camino nos protegió y retribuyó nuestra peregrinación a su templo en el DF. Su manto misericordioso nos libro de la muerte esa noche. A altas horas de la noche llegamos a Escuintla y nos hospedamos en el primer hotel que vimos a la orilla de la carretera, allí encontramos la paz y el descanso necesario, ya era poco para estar en nuestro país.

Amaneció, cruzamos la frontera entre Guatemala y El Salvador, en pocas horas llegamos a la casa, y cada quien a su vida y los haberes cotidianos. Un manto interminable de aventuras bordadas en cada instante y en cada vida fue la verdadera ganancia. Hoy en día aun vienen a la mente reminiscencias de ese viaje, aun al presente extraño al tío Carlos, cada día de mi vida y en cada instante de mi vida.
Durante un buen tiempo gocé de mis tenis Canadá y mis pantalones Levi´s que compre en el DF, una pelota original del fútbol mexicano con adornos y un tinte muy diferente a las nuestras fue la atracción de los partiditos de fútbol en el parque de la Urb. Universitaria.

Muchos son los personajes que de una u otra forma hemos cruzado camino. Entre ellos: El legendario y siempre bien recordado Monseñor Romero, El cómico argentino conocido como “El gordo Porcel”, al guitarrista salvadoreño Don Cándido Morales de quien herede el amor hacia la guitarra clásica y la española en especial, al campeón mundial de boxeo al nicaragüense Alexis Arguello, al ciclista profesional Laurent Dufaux oriundo de Suiza y ver al séxtuple ganador del tour de Francia al norteamericano Lance Anrstrong. Y otros más que por hoy olvido.

Pero no puedo dejar pasar la historia de “Geo” López, un guanaco singular, un verdadero ejemplo de que Dios a veces tira líneas curvas para hacerlas rectas.

Cursaban los finales de los años setentas, estados unidos estaba en plena guerra en Vietnam, la juventud reclamaba y se libraba de ataduras sociales entre sexo, alcohol, drogas y Rock and Roll, la libertad sobraba bajo el ardiente sol de verano californiano.

En esa época. Los Estados Unidos de América era el territorio y escenario de uno de los más desalmados bandoleros y malhechores de turno. “Geo” López y su pandilla compuesta por su mayoría de salvadoreños y mexicanos, quienes asediaban las tiendas rápidas, gasolineras, los “Licour Store” y otros tipos de negocios que permanecían abiertos las 24 horas eran los de su preferencia. Guaro cigarros y dólares.

De una u otra forma la fama y las fechorías de “Geo” López habían hecho de éste un mito entre la zona de California y Nevada hasta donde se extendían sus tentáculos. Él y su banda se movilizaban sagazmente entre los áridos desiertos de Nevada o los tupidos bosques de California, a veces a pie otras veces en motos, o en camionetas tipo “Van” que ocultaban sus identidades dejando en su camino una estela de robos menores en su mayoría. A “Geo” y su banda nunca les alcanzaba el dinero producto de sus atracos... ¿por qué?... Era la pregunta obligada.

Simplemente “Geo” López y su pandilla eran adictos a las anfetaminas, al alcohol y a un sin fin de drogas que iban desde las comunes pastillas como la Diazepan, Ronhinol, Vezparax, pasando a los ácidos y los hongos alucinógenos, la marihuana, la morfina, la cocaína y la peor de todas las drogas la Heroína. La banda de Geo eran “Tecatos” o heroinómanos dependientes y este vació les obligaba a robar a diario lo necesario para adquirir la dosis obligada que sus contaminados cuerpos les exigían para sobrevivir, era como una pesadilla, como una carrera sin fin contra la muerte. Así trascurrieron los años criminales de “Geo” López y su banda. Quienes con toda impunidad asaltaban y robaban a lo largo y a ancho, a diestra y siniestra del estado de California.

Hasta que un día. Asaltando un almacén. “Geo” ingreso portando una escopeta recortada. El robo ya estaba en proceso. Se escondió tras la maquina dispensadora de cigarros y se acomodo en un pequeño sillón al lado del “Lobby” que la tienda poseía al interior, la posición que “Geo” López tenía lo cubría de ser visto desde cualquier otro ángulo.

A medio asalto de repente “Geo” observa que una pareja de policías ingresa sigilosamente al establecimiento, el primero lleva una escopeta doble, el segundo lleva un poderoso revolver en su mano es una 357 mágnum, los oficiales sorprenden a la horda en flagancía y mandan a la banda a detenerse y entregarse. Los ladrones ríen al ver que justo atrás de sus espaldas esta el líder de la banda “Geo” López con la escopeta cargada apuntándoles.

“Geo” al ver la situación a su favor. Intenta sigilosamente sacar el revolver que porta en su cartuchera abierta el oficial que acarrea la escopeta. Mientras sus compinches se niegan a soltar sus armas y entregarse, “Geo” López acerca su mano derecha al revolver del distraído policía, toma la cacha y se apodera de el, en su afán de extraerlo rápidamente el arma que estaba “cargada” se dispara, el poderoso proyectil cercena y destroza la pierna del policía. Éste herido de muerte activa su escopeta y mata a su compañero partiéndolo en dos. El simple acto de ratería y sus asaltos de poca monta ahora se habían complicado.

El asesinar a dos oficiales de policía es un crimen federal, algo que podía enviarlos a una cárcel de por vida y peor aun, la condena segura a muerte. De inmediato la banda se desarticulo, las cámaras de seguridad instaladas al interior del establecimiento comercial permitieron identificar a los forajidos, algunos fueron capturados en aeropuertos y carreteras. Sus nombres fueron agregados a la lista de los más buscados por el FBI. Se desato una verdadera cacería humana.

Por sus contactos en el bajo mundo “Geo” logro encontrarse con Patricia Hertz (hija del dueño de la famosa compañía renta vehículos), la popular guerrillera norteamericana escondió a “Geo” durante algún tiempo. El crimen que se le atribuía se convirtió en un tema con tinte político, ya que el movimiento revolucionario que encabezaba Patricia Hertz se encargo de reclamar los derechos de la pandilla de “Geo”, la revolucionaría gringa afirmo que los pobrecitos compinches de López fueron discriminados y atacados por los oficiales sólo por el hecho de ser latinos. De esta forma distorsionaron el crimen y la verdad. Pero poco duro el cobijo de Patricia Hertz sobre López, ya que la aguerrida revolucionaria, fue capturada y enviada a prisión de por vida, al ser captada por una cámara de seguridad de un banco en el preciso momento que Patricia Hertz entre carcajadas asesinaba a sangre fría a un policía en un atraco. La justicia puso su mano firme sobre la asesina, su caso ha sido uno de los más sonados en todo los estados Unidos de América.

Como pudo “Geo” López huyo durante tres años por todo los Estados Unidos. Paso un tiempo en Texas, luego huyo hacia Nueva Orleáns, durante algún tiempo pareció que la tierra se lo había tragado, pero apareció repentinamente en Lake Tahoe como una persona común y corriente, allí abordó un vuelo local hacia Reno Nevada, siguió su curso en el mismo avión hasta Miami Florida.

A la hora de descender del aeroplano, apresurado, “Geo” encendió un gran Habano, una azafata se le acerco para indicarle que no era permitido fumar en el avión y apagara el puro. López hizo caso omiso a la aeromoza y ante la mirada de la tripulación; de forma tranquila y serena saco de un costado de su saco un manojo de 9 candelas de dinamita amarradas con cinta adhesiva, una “mecha corta” amenazaba con arder de forma rápida y explotar en segundos.

Se dirigió a la cabina del aparato a donde piloto y copiloto revisan los instrumentos de la nave antes de la salida. De repente la calma al interior de la cabina se ve interrumpida con un grito que les indica.

¡Esto es un asalto!... Grita “Geo” López a los pilotos.

Al mismo tiempo que les enseña el manojo de dinamita, el piloto empalidece y aflictivamente le pide a su verdugo no hacerle daño.

—Por favor no me haga daño... le grita el piloto asustado.

El copiloto aterrado lanza un mensaje de auxilio a la torre de control. —Atención torre de control... un sujeto no identificado a ingresado a la cabina de nuestra aeronave... estamos siendo asaltados...
“Geo” López al notar la comunicación entre el copiloto y la torre de control, le advierte que encenderá la mecha y morirán si no se calla de inmediato.
— ¡Mira Chele hijo de puta si no callas ahora mismo nos morimos!... y colocándole el puro a milímetros de la mecha el copiloto detiene su mensaje.
—Ok mister no hay problema... le dice el copiloto al tiempo que apaga la radio. Pero la alarma ya ha sido dada.

Sin negociar y sin responder a los insistentes llamados de las autoridades, el jet comercial es conducido por los pilotos y su secuestrador hacia la pista principal. Bajo las amenazas de matar a la tripulación y a los pasajeros que abordaron el vuelo comercial, el avión despeja sin rumbo o destino desconocido.

En el aire “Geo” López se encuentra con el dilema y la indecisión de que rumbo tomar. El regresar a los Estados Unidos solo representaría su posible captura. México y Centroamérica no le garantizaban su libertad, Panamá y sus contactos con la internacional socialista del General Omar Torrijos estaban muy lejos. Así que deduciendo la mejor opción le ordeno al piloto...

— ¡A Cuba!...

El avión realizo un giro de 20 grados hacia el sur, la isla de Cuba a pocos minutos de Miami representaba la salvación para el primer aeropirata del mundo “Geo” López o “El viejo Feo”, como lo conocían en las calles de la colonia Libertad, al norte de San Salvador.

En la Habana cientos de niños despiden a las tropas cubanas que cumplen una sangrienta labor “humanitaria”, en la liberación de la morena Angola africana, los combatientes son separados de su familia en un acto “solidario” con el pueblo africano. Sus vástagos infantes manipulados por el partido comunista cubano portan banderas de Cuba y Angola en sus limpias manos. Los morenos combatientes latinoamericanos se confundían con sus pares africanos, por sus características físicas, los militares cubanos ocuparon estos rasgos como un mimetismo militar, para intervenir en Angola y exportar su revolución, Ernesto el “Che” Guevara en su lucha revolucionaria apoyó a una parte de la guerrilla en África y por cuestiones del destino combatió sin saberlo contra las tropas invasoras cubanas en África. Fue informado y retirado de la zona, de inmediato enviado a Bolivia para apoyar la insurgencia y murió fusilado después de una fuga de información que permitió a los “Ranger” bolivianos cercarlo y atraparlo, sus manos fueron cercenadas para comprobar su identidad. Después de muchos años por fin su cadáver fue inhumano y llevado a la ciudad de Santa Clara en cuba a donde descansa de su lucha revolucionaria, muy cerca de quienes le traicionaron en Bolivia.

A medio acto estaba el único líder cubano cuando es informado de la noticia del secuestro y la inminente llegada de la aeronave a Cuba.

El comandante Fidel Castro. Quien de inmediato se dirige hacia otra zona del aeropuerto José Martí de la capital cubana, Para recibir el avión y percatarse personalmente de la indiscreta situación.

Han pasado mas de diez años que el último avión norteamericano pisó tierra en la isla. El vuelo duro un poco más de 30 minutos. Un nutrido grupo de periodistas, personal revolucionario de seguridad, gran numero de curiosos y viajeros, se aglomeran detrás de los vidrios de la pequeña terminal aérea.

Una mulata “Rola” un Habano de forma magistral, después de enrollar el tabaco, le coloca un pequeño rotulo en el que se puede leerse el nombre de “Cohíba”, la mulata no parece importarle el movimiento inusual de la terminal. Coloca el puro rolado en un cesto, toma otra hoja café de tabaco y comienza de nuevo su aburrida operación.

Así es la vida en la Hababa. La gente evita el conflicto y se acomoda a Cuba... Es por eso que Fidel después de tantos años aún esta en el poder.

El piloto solicita pista. La torre de control le autoriza a aterrizar y dirigirse a la zona sur del aeropuerto. Los niños como todo infante, se alegraron al ver la gran silueta del blanco avión de la compañía norteamericana TWA bajar los flat´s, sacar su tren de aterrizaje y perfilar su rumbo hacia la pista principal de la terminal cubana.

El avión toco tierra, “Geo” vio desde la ventanilla como los niños mostraban las banderas de Cuba. Creyendo que era un gran recibimiento por su audaz fuga de la represiva nación estadounidense, “Geo” López se apresura a salir. Llega a la puerta, la abre y sale de la aeronave. Corriendo desciende las escalinatas que los cubanos colocaron, y baja.

Al ver la emblemática figura de Fidel Castro corre hacia él. Pero a los pocos metros de llegar a Fidel, es apresado y detenido, de dos patadas en tirado al suelo y dominado.

La cálida bienvenida que “Geo” López creyó recibir por robar un avión Yanqui se a convertido en un mal momento. Fidel Castro se le acerca y le dice.

— ¡Oye chico que curioso!...
— ¿Que querías hacer?.. Le pregunta el máximo líder de la revolución cubana al primer pirata aéreo del mundo.
— ¡Yo solo quería darte un abrazo Fidel!... Le grita “Geo” López amordazado por la morena guardia presidencial.

Molesto el comandante cubano uniformado con su típico traje verde olivo de fatiga y con un puro en la mano le dice...

¡Yo no me abrazo con delincuentes!...

“Geo” López fue apresado y condenado a cuatro años de trabajos forzados por haber robado el avión y haber utilizado el territorio cubano para ese fin.

Sus crímenes cometidos en territorio norteamericano nunca fueron juzgados en la isla. La condena impuesta por la justicia cubana consistía en doce meses internado en una cárcel de máxima seguridad en cuba, durante su estadía en la cárcel nunca hablo ni vio a nadie, su incomunicación paso factura a su estado mental, incluso dijo, que llego hasta hablar con las hormigas que llegaban a devorar las migajas de comida que compartía con ellas después de los esporádicos tiempos de comida.

Después fue sacado de su tormento y con suerte paso cuatro años de castigo cortando caña para la revolución y pueblo cubano.

Años después en 1981. Por medio de su padre que era Coronel del ejercito salvadoreño y sus nexos con la internacional socialista. El General Omar Torrijos, presidente de Panamá para ese tiempo logro un salvoconducto para “Geo” López. Quien después de un tiempo regreso a El Salvador. En el periodo presidencial del Ing. José Napoleón Duarte fungió como director de un importante banco agropecuario. Un día borracho, exhibió sus genitales a unas secretarias. Fue despedido por actos inmorales contra sus empleados y volvió a su vida de vicio y perdición.

Una noche alcoholizado intentando entrar a su casa por un muro. Puesto que había perdido las llaves. Se cae y se fractura la columna vertebral. Dicho accidente le dejo postrado en una silla de ruedas. Pero siguió en las drogas.

Aunque su existencia ahora se limitaba a los movimientos en la silla de ruedas. Sus vicios y sus instintos criminales no disminuyeron. Una noche buena, después de discutir con unos amigos en la tienda de la “Sulpina” en la colonia libertad. Después de las doce. Asesinó a sangre fría a su amigo “Chelino” quien hacía las veces de su lazarillo. Después de dispararle a su amigo. “Geo” se lavo las manos con su propia orina para borrar los rastros de pólvora en sus manos. Nunca fue condenado por este crimen. Nuevamente “Geo” López evadía la justicia.

Pero dicho crimen lo aparto de los que aún eran sus amigos. Lo más curioso era que personal de la embajada de los Estados Unidos de Norte América en nuestro país lo visitaban en su residencia periódicamente.

Una abogada norteamericana le advertía en cada visita que ya lo tenían controlado y que tenía asuntos legales pendiente en la gran nación del norte.

Pero “Geo” no se inmuto y siguió con su vida loca. Hasta que una tarde “Geo” recibió la visita de su madre, quien preocupada por la seguridad de “Geo” debido al crimen de “Chelino”intento llevarlo a Brasil.

“Geo López” en su silla de ruedas confiado que el tiempo había borrado sus archivos criminales, transitó de nuevo en territorio norteamericano. En el aeropuerto de Miami. Fue detenido, a los meses fue enjuiciado y encarcelado.

Recibió tratamiento dermatológico en la prisión, ya que debido a la poca higiene y el perpetuo uso de la silla de ruedas “Geo” López tenía podridas literalmente las posaderas. Se alivio y sanó.

Adentro de la prisión Dios realizo el milagro. A los años de estar encarcelado. “Geo” fue llamado por Cristo en un culto que al interior de la prisión cada semana se llevaban a cabo. Continuo llegando periódicamente hasta que un día. Al final del culto.

Ante la pregunta del pastor. ¿Quién quiere en este momento aceptar a Cristo como único salvador y ser salvo? “Geo López” empujando su silla de ruedas llego hasta el altar y entre lagrimas y arrepentimiento “Geo” Acepto a Cristo, con la única intención de salvarse de las llamas del infierno. De ese infierno de drogas que había vivido aquí en la tierra.

Como todo un ejemplo “Geo” López se convirtió en un recluso modelo. Predico con el ejemplo. Ayudo a otros reos a buscar su paz interna.
Aunque judicialmente su condena a prisión perpetua nunca fue levantada, “Geo López” hizo las paces con el todo creador. Y aunque estaba encarcelado en una prisión federal. Su espíritu ya era libre. Según cuentan sus familiares cercanos, un día “Geo” López volvió a caminar, gracias a la terapia recibida en la prisión.
Pero debido a las complicaciones de su minusvalía y su confinamiento en la silla de ruedas, en 1996 sus riñones le fallaron y finalmente “Geo” López murió en la prisión. Y su arrepentimiento fue suficiente para ser salvo. Su cuerpo esta enterrado en los terrenos de la prisión estatal de Austin Texas. A donde hoy si… descansa en paz.

De nuevo en la década de los setentas. La fase final del juicio al tío apenas iniciaba, en los juzgados, mis padres y otros familiares esperaban largas horas entre los pasillos y los bancos del antiguo edificio de doctrina militar a inmediaciones de la antigua escuela militar, frente a la feria internacional.

Primera semana de diciembre. Después de meses de intensos debates, entre defensores y acusadores, el proceso de aceptar y rechazar pruebas, habia llegado.
Inicia la parte final de la causa judicial contra el tío, la parte acusadora dominada plenamente por un conglomerado de militares uniformados y pocos civiles que dan casi por hecho la culpabilidad del Dr. Carlos Antonio Herrera Rebollo. Por la otra parte un grupo de abogados algunos a honoren otros contratados por las señoras de los mercados auxiliarían al tío en su ausencia.

El juicio militar comienza leyendo la minuta o introducción de todo el conglomerado de datos que forman la acusación del estado contra el tío Carlos, en el juicio marcial. Por más de tres horas la minuta es leída y escuchada por el grueso de asistentes a la causa. Luego, entablan los alegatos, entre defensores y acusadores. La parte acusadora toma la palabra.

—El estado acusa al Dr. Carlos Antonio Herrera Rebollo, alcalde capitalino de rebeldía y sedición: por ser parte involucrada en el fallido golpe de estado, ejecutado el 25 de marzo del año en curso, solicitó un abogado con un saco que más parecía sepulturero que abogado.

—Hay que agregar que el susodicho Dr. Herrera Rebollo es actualmente prófugo de la justicia..., Así que debemos mencionarlo como reo “rebelde”... aclaro el parte judicial del abogado acusador.

— ¡Protesto señoría...! —Grito uno de los abogados defensores... —El Doctor Herrera Rebollo esta asilado en México, país con el cual tenemos tratados internacionales, el ha estado solvente de la situación que se le imputa, así que solo le pido que no de a lugar a ese párrafo que la parte acusadora esta predicando en estos momentos, esos epítetos dañaría anticipadamente sin ser vencido en juicio la imagen publica del acusado... Señor juez...
Un militar elegantemente acicalado con su uniforme de gala, en el que sobresalían una decena de distinciones y condecoraciones adornaban su pecho en la parte izquierda, cuadros: amarillos, blancos, verdes, rojos, azules, dorados y otros de los más variados colores formaban un vistoso cuadro de honor.
Era el Coronel Parada quien aún de pie observaba a los ojos del juez, era como querer decirle que solo deberían de decir la verdad y nada más que la verdad.
El Coronel Parada era el encargado por parte del ejercito de velar para que el juicio fuera justo he imparcial.
A lugar... un martillazo selló la sentencia...
—De ahora en adelante la parte acusadora solo podrá referirse al reo ausente como Doctor o señor Herrera Rebollo. Dictamino el juez.
—Tiene la palabra la parte acusadora, grito el juez, al tiempo que un abogado le dio un manojo de papeles al abogado de traje de sepulturero.
—Si su señoría de inmediato llamamos al estrado, al sargento Mario Monje.
Un “chelon” típico de Chalatenango apareció en la sala de audiencias, entro se sentó y luego de decir si a un mil preguntas el soldado fue interrogado por el abogado acusador.
—Soldado Monje, cuéntenos que vio esa tarde en el cuartel San Carlos...
—Vi llegar al señor Rebollo, contesto automáticamente el militar.
Y que más vio, agrego el abogado acusador.
Vi que se abrazo con el Coronel Núñez...
—Y quien era el Coronel Núñez soldado, pregunto el abogado...
—Era un militar sublevado señor... dijo el sargento Monje al final del interrogatorio.
Gracias su señoría... —Dijo el abogado acusador.
Una docena de soldaditos o militares de bajo mando fueron llevados uno a uno al tribunal, después de casi dos horas de interrogatorios, al final de una intervención de la parte acusadora el Coronel Parada tomo la palabra. Y Le dijo.

— ¡Soldado...! ¿Conocía usted al señor Herrera Rebollo antes de verlo en el cuartel...? ¿Según lo que usted a declarado o no podrá ser otra persona.?.. ¿Cómo es que esta tan seguro que era él?... la mirada fiscalizadora del Coronel Parada penetro en los ojos de aquel humilde soldado...
¡Protesto señoría!... Grito el abogado acusador,
El defensor solo trata de confundir al soldado...
—Señor juez, solo intento establecer que los uniformados nunca supieron quien era en realidad el Dr. Rebollo y que únicamente cumplieron órdenes de “arriba”— argumento el Coronel Parada.
El rostro severo del juez militar volvió a ver al abogado defensor y luego al acusador, sin mediar palabra dijo...

¡Denegada!... Siga Coronel Parada con su interrogatorio...
¡Pero vaya a lo concreto!... determino el juez.
—Gracias, su señoría—, Dijo sonriente el Coronel Parada.
Muchos ojos y oídos seguían minuciosamente el juicio al interior de la gran sala, sólo militares y unos pocos mirones abarrotaban la habitación.

— Soldado, recuerde que esta bajo juramento... ¿Usted sabe quien es el Doctor Herrera Rebollo?, Interrogo el Coronel al soldado.

¡No señor!— contesto sin pensarlo el soldado.
— ¿Y como supo del nombre del Sr. Herrera Rebollo?, Le pregunto nuevamente el Coronel Parada.
¡Mi sargento mayor me lo dijo todo Coronel!...
— ¡Y como era una orden...! ¡Me lo tuve que aprender de memoria!...
Dijo en un tono afligido el humilde soldadito, quien ataviado con un uniforme verde olivo bien ajustado, dando brillo de su verdadera vocación marcial, esta no le había permitido mentir.

Puede retirarse, le dijo el Coronel al subordinado.

Otra docena de militares fueron interrogados por el astuto militar y todos sucumbieron a lo rígido de sus interrogatorios al desmentir o no poder comprobar muchos de los argumentos descritos en la minuta del juicio en contra del tío Carlos Antonio Herrera Rebollo.

Así entre documentos y anchos tomos de informes, el Coronel Parada iba desarmando cada uno de los intentos de la parte acusadora de mezclar al tío en los lamentables hechos del 25 de marzo de 1972.

—Quiero llamar a este estrado al sargento mayor Mario Monje, pidió al juez el Coronel Parada.
— ¡Protesto su señoría!... Grito el abogado defensor, al juez.
—El sargento mayor ya fue interpelado por este tribunal— Recalco el abogado de “Tacuche mortuorio”.
— ¡Denegada!— dicto el juez... —¡El sargento Monje tendrá que compadecer ante este tribunal las veces que sean necesarias!... respondió con fuerza el juez de la causa.

Un regordete y fornido sargento Monje, el “Chelon Chalateco” aparecía de nuevo en la escena del juicio. Hay que destacar que durante la rendición de los sublevados en el cuartel San Carlos, dicho sargento estuvo presente en el desarme del cuartel San Carlos como escolta militar.

—Sargento Monje... cuando fue que escucho hablar la primera vez del Dr. Rebollo... pregunto el Coronel Parada...
—En la comandancia de guardia el día que llego al cuartel San Carlos... contesto apresurado el sargento mayor.
— ¡Aja!... y cuéntenos más de ese día... le comentó el Coronel Parada.
—El Sr. Herrera Rebollo inspecciono los daños y saludo al Coronel rebelde Antonio Núñez, yo en mi calidad de sargento mayor informe a mis superiores de la presencia en el cuartel del alcalde y de sus movimientos sospechosos...
¿Y que sospechaba sargento?
—Bueno... (Hay duda)... Que el alcalde Rebollo estuviera involucrado en el golpe y había llevado al Coronel Núñez información secreta del fallido golpe.
— ¿Y que paso entonces?... pregunto suavemente el Coronel Parada al sargento mayor, quien por momentos apartaba la vista de la mirada fisgona del alto militar.
—A los días después del desarme, fui citado al estado mayor conjunto, un grupo de altos oficiales me interrogaron; hablaron de los movimientos sospechosos del Dr. Rebollo, y ellos determinaron que el alcalde estaba metido en algo y era necesario investigarlo.
—Me dijeron todo lo que yo tenia que decir...
—Ya eran ordenes superiores... se alarga.
—Se le siguieron de cerca los pasos— prosigue... Y a cada movimiento, era fotografiado y ubicado estratégicamente por la inteligencia militar de nuestro país...
—La cual actúo cuando el Señor alcalde huyó con rumbo a los Estados Unidos... finalizo el sargento.
El Coronel Parada se levanto del asiento, dio tres pasos al frente que lo acercaron al interrogado sargento mayor, le vio fijamente a los ojos y le pregunto.
— ¿Sargento cuantos documento firmo y cuantos documentos secretos tiene usted en su poder, a donde se involucre directamente al Doctor Herrera Rebollo?... consulto el Coronel Parada.
—Ninguno le contesto el sargento...
—Todo se manejo a través del estado mayor, y los testimonios de los soldados. Complemento el sargento.
— ¿Quiénes eran sus superiores más cercanos, sargento?, arremetió Parada...
— ¡Esa información no puedo dársela... es clasificada secreta!, Se defendió el sargento mayor.
— ¡Dígame soldado quien le dicto las ordenes de meter en esto al doctor Rebollo!, Le exigió el Coronel Parada, al sargento en un fuerte tono militar.
¡Protesto su señoría! — Grito el abogado acusador desde su silla.
—Su señoría la defensa esta violando el derecho de silencio del soldado, grito nuevamente el abogado acusador.
—Soldado un hombre esta siendo juzgado aquí ahora mismo... hablo el juez.
—Dependiendo de su testimonio: puedo acusarlo o librarlo de cargos, si usted no ayuda a llegar a la solución, la duda liberara al culpable, ¡Así es el derecho!... le acoto tajantemente el juez
—El sargento mayor, quien desesperadamente volteaba la mirada hacia el público a donde se encontraba un grupo de enlutados militares que también cargaban la mirada en él y permanecían erectos sobre sus sillas al interior de la sala de jurado.
—Fue un grupo de Coroneles y militares los que ordenaron la detención del Dr. Rebollo... le respondió finalmente el sargento mayor.
—Nunca pudieron establecer un nexo entre el Dr. Rebollo y el Ing. Duarte, la intervención indebida de la policía municipal en la intentona fue responsabilidad propia de José Napoleón Duarte... acoto finalmente el Coronel Parada.
— ¡El doctor Herrera Rebollo, jamás tuvo nada que ver en el golpe de estado, su presencia en el campo de los hechos fue por humanismo nunca por política!... dijo el Coronel Parada.
La sala se estremeció, un fuerte murmullo entre los presentes obligo al juez a golpear en más de tres ocasiones con su mazo el pulpito y pedir a gritos: ¡Orden en la sala!. ¡Orden en la sala!. ¡Orden en la sala!...
—Puede retirarse— Le dijo secamente el Coronel Parada al sargento mayor. Este alzando su cuerpo del banco de testigos salió rápidamente del juzgado.

Pasado el medio día el juez llamo a un receso, tendría que estudiar el caso en breve, dio una hora de descanso, el juicio apenas iniciaba, faltaba la mejor parte.

Una de la tarde en punto, la sala esta nuevamente abarrotada, agachados, sentados y algunas personas de pie, se acomodan, con un silencio respetable, el paraninfo recibe la entrada del juez militar que estudia la causa judicial del estado contra el Dr. Carlos Antonio Herrera Rebollo.

Tras el dado arbitró de la justicia van los dos abogados acusadores quienes platican en voz baja, están contrariados, ellos pactan los últimos detalles de la estrategia a seguir. El Coronel Parada ya esta en su sitio, como buen soldado siempre alerta y en su puesto de combate.

— ¡Inicia la parte final de los debates la parte acusadora!...
Grito el juez, un sonoro golpe de mazo dio por reanudado el juicio.
Uno de los abogados acusadores llego al estrado y comenzó su discurso de cierre, la ultima carta de intentar convencer al jurado compuesto por civiles y militares.

—Distinguidos señores del jurado, ya ante ustedes hemos expuesto todas las pruebas que incriminan al acusado de forma inequívoca en el golpe de estado, ya que por todo lo escuchado y todo lo reprochado por el Coronel Parada, quien a tratado de “enlodar” la honrosa carrera de estos militares; no nos queda más que pedirles que tomen una decisión lo suficientemente dura para sentar un precedente histórico, y así evitar en el futuro nuevas intentonas o tomas de cuarteles.

El abogado quien durante su corta pero precisa intervención, se había acercado a los miembros del jurado, dijo al final en un tono dramático — ¡Qué no vuelva a correr la sangre inocente!...

Dio su ultimo vistazo al tribunal y a sus cansados miembros, se engalanó la solapa del saco dio media vuelta y se marcho hacia su puesto situado a la derecha del gran salón.
Una afonía lúgubre anega la sala, la parte acusadora había lanzado su ultima carta del juego, ahora correspondía al Coronel Parada hacer su cierre he intentar persuadir al gran jurado de la inocencia de mi tío Carlos.

El Coronel Parada cerró un pequeño libro azul-negro que tenia en sus manos, era una pequeña Biblia de bolsillo, la guardo en el bolso izquierdo de su camisa, se puso de pie y se dirigió al pulpito.

—Su señoría... miembros del jurado... oficiales presentes, antes de dar por terminada mi intervención quisiera pedir la presencia del General Fidel Torres ministro de la defensa nacional...
Un bullicio acompañado por el estruendo invadió el salón del juicio, el Coronel Parada ponía el dedo en la llaga, el ministro de la defensa nacional que se encontraba allí en ese lugar, se mostró “molesto” por su imprevista cita en el juicio.

—Coronel... hasta donde lo voy a dejar llegar. Le comento el juez al Coronel Parada, en voz baja.
—Hasta que libre de cargos a un justo... le aclaro el abogado defensor. En voz baja también.
— ¡Protesto su señoría!... ¡El General Torres no esta en la lista de testigos!— añadió la parte acusadora.
— ¡A lugar! Grito el juez... El General Torres declarara solo si él lo desea... justifico en un acto salomónico el inquisidor juez ante la mirada de todo el salón de justicia.

Nuevamente el recinto se quedo en silencio, la solicitud del Coronel Parada iba más haya del un simple juicio, el cuestionar a un miembro del estado mayor era como un suicidio militar administrativo, sin embargo el valiente militar citó al banco de los testigos al General Fidel Torres ministro de la defensa nacional.

Las miradas de todos los presentes en el interior se afianzaron a los ojos del general, él ajustándose la solapa de su uniforme militar de gala, soltó una leve sonrisa y se levanto, caminó hacia el estrado y hablo con el juez.

—Sr. Juez aunque no es obligación que yo de mi testimonio, aquí estoy...
No es obligación General, le repitió el juez.
—Si pero aceptare el reto del Coronel Parada, manifestó el ministro de defensa.
Giro sobre sus talones y volteo su mirada contra la del Coronel Parada, busco su sitio y se sentó en el banco de los testigos a la izquierda del juez.
El Coronel Parada se acerco a el y le dijo...
— ¿General a donde estaba usted el día de los hechos... el pasado 25 de marzo?... Elucido el Coronel Parada.
—En mi casa, a eso de las cinco de la mañana me marche al estado mayor— contesto antipáticamente el General Torres.
— ¿Cómo se enteró usted del golpe? — el Coronel Parada guiaba el interrogatorio...
—El mismo día... — le respondió ásperamente el General Torres.
—Aunque... —prosigue el General— teníamos informes de inteligencia de estado, que un grupo de militares y civiles sediciosos buscarían el poder por medio de un golpe militar...
— ¿Así que no tenían ni el día, ni la hora del golpe, ni el numero de cuarteles sublevados, ni los oficiales, ni los civiles rebeldes?... Pregunto el Coronel Parada abriendo un aire de duda entre la tan afamada “Inteligencia de estado”.
— ¡Si teníamos nombres!— dijo en tono molesto el General Torres.
— ¡Pero yo no vi ningún documento que mencionara al señor Herrera Rebollo, si no es hasta después del golpe...
Advierto el Coronel Parada mientras simulaba buscar algo importante entre sus papeles apilados en una orilla de su escritorio.
— ¿Dígame algunos de esos nombres de civiles golpistas, General?... —Pregunto curiosamente el Coronel Parada al General Torres ministro de la defensa nacional.
— ¡Protesto su señoría! —El General Torres no esta obligado a contestar esa pregunta por que incluye información que es considerada secreto de estado señor!...
Nuevamente el abogado acusador lanzaba el manto salvador sobre el acorralado militar.
— ¡Denegada!... ¡Ya dije que el General Torres declarara solo si él lo desea!... — Exclamo harto el juez.
— General ¿va a contestar o que?, Insto el juez al ministro de defensa.
Se manejaron algunas hipótesis... dijo Torres
—Ummm... Como cuales General, —Pregunto el Coronel Parada.
—Detectamos al líder que era el Coronel Benjamín Mejia.
— ¡Eso todo el mundo lo sabe!, ¡Dígame y compruébeme!, Que el Dr. Herrera Rebollo figuraba en alguna de esas listas “negras” de inteligencia.
— ¿ORDEN lo vigilaba de cerca verdad?, Volvió a cuestionar el Coronel Parada a su superior.
—El Dr. Herrera Rebollo no figuro en ninguna lista previa al golpe, pero su nombre fue reportado como un posible civil conspirador. Reveló en todo desagradable el General Fidel Torres.
— ¿Y quien lo identificó?
— ¿Quién es testigo de lo que platicó el señor alcalde con el Coronel Núñez?... — la doble pregunta del defensor ahora ponía en el tapete la verdad o la mentira de la situación.
— ¡O quien va obviar! Que fue el Ing. Napoleón Duarte el agitador que se llevo de encuentro a muchos hombres decentes; su fanatismo desmedido y sus ansias de gobernar fueron lo que lanzo al patíbulo a todos estos hombres.
El General Torres cavilo unos segundos y después alzando la voz contesto...
—La inteligencia militar nos informo que miembros de la AGEUS y el MNR participarían en la revuelta, agitando a las masas...
El Movimiento Nacional Revolucionario MNR como brazo aliado de la Unión Nacional Opositora UNO, estos grupúsculos de fachada comunista tendría participación directa en el golpe, eso abarca a sus líderes... y el doctor Rebollo es uno de ellos... ¿No?... —inculpo con un aire de sutileza el ministro de la defensa nacional.

Después de lo antes descrito, el General Torres se acomodo en la silla, con una risa burlona daba por cerrado que el tío era un cabecilla de la revuelta solo por ser de un partido político.
El Coronel Parada, le miro fríamente y se le acerco, ambas manos se entrelazaban en la parte trasera de su espalda, el Coronel Parada portador de un temple militar como el de una espada de acero, rápidamente le increpo.

—Pero hay una gran diferencia entre lo que piensa el Sr. Herrera Rebollo y el MNR, el UDN, o los comunistas. Él es un líder Demócrata y cristiano, los otros son una pacotilla de politiqueros hambrientos de poder popular.
—Aunque no conozco en persona al doctor Herrera Rebollo, se que jamás apoyó la violencia, fue un líder nato, nunca utilizo lo doctrinas de izquierda como el populismo para alcanzar la alcaldía, sus meritos de estadista y benefactor lo catapultaron al triunfo.
— ¿Habría de ver alguna forma para detener semejante semblanza política?, No cree General Torres... acoto el Coronel.
— ¿O acaso no esta eso en sus “informes de inteligencia” General Torres?, Cuestiono de nuevo en una forma casi irreverente el Coronel Parada.
El General Torres enrojeció de enojo y clavando sus pupilas en el Coronel Parada arremetió contra el.
— ¡Esta usted insinuando Coronel, que nosotros inmiscuimos al Doctor Herrera Rebollo en esto!... Grito molesto el General Torres; sus ojos estaban rojos, su barbilla vibraba de una forma extraña, era como si quisiera decir algo y no podía hacerlo.
Pero la defensa arremetió con todo lo que tenía. Y en voz alta cuales cañones que defienden una posición, la guerra verbal se incremento.
— ¡Lo utilizaron!... — le respondió con fuerza el Coronel Parada en tono desafiante.
— ¡Ahora es usted el que debe una explicación Coronel Parada!— gruñó el General Torres al borde de la rabia.
¡Lo utilizaron y lo martirizaron— le volvió a mencionar el Coronel Parada.
— ¡A él y a su familia!, Complemento sus frases en una exclamación furiosa el Coronel Parada.
Parecía que el grado militar pasaba a un segundo plano, ahora era la guerra entre dos tipos distintos de milicia y dos formas distintas de pensar, el combate dialéctico prosigue...
El Coronel Parada retornó a su pulpito, en todo momento se mantuvo de pie, de su Vaso bebió un largo sorbo de agua fresca, remojo sus labios y su garganta, lo necesitaba... —dio otro sorbo—, respiro profundo, medito dos segundos y se concentró, estaba listo, ahora vendría la estocada final a su adversario.

Se acerco de nuevo al General y le señaló.

—Ustedes necesitaban un chivo expiatorio, un salvo conducto que los librara del mal que la institución como tal habían causado al país, porque aunque el Coronel Mejia y el Coronel Núñez se sublevaron ellos nunca dejaron de pertenecer a la institución armada, por muy rebeldes que estos fueran, había algo más haya que un simple golpe de estado y yo se que era...

El Coronel Parada tenía la sartén por el mango.

— ¿Y sabe que era General?... le interrogo nuevamente el Coronel Parada, como escondiendo algo entre su formidable defensa.
—Era el poder económico de los bienes de la Fuerza Armada en manos de civiles. Y de cómo un doctor y no un político o un militar es el que podría manejaba los hilos de la institución.
—No se a que se refiere— argumento el General Torres.
— ¡Vaya al grano Coronel!—, apuro el juez.
El Coronel Parada tomo un fólder color negro de su escritorio, lo ojeo durante algunos segundos, llego a un capitulo y lo leyó en voz alta...

<< Después de investigar y llegar a la conclusión que parte de los mandos rebeldes tenían como objetivo realizar el golpe de estado y crear un vació de poder, para encabezar el nuevo gobierno insurrecto, instalando a su vez una junta revolucionaria que estaría encabezada por el Dr. Álvaro Magaña >>.
El Coronel Parada hizo una pausa.

En silencio cerró el fólder negro en el que se leía: Inteligencia de Estado S-II, volteó su mirada al General Torres que se mostraba más impaciente que nunca... y le pregunto.
— ¿General Torres, no le dice nada el nombre de Álvaro Magaña?... cuestiono el Coronel nuevamente.
—Si se quien es... —Lo conozco... respondió el General Torres mirando fijamente a los ojos de su querellante.
— ¿Y esto que acabo de leer es un informe oficial de inteligencia verdad?...
Si— contesto secamente el General Torres.
— ¿O sea que el Doctor Álvaro Magaña era un supuesto golpista?...
El General Torres guardó silencio. Se le veía incomodo y molesto.
El Coronel Parada continua su parte, el final del cierre judicial del juicio al tío Carlos esta cerca.
—Pero yo no he visto en ningún momento que el señor Álvaro Magaña haya sido enjuiciado o mucho menos encarcelado a pesar de que esta mencionado como posible beneficiario del puesto que solo le pertenece al presidente electo democráticamente en este y otro país.
—Solo fue un rumor no fue un hecho comprobado—, dijo como queriendo quitar presión a la situación el ministro de defensa.
—Pero lo que leí antes es un informe oficial de inteligencia verdad—, comento nuevamente el Coronel Parada a el General Torres; Sosteniendo el fólder negro en su mano derecha.
En silencio la gran sala esperaba la reacción del ministro de defensa, cuando de pronto antes de que Torres respondiera, el Coronel Parada se le adelantó y le dijo.
— ¡No General!— le apunto tajantemente el Coronel Parada.
Eso no fue así, como usted dice...
—Ustedes no lo imputaron por una sola causa, y fue porque el doctor Álvaro Magaña en su calidad de presidente del banco a donde se captan y manejan los fondos de la institución armada en el país, ese digno puesto de trabajo le daba cierto manto de inmunidad al Dr. Álvaro Magaña.
Le dijo el Coronel Parada, mientras observaba al jurado. Un largo silencio lleno la sala.
—Y... Para evitar el escándalo político-económico al interior de ambas instituciones, es por eso que nunca lo acusaron... ¿verdad General?... El General Torres pálido por la imputación del Coronel enmudeció por completo.
—¡Es por ello que en nombre de la democracia acusaron a otros que no tenían nada que ver en este fallido golpe de estado, y crearon muchas historias políticas de golpistas y revueltas, pero a los verdaderos culpables nunca los investigaron!...
El tribunal se lleno de cuchicheos y comentarios, el rumbo del juicio cambiaba drásticamente, ahora el que dominaba la sala era el Coronel Parada y su alocución. Los rostros del jurado apelaban más a la sorpresa que a otra cosa.
— ¿Esa es la realidad... verdad General?... Curioseo el Coronel Parada.
El General Torres guardo silencio, el propio ministro de defensa estaba ahora en el ojo del huracán.
—General contésteme... “Si” ó “No”... Le dijo el Coronel Parada, con un tono desafiante.
El General Torres lo observo detenidamente, lucia enojado, las manos le temblaban y si las miradas mataran el pobre Coronel Parada hubiese caído muerto desde que lo llamo al estrado.
— ¡Contéstele al pueblo General... no a mí!... le grito más fuerte el Coronel Parada.
Torres sin mencionar una tan sola silaba, volteo la mirada hacia el grupo de militares que incrustados entre la concurrencia civil no concebían parte de los hechos expuestos por el Coronel Parada.
— ¡Una vez más General!... ¡En su calidad de ministro de la defensa!... ¡A que es lo que tanto teme... A quien protege!!!...
El ultimo grito retumbo entre los pasillos jurídicos del salón, ese sonoro grito ya convertido en clamor era acompañado con una buena dosis de ira.

—¡Protesto su señoría!, El Coronel no puede obligar al General a declarar en este ni otro juicio, según los acuerdos del pacto de Varsovia— El abogado acusador ahora defendía la causa que ya casi estaba perdida.
—Va a contestar ¿General?... le pregunto el juez al ministro de defensa.
El General Torres estaba paralizado, aspiro profundo, se ajusto el uniforme, en silencio y asentando con su cabeza un rotundo —NO— que indicaba de esta forma que el interrogatorio llegaba a su final.
— ¡A lugar!... ¡El General Torres ya no contestara más preguntas de la defensa!... Vocifera el juez.
— ¿Tiene algo más que agregar Coronel Parada? —el juez luce cansado y satisfecho a la vez.
— ¡No su señoría!... — El testigo puede retirarse, agrego orgulloso el Coronel Parada.
Los dos abogados inculpadores meneaban la cabeza como desaprobando el momento, y se conformaron con decir...
—Con solo que no nos linchen a la salida las señoras de los mercados me conformo...
Comentó en un tono que delataba intranquilidad uno de los abogados acusadores, al tiempo que de forma torpe recogían una gran cantidad de papeles y documentos de sus mesas.

Los miembros del jurado estaban impresionados por la tremenda querella expuesta ante sus superiores por el Coronel Parada, algunos aún observaban al intrépido oficial guardar de forma tranquila, ordenada y disciplinada los folios del juicio.

Sigiloso el General Torres sin quitarle la vista de encima al profesional del derecho, bajó del estrado con el rostro desfigurado por la furia y la incomoda situación, y se esfumo entre el bullicio de los presentes

La decisión del jurado se daría a conocer, después de que este se reuniera en un salón adyacente a la gran sala del organismo, pero el ponerse de acuerdo entre los miembros encargados para llegar a un veredicto y brindar justicia podría tardarse minutos u horas, incluso días. El jurado entro a deliberar, uno a uno se despidió de los actores de las escenas judiciales, el juez y la muchedumbre abandonaron la sala momentáneamente, ahora sólo era cuestión de esperar. Pasaron los minutos que luego se hicieron horas, la espera continuaba, afuera en las inmediaciones al edificio militar, un pequeño pero significativo grupo de seguidores del tío aguardaban en las afueras, mis padres estaban entre ellos, aflictivamente recuerdo a mi pobre madrecita esperar a la par de una pared sin quejarse; estoicamente bajo un inclemente sol el resultado del veredicto final.

Y así paso el tiempo, mi padre desesperado por la tardanza decidió retirarse del lugar, la presión era insoportable, un fallo a su favor o en contra martirizaba ó recompensaba en todo momento las ideas de papá.
— ¡Vámonos, este volado ya se tardo!... le dijo mi padre a mi madre que se le veía cansada.
—Vámonos pues... contesto mi madre resignada.

Se despidieron de los simpatizantes más allegados del tío y se marcharon, montaron al Toyota color mostaza y se marcharon por aquella zona de la avenida revolución, doblo a la derecha sobre el bulevar del hipódromo, la zona rosa aún no existía, a los contornos del bulevar a ambos lados, las hileras de fastuosas casas adornan la elegante vía, el redondel Brasil marca el final de la colonia San Benito.

A esa misma hora en el parque al frente de mi casa, en un solar arenoso y plano, mis intereses y apuestas de niño disfrutaban de lo mejor de un juego de chivolas contra “Pinga” y “El monstruo” ambos eran grandes amigos de infancia. Edgar y Luis como se les conocía en sus casas eran grandes maestros en todo tipo de juego autóctono.

Edgar “El Pinga” Hernández (QDDG), poseedor de un pulso inigualable con la hondilla y especialmente con la “Cachan-flaca”, a demás de poseer un terrible secreto en sus dedos, y mucha fuerza en el juego de chivolas, adonde también se lucía, complementaban sus habilidades étnicas el capirucho y el trompo. Por su parte Luis Barrera alias “El Monstruo”, apodo perpetuo impuesto por el inquisidor tribunal de la V.A.U.U, siglas que expresan: Vecinos Asociados de la Urbanización Universitaria. Nosotros nos hacíamos llamar los “Vagos Asociados de Urbanización Universitaria”.

El epíteto de “monstruo” surgió por la forma original y expresiva con que Luis contorsionaba su cara desfigurándola completamente cada vez que le tocaba su turno de tirar el trompo ó al jugar chivolas entre otros pasatiempos.

Así que cuando nos echándonos el masconazo de chivolas veo pasar a mis padres a bordo del vehículo.
—Ya me van a llamar para que me entre a la casame dije en mi interior—
Mientras seguía de cerca el turno de Luis y su singular forma de preparar cada uno de sus tiros, con una tremenda mueca.

Entre golpes y el choque del vidrio, el juego se desarrollaba como siempre, yo participaba en el juego ya resignado a perder debido al fuertísimo nivel de mis adversarios, Pinga y el monstruo eran reconocidísimos maestros de Chivolas.

Situación del juego: “Pinga” esta fuera, su tiro ejecutado con excesiva potencia lanzó la esférica de vidrio fuera de los límites del campo de juego, ahora tendrá que espera su oportunidad.
Llega mi turno, la chivola de Luis esta en ruta a pocos centímetros del hoyo que me otorga puntos extras y otra oportunidad de tirar en el tradicional juego de la “Wimba”.

Tomo mi chivola color cristal, en su interior se entrelazan dos guirnaldas una de color amarilla y otra de color naranja, la aprieto entre mis dedos, el pulgar llega a su máxima tensión y disparo... Saaahhhh...

Mi canica sale en dirección a la bola de Luis, un sonoro he impactante “PAC” aparta la hemisférica del Monstruo del camino, mi chivola lentamente rueda... rueda... rueda... (Ya me parezco a Kike Iraheta), hasta que finalmente se introduce en el hoyo, la jugada a fulminado con esencia de victoria.
¡Buénale Camión!... Me grita mis “Cheros”, y orgulloso del tirazo que he hecho, recojo la pequeña bolita del hoyo, marco con la palma de la mano la distancia en la tierra, y lanzo mi segunda oportunidad, simulando un tiro a la chivola de Luis lanzo fuerte y me alejo, la táctica salvar el pellejo.
Con el correr del tiempo ambos amigos de humilde cuna tuvieron diferente destino. Luis el monstruo estudio en el Instituto Técnico Ricaldone (cuando aun los salesianos llenaban ese vacío religioso-deportivo entre los más necesitados de la zona, con el oratorio festivo de los sábados y domingos) y se convirtió en un ingeniero.

Por su parte Edgar Hernández “Pinga”, en 1981 confundido por algunos lideres y compañeros revolucionarios en la escuela Republica de Nicaragua a inmediaciones de la colonia Centroamérica, se unió a los cuadros rebeldes. La Guardia Nacional los ataco en la escuela Nicaragua una tarde de agosto. Tras la nutrida balacera, solo quedaron los cuerpos sin vida de sus amigos, él Pinga murió empuñando una pistola 9 mm. En la noche las imágenes en la televisión lo revelaron todo. Había asido una lucha desigual. Solo fueron unos niños engañados contra un ejército convencional. Sangre y plomo.

En casa mis padres intrigados por la resolución judicial del tío comienzan a buscar información en las radios, moviendo afanosamente la manecilla de radio receptor llegan al dial de la YSKl la poderosa en el 770 AM (Amplitud Modulada), a donde sintonizan la tan ansiada noticia.

En la voz del elegante locutor Paco Brizuela Flores apodado el “Cuto”, y creador de la perpetua cuña radial de Goooool de KL y sus interminables 14 segundos, así que de los labios del inmortal locutor brotan los siguientes avances informativos de ultima hora, algo más veloz que una simple noticia.

—Atención... atención... pueblo salvadoreño.. Atención...

El tono de la voz del locutor denotaba un aire de intriga de incertidumbre, algo había en el ambiente... el juicio había concluido.

— ¡Hace algunos minutos en las instalaciones del estado mayor y doctrina militar de la fuerza armada ha concluido el juicio Marcial contra el Dr. Carlos Antonio Herrera Rebollo!... Reza la voz de Paco Brizuela Flores en los micrófonos de la Poderosa YSKL.

— ¡Atención Atención... ha concluido el juicio contra el Dr. Carlos Herrera Rebollo... repite el emocionado locutor.
— ¡El Doctor Herrera Rebollo ha sido declarado ¡INOCENTE! Y absuelto de cargos!!!... La voz del locutor se quiebra en gozo. Luego hay un largo silencio...

Después de recuperar el aliento el hombre del micrófono repite la noticia completa.

—Atención... —El Doctor Carlos Antonio Herrera Rebollo ha sido declarado INOCENTE y absuelto de cargos, el jurado de conciencia militar ha declarado sin efecto las acusaciones contra el Alcalde demócrata cristiano de San Salvador.....

Mis padres regocijados por la buena nueva, celebran en casa, comienzan las llamadas por teléfono, mi padre le informa al tío, en México la familia Herrera Rebollo también celebra en el DF, hay lagrimas entre ambas líneas telefónicas, el tío y mi padre lloran al tiempo que ambos se hacen llegar palabras de aliento, aunque hay una pausa, la lucha aún continua.

Estando en lo mejor del juego veo salir a mi madre apuradamente de la casa, corre en dirección mía, yo levantándome y de pie recibo a mi madre quien con un tremendo abrazo me dice.

¡Absolvieron a tu tío... tu tío es inocente!...

Y sin perder el impulso siguió corriendo como un “venadito” que vuela entre los vientos hacia la casa del tío ubicada a pocos metros del parque de la Urbanización Universitaria, a si vi a mi madrecita ese día, mientras una enorme sensación de felicidad me invadió nuevamente, Dios estaba de nuestro lado, era obvio.

La noticia se disemino rápidamente por todo el país, para algunos era buena, para otros no, sobre todo para aquellos que habían conspirado al interior del partido, aquellos que sacaron ventaja de la situación. Aunque nunca le conocí, pero porque se que es parte de esta historia, ¡Gracias Coronel Parada!.

En México la noticia de la liberación de cargos causo un gran revuelo en la familia Herrera Rebollo, en pocos días se apresuraron a viajar desde el Distrito Federal hasta San Salvador. Fuera de cargos el verdadero triunfo del tío era el seguir siendo ante la opinión pública el mismo hombre honrado y honesto de siempre, con las manos limpias.

Aquí en la ciudad capital. La situación legal y la tranquilidad volvían a la normalidad, pero nueve meses de abandono habían causado algunos deterioros a la vivienda del tío Carlos, un equipo de primos y primas encabezado por el tío Modesto Arístides en los días siguientes limpió y desempolvo la residencia, también la pintaron, se podaron los árboles frutales y la grama, la perrita “Fifí” fue bañada y aseada, la gigantesca biblioteca del tío fue apilada en orden alfabético.

En pocos días la casa estaba lista.

Los seis miembros de la familia Herrera Rebollo regresaban, pero un nuevo miembro se gestaba y viaja en el vientre de la tía conchita, era la pequeña Susy; “La chica del cabello”, la más linda de mis primas, quien años después cumplió con la caprichosa ley del retorno, al esposarse con un joven mexicano y vivir parte de su vida en México.

El miércoles 15 de diciembre. La mañana era fría, como son todos los amaneceres en la altura del DF, dos pick up con placas salvadoreñas trasladan la mayoría de bártulos que el tío y la tía habían adquirido en su estadía en tierras aztecas. Mis primas, el primo Carlitos y la tía Conchita aguardaban la llegada del tío al volante de la Chevrolet.

El tío cierra por ultima vez la puerta de la hermosa casa en la colonia La Condesa, hecha un ultimo vistazo a su fachada gris, un aire de tristeza invade al tío, el abandonar el lugar le causa una vuelta instantáneas de mil recuerdos en el corazón, era como dejar parte de ellos allí, entre los vitrales y el blanco mármol con vetas negras, era como sentir que el arbusto de “Mirto” plantado en la acera de la entrada y sus olorosos azahares también lloraba lagrimas perfumadas de rocío entre sus hojas, en el ultimo de los fríos amaneceres vividos en la ciudad de México. Los primos y la tía esperan en el coche, están ansiosos por partir.

Después de dar un par de indicaciones a los conductores de los dos pick up guanacos, finalmente el tío aborda la camioneta, enciende el motor he inicia la aventura de retornar con la frente en alto a su país. Mientras ve por última vez la casa, el tío siente un extraño presentimiento, como si olvidara algo importante.

— ¿No Dejan nada niñas?, Grito el tío al interior del vehículo. De inmediato un grito de ¡Nooooo papi!, le contestan al unísono.

— ¿Y tu Carlitos no dejas nada?, Cuestiono el tío al primo.
No papá... le contesta el Júnior.
Vos Conchita pasaportes, papeles del carro...
No mi amor, todo en orden... le contesta la tía.
             — ¡Bueno Vámonos!!!...

y acelerando la camioneta el tío Carlos inicia el viaje de retorno.
Rápidamente salen del DF. En las colinas que los abandonan cada vez más de su casa, mis cuatro primos volteando sus miradas hacia atrás, reposados en el asiento trasero lloran al ver alejarse la gigantesca urbe que un día los había acogido, sus recuerdos también se alejaban entre sus largas calles, entre “El Metro” y “El mercado sobre ruedas”, de sus primeras caminatas entre las exuberantes calles adornadas de flores multicolores que los conducían al parque España y sus largos toboganes, el camino al colegio “Cambridge y Los niños héroes”, la casa de Pedrito y karlita sus mejores amigos. Los recuerdos hay veces son crueles.

La caravana compuesta por tres vehículos atraviesa el territorio mexicano de norte a sur, Puebla es la salida obligada del gran valle de México, una parada en un mirador permite inmortalizar los momentos en fotografías instantáneas, hay tristeza en la partida, las fotos lo revelan muchos años después. Inicia el fin del éxodo, un naciente aire de liberta le acompaña en su camino que lo conducen por Orizaba y Puebla, los viñedos de Córdoba, el puerto de Veracruz, los cócteles de caracol en puerto de Alvarado, los marañones y la tupida selva de Tuxtla Gutiérrez, el desierto de “Las ventosas”, la calurosa ciudad de Arriaga, la meridional Tapachula, la pasada de la frontera México-Guatemala, el puente sobre el río Suchiate ó Usumacinta, el arribo a la ciudad indígena de Tecum Uman, cruzar la tórrida zona de Retahuleu, Mazatenango, Santa Lucia Cotzumalguapa, Palín y Escuintla, llegada a la frontera Pedro de Alvarado, Sonsonate y su destino final en San Salvador.
Después de tres días en las carreteras, la Chevrolet dorada llega a El Salvador, dos banderas: a la izquierda una roja, verde y blanca de México, a la derecha otra azul y blanco de nuestro país adornan la parte delantera de la gigantesca camioneta.

La gente le reconoce en las calles. Los claxon de los vehículos saludan al tío en su ruta hacia la alcaldía Municipal, antes que nada el tío quiere retomar su puesto como alcalde y su garantía como ciudadano ante sus electores y pueblo salvadoreño en general.

Llega a la alcaldía y recibe del Dr. José Antonio Morales Erlich la vara edilicia, dicha entrega fue fotografiada he inmortalizada por los principales periódicos del país, en la instantánea se aprecia al tío Carlos sonriente recibiendo del alcalde en funciones el Dr. Morales Erlich el emblema o Tótem que lo acreditaba como alcalde de la ciudad. Barbado y talvez no vestido apropiadamente para la solemne ocasión el tío humildemente restablecía la soberanía de su mandato en su ciudad... San Salvador. Herrera Rebollo había regresado.

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